Iñaki Urlezaga: "Mi forma de bailar es absolutamente argentina"
Seis días antes del estreno de Giselle, con ocho funciones gratuitas en el Teatro Coliseo, el bailarín repasa su mundo
Rara avis. En Iñaki Urlezaga, algo se escurre como las huellas de un pájaro en el cielo. Una dualidad misteriosa que, lejos de ser contradictoria, lo potencia. Preciso arriba y abajo del escenario, Iñaki no hace equilibrio: gravita. Dice no recordar su vida sin la danza. Cuenta que detrás de la casa de su abuela había un estudio y que cuando ella se disponía a dormir la siesta lo dejaba ahí, en un andador, pensando que a él también le llegaría el sueño. Pero resulta que Iñaki soñaba despierto y, mientras su abuela dormía, él empezaba a moverse y a imitar a los alumnos que bailaban en ese salón. Tras un semestre en la Escuela de Danzas Clásicas de La Plata, a los 8 años llegó al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, a los 15 ganó una beca de intercambio en The School of American Ballet en Nueva York, a los 20 firmó un contrato por seis meses con el Royal Ballet de Londres, donde terminó quedándose por 12 años, y a los 30, se integró como primer bailarín al Dutch National Ballet de Holanda. Hoy, a punto de cumplir 40 y al comando del programa federal Danza por la inclusión, Iñaki no sólo sigue volando, sino que, como director y coreógrafo, también le dio alas a la primera bandada de este proyecto que el lunes estrena Giselle en el Teatro Coliseo, con ocho funciones gratuitas.
-¿Es mito o realidad que el ballet es sólo para unos pocos?
El ballet es elitista. En la Argentina se necesita mucho dinero tanto para estudiar como para disfrutarlo.
-¿Aunque la educación que brinda el Instituto del Colón sea gratuita?
-Sí, porque, aunque cualquiera puede inscribirse y rendir los exámenes, es muy caro comprar la ropa de danza, las zapatillas de punta y todos los elementos necesarios para el estudio. Siempre la abuela o la tía te regalan algo y salís adelante, pero tampoco es un hobby que puedas hacer sólo dos veces por semana. Además, la formación suele reforzarse con clases privadas. Por otra parte, la mayoría de la gente no tiene dinero para pagar una platea que cuesta 1500 pesos, hay pocas funciones gratuitas y los precios populares suelen ser en la última fila, algo que para el ballet no sirve porque no se ve nada. No es un teatro abierto a la ciudadanía. El Teatro San Martín, en cambio, es mucho más popular, con teatro del mejor a precios accesibles. La gente no tiene la continuidad de ir al teatro porque no tiene recursos para hacerlo. Es curioso porque está lleno de bailarines consagrados que, por mérito propio, acercaron la danza al público, pero las políticas públicas en torno a esta situación casi no se han modificado.
- ¿Danza por la Inclusión busca revertir eso?
Este programa que impulsa el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación acerca la danza a todos y ofrece la posibilidad de empezar a conocerla. En 2013 comenzamos con audiciones por todo el país. Ya se hicieron unas 50, y a aquellos bailarines con capacidad artística y buena formación se los contrató como profesionales. Ya somos 48, pero buscamos ser 60, y estamos creando la primera Compañía Nacional de Ballet. En Capital Federal encontramos mejor calidad de profesionales porque hay mucha oferta académica para perfeccionarse, pero en las provincias también hay elencos estables muy competentes, incluso encontramos grandes talentos que se formaron tomando clases en gimnasios y otros espacios no calificados. Este proyecto promueve un plan educativo para llevar la danza a todos los lugares donde se quiera estudiar.
- ¿Cómo fue la experiencia con Giselle para Danza por la Inclusión?
El público tiene en mente a los mejores bailarines representando a los clásicos. Por eso siempre explico a mis bailarines que nuestro reto más grande es el de poder bailar una obra clásica, que ha sido representada muchas veces y por grandes intérpretes, con la identidad y el profesionalismo suficientes como para recomponer una imagen ya instalada en el colectivo imaginario. Muy pocos de los bailarines que integran la compañía estaban familiarizados con Giselle, que es una obra superfamosa y popular, pero, a la vez, es muy difícil. Por eso trato de darle confianza y tranquilidad al equipo. Están muy capacitados, la compañía ha crecido y se ha unificado. Mi idea es que los chicos terminen el año con un poco más de zapatilla gastada, que se sientan formados tras dos años de trabajo intenso a mi lado.
- Pasaste 12 años bailando en Londres. ¿Tu rigurosidad y disciplina son rasgosbritánicos?
Eso tiene que ver tanto con mi formación profesional como con mi entorno familiar y social. Hago lo que mejor sé hacer con la mayor rigurosidad posible, maximizando lo que tengo para dar con humildad, respeto y dedicación. Eso hace que siempre busque orden, tranquilidad y disciplina. Sólo así puedo crear arte y llegar al resultado que busco. Tampoco creo que la danza sea tan importante y sé que nunca voy a ser un Borges, que no voy a cambiar la humanidad con lo que hago, no estoy subido a ningún caballo.
-¿Te sentís de acá?
