El bailarín Isaac Hernández, en "Alguien tiene que morir", de Netflix: "Al final, soy el único decente en esta serie"
"Al principio es callado, pero simpático; el único defecto que tiene es que es de Guadalajara", dice la línea del guion que da pie a la primera aparición de Lázaro, el personaje que interpreta Isaac Hernández en Alguien tiene que morir: la serie del mexicano Manolo Caro (La casa de las flores) que hoy estrena Netflix y que marca el debut en la actuación del bailarín tapatío que puso al mundo de la danza a sus pies. Quienes conocen a Hernández en la vida real pueden sonreír al escuchar esa frase sin disimular ni sonrojarse; es una evidencia, casi una confesión camuflada que se oye antes del minuto tres del capítulo uno: el personaje fue escrito a su medida. Uno y otro –el hombre de la vida real y el bailarín de la ficción– rompieron con los prejuicios y estereotipos arraigados en su arte, demostrando además que se puede tener la ilusión de llegar lejos si se trabaja en el camino y, sobre todo, que abrir ese camino supone el compromiso de habilitarlo para que otros también puedan seguirlo. Isaac transformado en Lázaro es el amigo extranjero que le gusta bailar y que todos ven como a un "misterioso acompañante" del joven protagonista de esta ficción, Gabino, hijo único de una familia conservadora en la España de Franco, que tras recibir una llamada de sus padres vuelve a casa después de varios años de ausencia para conocer a su prometida en un matrimonio por conveniencia. No hace falta decir mucho más de ese contexto de época, que tiene más de medio siglo de historia y que, sin embargo, puede mostrar arraigados algunos prejuicios que hace falta terminar de desterrar.
"Estoy muy, muy ansioso", dice la primera figura del English National Ballet (ENB) en una conversación desde Londres, a pocas horas del estreno mundial de esta ficción con créditos estelares: la española Carmen Maura y el argentino Ernesto Alterio, que no precisan presentación; el catalán Carlos Cuevas (Pol Rubio, en Merlí), la mexicana Cecilia Suárez (La casa de las flores), Alejandro Speitzer y Ester Expósito (Élite). "Por una mezcla de cosas: significa mucho más que mi primer proyecto que ve la luz en esta nueva apuesta. Es también el proyecto de un gran amigo mío que, para todos los involucrados, fue muy especial y que ahora va a ser puesto en tela de juicio. Cómo vaya a cambiar eso la perspectiva de lo que vivimos cuando lo hicimos, eso creo que es lo que me tiene más ansioso: la posibilidad de que modifique algo de esa memoria. Le estoy dando terapia a la ansiedad con clases de ballet y ensayos, disfrutando de bailar otra vez.
–¿Qué están pudiendo hacer en el actual contexto de la pandemia con el English National Ballet?
–La compañía fue una de las primeras en organizarse para que regresáramos a los estudios, porque era muy importante mantener a los bailarines de manera proactiva, que no se cayera en la incertidumbre y fuera más difícil acomodar las piezas después. Se diseñaron burbujas de trabajo y nos separamos en grupos reducidos. De pronto ahora nuestro nuevo edificio [en las afueras de Londres] parece haber sido pensado para una situación como esta. Por la mañana van algunos, por la tarde, otros, y hemos sido bastante disciplinados porque de eso depende regresar y sentir algo de normalidad.
–¿Preparan una temporada digital combinada con espectáculos presenciales, el tan comentado mix de la "nueva normalidad"?
–Así, en esas burbujas, trabajamos en un programa con diferentes coreógrafos para crear nuevas obras [cinco nombres de gran relevancia para la escena internacional: Sidi Larbi Cherkaoui, Russell Maliphant, Yuri Possokhov, Arielle Smith, y Stina Quagebeur]. Con Tamara [la directora artística del ENB, Tamara Rojo ] y mi grupo tuvimos que viajar a Moscú por las restricciones que le ponían a Yuri Possokhov para ingresar a Inglaterra por la pandemia. Estuvimos ensayando diez días con él en un esqueleto de la pieza y finalmente le cancelaron todo el trabajo que tenía en Rusia y decidió venir a pesar de las dos semanas de cuarentena y estar en Londres cuando lo filmamos. Físicamente hablando fueron devastadores esos días de grabación. El trabajo dura solo 13 minutos, está inspirado en Vida y destino, de Vasily Grossman y se llama Senseless kindness. Se presentará primero en vivo, con público reducido, en un festival en Sadler’s Wells por cuatro funciones, y luego en un programa digital que se va a poner online y ojalá que en algunos cines también, si siguen todavía abiertos a finales de noviembre. Luego, la semana que viene vamos a cambiar de burbujas para hacer un Cascanueces reducido en diciembre, cerca de 43 funciones en Londres.
