Hugo Díaz: se publicó el eslabón perdido de una minuciosa colección de grabaciones del gran armonicista
A más de diez años del lanzamiento de cuatro ejemplares que rescataron su obra, el “Volumen 3″, recientemente editado, termina de definir el estilo incomparable de un artista único
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Artista: Hugo Díaz. Álbum: Antología Vol.3. Canciones: “Para mis paisanos”, “Todos los domingos”, “General Pinedo”, “Cantando se van las penas”, “La Cumparsita” “Villanueva”, “La tardecita”, “Por eso vengo”, “No quiero que te vayas”, “Agitando pañuelos”, “La López Pereyra”, “Zamba de usted”, “Inolvidable” y otros. Edición: Sony Music. Calificación: muy bueno.
Hugo Díaz: Antología Volumen 3 es una especie de eslabón perdido. Se publicó hace un par de semanas y ocupa un lugar que había quedado vacante en ese gran racconto sonoro que hace casi quince años se comenzó a publicar sobre el legado del genial armonicista santiagueño. En 2009 se publicó una primera serie de dos volúmenes, que incluyeron registros de los períodos 1952-1953 y 1954-1957. Tres años después aparecieron grabaciones realizadas por Díaz entre 1967 y 1968 (denominadas Volumen 4) y 1970-1971 (Volumen 5). Faltaban algunos incunables para que el Volumen 3 pudiera salir a la luz. Y ocurrió este año, con 31 obras datadas entre 1953-1966.
Hugo Díaz fue un personaje muy particular. Tanto para el público argentino como para aquellos que los escucharon alrededor del mundo. Fue uno de los grandes armonicistas de nivel internacional, pero su talento primero (y último) no fue su agilidad para ese pequeño instrumento sino su musicalidad. A primera vista -porque lo primero que subyace de este trabajo es la imagen en blanco y negro de Hugo con una armónica en sus labios y el nombre de las músicas que interpreta- se trata de un disco testimonial luego de una gran pesquisa de materiales que demandó más de una década encontrar. Incluso había una figurita difícil que finalmente apareció: una versión de “La cumparsita”.
En medio de esta larga lista que conforma una producción en CD doble hay diferentes aristas de este versátil intérprete. Están aquellos temas que son los que más se pueden esperar, que tiene que ver con las danzas de zapateo de noroeste argentino y que Díaz, como santiagueño de pura cepa (nacido en la capital de Santiago del Estero en agosto de 1927) mamó desde la cuna. Pero también hay curiosidades como una música parecida al foxtrot llamada yenca, bolero, bossa nova, taquirari y algunos ritmos orquestados que no le hicieron mucho honor a su calidad como músico (no por su manera de tocar sino por el ensamble de la orquesta). Finalmente, o especialmente, varios chamamés y la angelical voz de Victoria Díaz (esposa de Hugo, madre de Mavi Díaz y, además, hermana de otro músico genial, el percusionista Domingo Cura) que le da, con su participación en un par de obras, un matiz tan delicado y bello a esta producción.
Ahora volvamos a la musicalidad del artista en cuestión y al contexto de estas grabaciones. En aquellos años, en ese folklore que se tocaba sencillito y de alpargatas comenzaban a aparecer inquietudes de vanguardia. Díaz fue uno de esos inquietos estandartes para darle un nuevo impulso. Y aquí vale preguntarse, cuando se escuchan algunas de estas grabaciones, si lo suyo no estaba muy por encima de la labor de algunos de los que lo acompañaron. Quizá sea mejor pensar que fue un virtuoso que creó un canon para la armónica en la música popular argentina y puso las primeras huellas que otros, efectivamente, siguieron. Su temprana muerte, a los 50 años, no le dio más opciones que esa. Pero su legado terminó siendo grande y, sobre todo, perdurable.
Su propia evolución está magníficamente “contada” en este Volumen 3. Mientras que las grabaciones de la década del cincuenta suenan con cierto recato -muchas de ellas seguramente fueron como temas que acompañarían el baile (chacareras, escondidos y polcas)-, con el tango “La Cumparsita” y, sobre todo, el clásico chamamecero “Villanueva”, se abre un nuevo universo Díaz. En el último tramo del primer CD y durante casi todo el segundo se escucha a un Díaz en una plenitud expresiva. Si “Villanueva” es una clase chamamecerera (con un tempo diferente de como lo intepretaron los patriarcas de este género del litoral), se podría decir que también para volúmenes enciclopédicos quedan las versiones de zambas como “Agitando pañuelos” y “De Usted”. En estas grabaciones (para las que seguramente hubo que hacer un gran trabajo de restauración sonora), Díaz es deliberadamente prolijo y desprolijo, según sus necesidades estéticas. Cada vez que toca la nota limpia y plena o cuando pega alaridos roncos lo hace con inequívoco criterio estético y, si vale volver al comienzo, con extrema musicalidad. Una que resiste el intento de dominio que pretenda imponer cualquier pentagrama.
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