No y sí. No me siento porteño, no me identifico con el caos. Sí con La Plata, con su olor a tilo y con los vínculos cercanos que ahí tengo. Pero, al mismo tiempo, amo la Argentina. Buenos Aires es maravillosa, tiene una gran oferta cultural y gente muy talentosa. Sí creo que mi forma de bailar es absolutamente argentina, algo que va más allá de mi formación europea. Hay algo en mi manera de sentir que es sensible a lo latino. Mi forma natural de expresión, la forma en la que gestúo y me comunico pasa por recuperar lo natural y espontáneo de la emoción. Y esa frescura es argentina.
¿Cómo se logra el equilibrio emocional en una profesión en la queel ego está tan involucrado?
Mucha literatura, mucho psicoanálisis y, fundamentalmente, haber hecho todo a pulmón. Cuando todo te cuesta tanto y los frutos llegan tan despacito, no te abrumás de golpe. Los artistas trabajamos para el otro y siempre tuve en claro que lo que hago puede gustar o no. Nunca tuve un círculo de reidores. No tengo los amigos del campeón. Siempre recibí críticas, pero la opinión ajena es tan poderosa como la mía y la tengo en cuenta, pero no por eso me supedito a su mirada. Cuando la crítica es constructiva, la tomo como un espejo que me permite ver ciertas cosas. Como bailo en la mayoría de las obras que dirijo, muchas veces no puedo estar en la platea y no puedo completar la visión de esa cuarta pared que para mí tiene todo escenario: el público. Un espectáculo solamente se completa con el público, que no es una masa en silencio, sino un conjunto que piensa cosas disonantes. Si observás y escuchás sus latidos con una lupa durante la función, podés darte cuenta de qué es necesario cambiar.
¿Estás trabajando en algo nuevo?
La compañía está ensayando un espectáculo de tango. Después haremos El lago de los cisnes. Empiezo a pensar los proyectos por lo menos dos años antes de que se materialicen. Parto de música que me inspira, necesito madurar la idea, recrear el mundo de lo que quiero contar, sentir su aroma, impregnarme de los personajes, y recién ahí aparece la coreografía.
Giselle
Lunes 31 de agosto al martes 8 de septiembre, a las 20.
Teatro Coliseo, M.T. de Alvear 1125.
Entrada libre, reservas: desarrollosocial.gob.ar/danzaporlainclusion
Cuando deje de bailar...
"Todo termina en la vida. La danza también. Como las hojas de los árboles que van cayendo y muriendo, mi cuerpo también. No tengo la misma plasticidad que antes y prefiero no forzarlo, elijo quedarme con el recuerdo de lo que hice antes en mi carrera.
"Una gran maravilla que me ofrece la vida, además de bailar, es la posibilidad de coreografiar. Es algo que vengo haciendo desde 1999, cuando fundé mi propia compañía, Ballet Concierto, y con lo que ahora continúo desde Danza por la Inclusión.
"Nunca bailé como la estrellita que busca el aplauso y sale a brillar sola. Siempre me preocupé porque los demás se vieran bien en mis obras. Tengo mucha pasión por lo que hago y una vocación muy definida, así que el día que deje de bailar me dedicaré a dirigir. Me gusta montar obras, inspirar a los bailarines, trabajar con ellos en la sala de ensayo, hablar con los técnicos, escenógrafos, vestuaristas, figurinistas y todos los que ayudan a crear la obra que quiero. Es una tarea ardua que, además, excede lo artístico. Creo que voy por ese camino.
"Además, hace tres años que estudio canto lírico. Pero sólo como hobby, porque me encanta el Renacimiento, pero no tengo talento para cantar. Estoy educando la voz, sintiendo cómo resuenan mis cuerdas vocales: era una parte mía que no había explorado. Tampoco me pondría a actuar, no tengo formación y me moriría de vergüenza. Soy tan riguroso y estudioso con lo mío que no me veo ejerciendo otra profesión artística."
Nueva York versus Londres
"En mi séptimo año de estudio, como tenía el mejor promedio, el Colón me becó para hacer un curso de verano en Nueva York. Una vez allí me ofrecieron quedarme un año más y me perfeccioné con el maestro danés Stanley Williams. Me gustó la formación que recibí, pero no vivir en Nueva York. No siento afinidad con la sociedad, la cultura o la comida de Estados Unidos. Allí hay más posibilidades y más disciplina, pero no hay cultura ni talento artístico, no hay creaciones propias. Todo se importa: montan obras bellísimas, pero el autor es británico, las luces francesas, el coreógrafo ruso. Tienen los medios, la habilidad y la inteligencia para capitalizar las creaciones de otros, pero, a la hora de bailar, en Estados Unidos no se aprende nada fuera del gran George Balanchine, ruso al que americanizaron y transformaron en insignia.
"En cambio, en Londres, cuando llegué al Covent Garden pude palpar el trabajo artesanal hasta en el olor del teatro. Tuve la suerte de tener una gran afinidad con el director que me contrató [Anthony Dowell] y, aunque firmé el contrato por seis meses, terminé quedándome 12 años. Ahí aprendí todo lo que soy hoy en día. Además, haber vivido solo en otro país desde tan chico me hizo madurar, empezar un vínculo muy agradable conmigo mismo. Creo que todo artista tiene una profunda soledad y yo aprendí que puedo ser feliz en mi mundo interior."