–Lázaro es un personaje crucial en Alguien tiene que morir, una serie donde más que un rol protagónico hay una constelación que disputa la atención de la trama. Vos y él tienen mucho en común, lástima que vengas de Guadalajara.
–[Se ríe] Me toca de cerca. Manolo escribió ese personaje para mí y me conoce muy bien. Y también conoce muy bien los dichos populares mexicanos y que siempre ha habido cierta indiferencia entre las regiones, nosotros los de Guadalajara con los del DF, por ejemplo.
–Hay una cantidad de identificaciones posibles.
–Y eso fue lo bonito. Yo no soy esa persona ahora, pero pasé por muchas situaciones similares en algún momento de mi vida, como llegar a una casa como la que llega Lázaro; cuando a los 13 años me fui de México a Estados Unidos y familias americanas me invitaban todo el tiempo a pasar el fin de semana, ir a hacer alguna actividad con ellos o salir al cine. Así más o menos fue mi experiencia y la forma de conocer el mundo, sobre todo al comienzo de mi adolescencia. La esencia de querer ver la vida desde diferentes perspectivas y tratar de entenderla son cualidades que Manolo identificó en mí a la hora de escribir el personaje y también me pareció interesante poder volver a ver la vida de una manera, más simple que ahora, algo refrescante, porque el personaje todavía tiene mucha ingenuidad, se deja llevar aún muy fácilmente por sus emociones y sus intenciones.
–Considerando que es de tus primeros proyectos artísticos por fuera de la danza (no digo el primero porque antes está el rodaje de El rey de todo el mundo, la película de Carlos Saura que espera su estreno en el Festival de Berlín), que tu personaje se refiriera a experiencias que atravesaste personalmente simplificó el salto a la actuación?
–La experiencia fue completamente diferente de la película, en la construcción de las escenas, las horas de rodaje, el reparto con el que estaba que era verdaderamente intimidante, había muchos factores que me impedían poder vivir el momento. Pero sí me encontré relativamente cómodo una vez dentro del personaje y con las decisiones que tomaba. Hablamos mucho sobre ciertas características que queríamos lograr, la teatralidad, que Lázaro pudiera dotar a cualquier escena de su esencia con la expresión corporal. Eso le llamó la atención a él desde la primera vez que fue a ver ballet: cómo se lee en el escenario la intención física y corporal. Pasamos las primeras dos semanas preparando ese lenguaje corporal.
–¿Cómo es ese contrapunto entre el rodaje del film de Saura y la serie?
–Es otro estilo completamente diferente de producción. Lo de Saura fue una obra de arte, en una caja negra, y con Vittorio Storaro, que la iluminación se acomoda al momento. Algo que en ninguna parte del mundo hace nadie más como ellos dos. Pero dar el brinco a una producción como la de Netflix, donde hubo días con 700 extras, todos en época, coches y casas, hace que la inmersión en el personaje y en la historia sea mucho más fácil que en una caja negra.
La representación de los bailarines en el cine tiene los clichés más clichés del mundo. Esta es una oportunidad de mostrar que el ballet no desentona, que puede ser un eje de una serie de Netflix
–En los dos casos interpretás a un bailarín, es decir, avanzás sobre otro terreno, pero sin despegar de lo que sos y te ha convertido en uno de los mejores del mundo hoy.
–Es una fortuna. No soy un actor profesional y es en parte por lo que estoy tan nervioso en estos días. Me estoy metiendo en algo diferente, un terreno desconocido para mí artísticamente y no sé cómo va a cambiar eso la percepción del bailarín profesional y las oportunidad que vengan en el futuro. Las dos veces me he sentido afortunado de representar a un bailarín en proyectos tan especiales. Muchas veces cuando vemos en el cine la representación que hay de los bailarines encontramos con los clichés más clichés del mundo, y cada tanto se nos antoja ver unas buenas pirouettes o un double tour en una plataforma como Netflix. Definitivamente me ha gustado llevar mi profesión conmigo. La plataforma acaba de anunciar que tiene 200 millones de abonados, creo que eso es un potencial que me da la serie para poder llevar un poquito de ballet a tantas personas.
