1º de abril - Luna Park, Buenos Aires.
La lealtad. Todos hablan de ella. En un Luna Park repleto (las entradas se habían agotado una semana antes), la lealtad apareció de diferentes maneras. En la presunta paradoja de un estadio lleno de rolingas rapeando cuando sonaban los acordes de "Una vela". En el relax de un set acústico en el que Pity Alvarez y Daniel Melingo compartían sofá y guitarras avivando la llama del Carpo con un cover de Pappo’s Blues, "El viejo". O en la cara del Pity, curtida en el blanco y negro de las pantallas gigantes que se alzaban al lado de la escenografía de la hormiga totalitaria, cantando esa línea que dice "Es tan difícil ser feliz, pero no es inalcanzable", para abrir el show con el tema "Felicidad, depresión".
Así, por lo bajo, como de atrás para adelante, los Intoxicados (los "comusi") llegaron por segunda vez al mítico templo del boxeo. El debut aquí había ocurrido poco tiempo atrás, el 22 de diciembre, un jueves en que los enredos aparecieron como fantasmas a lo largo de un set de tres horas. Pero hubo revancha. Y valió la pena. A poco de la entrega de los Premios Gardel (Intoxicados tenía nominaciones en Mejor Canción, Mejor Album y Mejor dvd, pero finalmente no se quedarían con ninguno), el sábado 1º las tres horas fueron un paseo a la vez emotivo y rabioso por los seis discos que grabó el Pity (tres con Intoxicados, tres con Viejas Locas). Y eso es lealtad.
Después de la deriva existencial que abrió el set, "De la guitarra" levantó el estadio y generó un pogo bamboleante, extendido y sudoroso que acompañó las líricas durante todo el show. "Se fue al cielo" y "Una señal" completaron la primera tanda y abrieron paso al bloque rapero: "Te la vamos a dar", "Una vela" y "Transan" cayeron una detrás de la otra, con el Pity devenido en mc y el pibe Felipe Barrozo, pequeño gran héroe stone, haciéndole la segunda desde la viola.
El setlist se organizó perfectamente por orden temático. Como en un parque de diversiones, el Pity después del hip hop paseó a sus leales por un segmento nostálgico anclado en Viejas Locas ("Adrenalina", "Lo artesanal" y demás) que calentó gargantas; y por un segmento de reggae en el que "El reggae para los amigos" y "Reggae para Mirta" bajaron un cambio los ánimos para llegar a la primera tregua. Al regreso, después de algunos acordes alegres ("Mi inteligencia intrapersonal" y "Espero que la vida"), el Pity tiró directo al corazón con "Nunca quise" y "No tengo ganas", para la que ya estaba en el escenario Melingo. Marche un tango y un homenaje a Pappo.
Cancionero, rocanrolero, rapero… pistas para entender un show con un escenario de dos niveles (con dos baterías, percusión, vientos, coros femeninos, teclados y sintetizadores, guitarras y bajo) que sirvió como plataforma de despegue a un cosmos musical que incluyó, además, un flash a "Strawberry Fields Forever" (Beatles) y una versión del hit ramonero "The kkk Took My Baby Away" sucia y desprolija, pero… ¿de qué otra manera se podría tocar? En el Luna Park hubo sensatez y sentimientos; y durante toda la noche sobrevoló esa filosofía zen de monoblock con la que el Pity viene regando los discos de Intoxicados. Y eso también es lealtad.
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