Horacio Guarany: el gran cantor popular
Figura destacada en la escena de la música nativa, queda el recuerdo de su carisma y un repertorio de grandes canciones
Cuando muera este cantor nadie diga que murió./ Cantor que un día se muere/ es porque nunca vivió./ Cantor que de verdad no muere/ se va un ratito nomás./ Y en cuanto uno se descuida/ vuelve por el pajonal."
En la madrugada de ayer falleció una de las más importantes figuras del folklore argentino, Horacio Guarany. El cantor, de 91 años, sufría problemas cardíacos crónicos y su corazón se detuvo cuando ya estaba convertido una leyenda del folklore: temperamental, polémico, directo en sus comentarios, carismático y, sobre todo, un gran creador de canciones que son ineludibles, al momento de hablar del cancionero de la música nativa.
Horacio había nacido el 15 de mayo de 1925 y fue anotado en la localidad de Las Garzas, en el chaco santafesino, como Eraclio Catalín Rodríguez. Pasó buena parte de su infancia en Alto Verde, paisaje al que volvió más de una vez a través de sus canciones. Con el sueño de ser cantor, el joven Rodríguez dejó el pago y viajó a Buenos Aires para buscar oportunidades con la música. Al principio las encontró entre tangos y boleros mientras pasaba por varios oficios. A fines de la década del cincuenta se abrió camino en el folklore y tuvo el privilegio de ser uno de los músicos de la primera camada que pasó por el escenario de Festival Nacional de Folklore de Cosquín.
El carisma demostrado en escena y los perfiles de las canciones (el amor, la denuncia y la protesta) templaron el carácter del personaje al que se apodó "El Potro". Quizá por esto no fue casual que participara y ganara popularidad con dos producciones cinematográficas que tuvieron la dirección de Enrique Dawi, Si se calla el cantor, de 1973, y La vuelta de Martín Fierro, de 1974.
El repaso de varias décadas de carrera da cuenta de un Guarany de gran convocatoria, tantas veces polémico, aparentemente contradictorio en cuestiones políticas y, fundamentalmente, extravertido. Su voz se escuchaba fuerte hasta cuando susurraba. En los años 70 estuvo ligado al comunismo. Recibió amenazas y fue víctima de atentados. Se exilió en España y regresó a la Argentina a finales de 1978. A principios del año siguiente pusieron una bomba en su domicilio. Por ese motivo optó por un bajo perfil hasta el restablecimiento de la democracia. En la década del 90 continuó publicando discos y escribió tres novelas: Sapucay, El loco de la guerra y Las cartas del silencio.
Por aquellos años nunca ocultó su amistad con Carlos Menem: "Yo soy amigo de Menem, no menemista", aclaraba hace una década, durante una charla con LA NACION. Ese día también habló de épocas y estilos de composiciones. "Existen modas. Hubo diferentes épocas, una fue la de la canción de protesta. Era lógico, el pueblo no podía hablar. Y yo fui uno de los mayores creadores de esas canciones. Los cantores teníamos que decir lo que la gente no podía. Al llegar la democracia el pueblo comienza a defenderse solo. Eso no quita que yo tome algunos temas sociales. Pero ahora las canciones de protesta las canta el pueblo".
La voz polémica
Con ese vozarrón fue protagonista de polémicas arriba y abajo del escenario. Cruzó acusaciones con Mercedes Sosa en temporadas festivaleras. La cantante había atacado al cantor por una de sus debilidades: su gusto por el vino. En otro ámbito, arremetió contra el público de la música clásica: "Yo cerraría el Teatro Colón; todo ese dinero que cuesta mantenerlo para alegrar la vanidad de unos cuantos panzones, millonarios, ricachones lo usaría para que se den conciertos populares en todas las provincias y se aplique el federalismo cultural", había dicho.
También se podría pensar que tomó distancia de algunos colegas de la música popular cuando escribió: "Cantor si cantas bajito/ sordos te van a escuchar/ cantales con todo el alma/ la oreja habrán de parar". Ironía aparte, eso no quedó sólo en el discurso. El Potro se transformó en uno de los mejores ejemplos de sus versos. Basta con recordarlo sobre el escenario mientras se escuchaban las furiosas guitarras y el bombo que lo acompañaba mientras su garganta arremetía con un "Caballo que no galopa", "Si se calla el cantor", "Zambita de Piel Morena" y la maravillosa "Coplera del prisionero", que compuso a partir de una letra de Armado Tejada Gómez.
Su voz es la primera referencia de varios títulos como los ya mencionados. Mientras que otras de sus canciones excedieron sus actuaciones y discos. Muchos cantantes abordaron la composición dedicada al amor, donde don Horacio imprimió varios matices. "Puerto de Santa Cruz" hace foco en el amor pero también en el paisaje. Los versos dedicados a esa "Piel morena... de azucena" suenan con violenta pasión. "La villerita", en cambio, combina la ternura y la esperanza ("Vuela antes que la noche cubra tus días", dice el último estribillo) con la bronca y la denuncia que trae la historia de una adolescente que se prostituye para vivir.
De los románticos hay más ejemplos ("No quisiera quererte", "Alma mía en la noche" y el clásico "Canción del adiós") que Enrique Llopis grabó en el CD de homenaje Cantor enamorado, donde todos los temas llevan la firma de Guarany.
Con el espectáculo Hasta siempre cantor, amagó con el retiro, pero el título de su espectáculo sólo fue el arma promocional para un recital que dio en el teatro Gran Rex. Guarany continuó su camino y hasta supo acercarse a las generaciones de artistas que lo sucedieron. Creó todo un estilo. De ahí que cuando el Chaqueño Palavecino ganó popularidad el carisma de ese cantor fue directamente relacionado con el del Potro. También fue padrino artístico de jóvenes como Luciano Pereyra y, en 2002, compartió un espectáculo en el Luna Park con Soledad.
Seguro de su carisma y de la devolución del público, nunca se sintió desplazado. Promocionó a los nuevos valores y recordó a los mayores. Aunque pareciera un gesto de excentricidad, a modo de homenaje llamó a los árboles de su casa (la quinta Plumas Verdes, ubicada cerca de Luján) con el nombre de varios de sus amigos, grandes músicos y poetas de su generación o anteriores, que partieron primero. Horacio fue todo eso: la excentricidad, la contradicción, la bravura, el verso romántico, la canción de denuncia y la de protesta; el folklore.