Inconvivencia: logrado retrato de un romance que se agrieta
Inconvivencia (Argentina, 2019). Creadores: Martín Kweller y Mariano Hueter. Producción: Kuarzo Entertainment Group, Idealismo Contenidos, Cablevisión Flow. Elenco: Tomás Fonzi, Laurita Fernández, Luis Machín, Cristina Benegas, Luciano Cáceres, Gastón Sofritti, Marina Bellati, Iar Said. Disponible en: Telefe y Cablevisión Flow. Nuestra opinión: muy buena.
Las crisis de pareja han sido un tema recurrente en el cine y la televisión. Y cuando involucran un tiempo prolongado de convivencia, la rutina de una casa compartida, la monotonía de la vida organizada, el inevitable horizonte de la separación despierta angustias, miedos e intentos de salvación. La pareja de Caro (Laurita Fernández) y Lucas (Tomás Fonzi) cumple el fatídico aniversario de los siete años, cifra emblemática que encontró en la famosa película de Billy Wilder, La comezón del séptimo año, una ácida reflexión sobre el deseo, el matrimonio y la hipocresía en clave de comedia.
La serie creada por Martín Kweller y Mariano Hueter actualiza los mismos tópicos que Wilder transitaba en aquella Nueva York calurosa de los 50, en la que un ejecutivo de publicidad descubría en la presencia de su seductora vecina –nadie menos que Marilyn Monroe– una ocasión para poner a prueba su fidelidad, y al mismo tiempo revelar los prejuicios de una sociedad que veía tensados los vínculos tradicionales entre el deseo y el deber. Aquí, la mirada se aleja de la comedia pero mantiene su rigurosa observación sobre las complejas consecuencias que trae aparejada toda crisis profunda, y a la vez compartida.
Las discusiones entre Caro y Lucas se originan en pequeños detalles: un calzoncillo tirado en el baño, una crítica por el desorden, un malhumor mañanero. Cada uno se encuentra ensimismado en sus rutinas laborales –ella es psicóloga; él es bachero de un restaurant boutique– y concentran en la cena y la sobremesa las frustraciones del día, los inevitables egoísmos, los reproches postergados. Si bien el relato se afirma en la voz en off de Caro (quien en sus horas en soledad, mientras corre por el parque, reflexiona sobre lo que vive, esgrime sus miedos y culpas, nos hace cómplices de lo que siente), la serie alcanza un logrado equilibrio entre ambas posiciones, sin condenar a los personajes a conductas maniqueas, acompañando sus decisiones por más erradas que parezcan.
Inconveniencia sorprende por su intimidad, construida en planos cerrados, casi asfixiantes, sobre los rostros de sus dos protagonistas. Sin gritos ni peleas operísticas, la dirección de Hueter consigue que el dolor y la culpa, que la inminencia de una pérdida o un desplante teñido de egoísmo y desesperación, se contengan en el encuadre, en un reflejo lejano en el espejo, en una mirada que busca y no encuentra respuesta. Y aún pese a ciertos convencionalismos, es el mundo de los personajes el que adquiere mejor espesor, en diálogos reales con los amigos, en repercusiones inevitables en el trabajo y la profesión, y en los dilemas de la vida cotidiana que adquieren otro peso cuando la rutina deja paso a la temida y fascinante imprevisión.
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