El arpegio de guitarra española que ataca desde el comienzo en “Valentino Demons” mete tanto miedo que podrías cagarte en los pantalones. Faltan dos tracks y se termina el disco, pero Yung Beef te tiene atrapado en una discoteca del infierno a la hora en que las caras empiezan a transformarse. “Me he comprado unos Rick Owens”, dice, “los combino con los Valentino/En el club con mis demonios nunca dormimos/Ella está haciendo el amor, yo sólo la chingo, la chingo...”
A.D.R.O.M.I.C.F.M.S. 4 es la pesadilla de un perro de la calle que sueña en la cama de un hotel cinco estrellas; justo como Yung Beef durmiendo en sábanas de 800 hilos en la foto de la tapa. Si el primer A.D.R.O.M.I.C.F.M.S. era crudo –el relato de un fregaplatos nihilista que venía a robarse la escena– y A.D.R.O.M.I.C.F.M.S. 2 lo consagró como la cara del trap de España en las pasarelas del mundo (desde entonces desfiló para Calvin Klein y Pigalle, entre otras marcas), éste es su disco más lujoso en términos de concepto, producción y sonido. Diez de los 17 tracks tienen beats de Steve Lean, su viejo aliado creativo, empezando por la “Intro”, casi un género aparte en el que Yung Beef tiene una maestría.
“Antes de empezar ya estoy llorando” es lo primero que dice, y lo que sigue es una de sus mejores letras: una carta a su madre, en la que recuerda sus consejos (“Mi mamá me dijo: ‘El alma no la vendas’ (for real)”) sobre otro instrumental con cuerdas de Steve Lean, la especialidad del miembro uruguayo nacionalizado español de 808 Mafia.
Es un viaje solitario (su primer disco sin feats, y también el más extenso) cuyo territorio es la noche, como en “Me perdí en Madrid”, producida por la dupla Lowlight, donde Yung Beef va “por la avenida con ideas suicidas”. Su visión punk del trap está por todas partes, más allá del work in progress “Rosalía”: antes de editar el disco, borró todos sus videos para evitar que YouTube le diera “la placa de youtuber comemierda”, algo que un fan comparó con “Nerón incendiando Roma”. Sin embargo, lo que define al disco es el conocimiento que Yung Beef tiene de las profundidades de la pista de baile. Con la voz rajada, canta más que antes y usa con originalidad tanto su mapa de referencias (de Skins a Tego Calderón) como una variedad de esquemas rítmicos urbanos, del reggaetón antiguo de “Infierno” al cloud rap de “Brazy” (con la pista de Bones) o el trap banger de “CBR” (de DPBeats, el productor de Chief Keef) y la primera parte del track doble “Shootin x Provation”, donde se proclama Rey del Underground. Pero lo que pone a este fashion nigga a otro nivel no es que nombre a Owens, Valentino, Balmain, Vetements, Dsquared2, Prada, Balenciaga y Virgilio en la misma canción (“Valentino Demons”) y encima le quede bien. La novedad es que empuja los límites rediseñando el Eurodisco para la cruel era del IG, como en “Rosas azules” o “Cold Turkey x Solté tu mano”, con esa frase tremenda al final: “Solté tu mano y te dejé caer/Ya no tengo tiempo que perder, bebé”.
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