–Para quien conoce tu carrera, no solo en el escenario, sino en la gestión cultural o tus inquietudes políticas, esta pareciera ser otra forma de romper prejuicios. ¿Esa misión te animó a correr el riesgo de exponerte en aguas?
–Definitivamente. Cuando por primera vez me habló Manolo le dije: "No, buscate un actor". Me convenció cuando me dijo que nunca iba a lograr las escenas de baile como podíamos hacerlo juntos. Me dije: "Bueno, al final este es el siguiente paso al que me han llevado las decisiones que tomé". Ya vimos a grandes bailarines dar este salto antes, como a Baryshnikov. Siempre es importante aceptar la oportunidad de presentar una versión digna de nuestra profesión y que la gente lo pueda entender como algo posible, que el ballet no desentona, tanto es así que puede ser casi un eje central del argumento de una serie de Netflix, que los jóvenes puedan ver eso hoy, que siendo bailarín te permite pensarte como actor en una serie.
–Abrir puertas a los jóvenes, mostrarles de dónde saliste y el camino que recorriste, como una posibilidad, es lo que hacés en Despertares en México.
–Eso es lo maravilloso de esta historia, lo sentí desde el principio, desde el primer borrador de guion vi que Manolo se había tomado el tiempo para entender cuáles son los temas que podemos tratar, que están vigentes en muchas realidades de personas que van a ver esta historia. Espero que sea una de las razones por las que muchos logren cuestionarse por lo menos algo.
–Tengo que preguntarte si intimida ese elenco monstruoso, empezando por Carmen Maura y más cerca de nosotros, los argentinos, Ernesto Alterio.
–Son unos genios. En el llamado a la primera lectura de guion, justo cuando llegué a Madrid, me tocó sentarme alrededor de la mesa junto a Carmen Maura, y yo pensaba: "Sáquenme de aquí, por favor, que me van a hacer papilla". Carmen nos dio una masterclass en esa lectura. Y las interpretaciones con Ernesto nos hacían, literalmente, vibrar a todos. Ese día entendimos que iba a ser un proyecto muy especial.
–Viste la serie completa. ¿Te quedaste conforme con el Isaac actor?
–Me doy por satisfecho con no interrumpir en la historia, con que mi personaje no sea la causa por la que la gente deje de ver la serie. No preciso sentirme extraordinario.
–Si tuvieras que contarme quién es Lázaro, quién sos en la serie, ¿qué me dirías?
–Te diría que Lázaro estaba dispuesto a poner su bienestar en juego y a defender sus ideas por la amistad y por lo que sentía por Mina. Me gusta eso del personaje, es lo más importante. Al final, cuando las cosas se pusieron difíciles, él estuvo dispuesto a tomar las decisiones correctas. Fue una persona decente. Creo que es la única persona decente dentro de lo que cabe en esta serie. Un personaje que trae cierta luz a una historia dramática donde no hay por dónde ver.
–Al final, ser una persona decente es bastante en este mundo.
–Es una decisión a la que como ser humano te enfrentas todos los días: elegir ser buena persona.
DE PERFIL
Isaac Hernandez, Guadalajara, México, 1990
- Es primer bailarín del English National Ballet. Anteriormente trabajó para compañías como el San Francisco Ballet, el Ballet Nacional de Holanda o en la Ópera de Roma, entre otras, y actuó en los principales escenarios del mundo, como la Ópera de París, el Bolshoi de Moscú o el Teatro Colón.
- A los 30 años, es considerado uno de los mejores bailarines clásicos del mundo en la actualidad, con un premio Benois de la Danse en 2018.
- Con su proyecto Despertares llevó a México un programa de formación y fomento de oportunidades artísticas, con impacto social, que incluye un espectáculo que congrega anualmente en un mismo escenario a las más relevantes figuras de la escena internacional de la danza.
- Alguien tiene que morir, la serie que estrena Netflix, es su debut en la actuación. Espera estreno El rey de todo el mundo, película que rodó a las órdenes de Carlos Saura y Vittorio Storaro, y que se verá en el próximo Festival de Cine de Berlín.
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