Homeland cerró su sexta temporada con una muerte "necesaria"
¡Atención, hay spoilers! Carrie Mathison y Peter Quinn, devenido en héroe, salvaron a la presidenta electa
Carrie Mathison volvió a sufrir una pérdida en el final de la sexta temporada de Homeland . La astuta, valiente y bipolar ex agente de inteligencia que encarna Claire Danes sigue siendo no sólo la protagonista excluyente de la serie sino también en quien se sostienen para prolongar una historia que está lejos del brillo de las primeras dos temporadas.
La sexta temporada, que como las anteriores se resolvió en doce episodios, venía pidiendo a gritos desde su comienzo mismo un trago bien fuerte para despabilar a sus espectadores que, sabemos, los tiene bien fieles y cautivos. Pero como si se tratara de uno de esos rituales en los que un supuesto dios le pide como ofrenda a sus fieles una vida humana, en Homeland alguien debía morir. Y debía ser un personaje querido. Y su final sorpresivo. Bueno, eso se cumplió, pero en parte.
El entrañable Peter Quinn (Rupert Friend) fue la ofrenda que este final necesitaba. Claro que se trató de un final anunciado desde el comienzo mismo de la temporada, cuando el entrenadísimo agente volvió de Berlín más cerca del mundo de los muertos que de los vivos. Las secuelas que le dejó un envenenamiento que casi terminó con su vida una temporada atrás fueron tan evidentes como imborrables. Una cojera y un daño cerebral irreparable hicieron del listo y apuesto Peter Quinn un despojo humano. Pero el guión tenía reservado para él un final heroico.
En "America First" (América primero), nombre del episodio final y frase nacionalista si las hay y que el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, recobró con fuerza, Quinn se inmola para proteger a Carrie y a la presidenta electa Elizabeth Keane (Elizabeth Marvel). Víctima de un complot que busca acabar con su vida y que orquesta el malvadísimo líder de la C.I.A. Dar Adal (F. Murray Abraham), la futura mandataria sólo podrá escapar del trágico final con la ayuda de nuestro héroe.
En el hotel en el que se hospeda Keane, en Nueva York, acaba de explotar una bomba cuando uno de los vehículos de su comitiva dejaba el edificio. Carrie, como siempre, visualiza la situación unos segundos antes y detiene el auto de la presidenta antes de que salga del estacionamiento. En el exterior del edificio hay una marcha en contra de Keane (“ella no es mi presidenta”, dicen los carteles). La acusan de haber protegido a su hijo, un ex militar muerto en batalla, para que éste tuviera un trato especial. Un programa de televisión con muy buen rating edita y falsifica lo que allí sucedió: lo muestran al hijo de la presidenta huyendo de una batalla. También cuenta con testimonios falsos que apoyan esas imágenes manoseadas y trucadas.
Afuera del edificio Peter Quinn observa cada uno de los movimientos y entiende antes que nadie el plan que se está desarrollando. Adentro, Carrie y Keane huyen, entran a un ascensor y, cuando la puerta se abre, del otro lado el héroe aparece para rescatarlas. Se suben a un auto, salen a la calle y se encuentra con una barricada de soldados que les apunta. El general McClendon, que dirige la operación, convenció a los suyos que Quinn es un loco de la guerra que quiere acabar con la presidenta electa. Por eso, al verlo salir en velocidad del hotel, las balas militares apuntan contra su cuerpo. En el asiento trasero viajan Carrie y Keane. “Haz lo que te digo”, le dice Peter a su amiga. Le pide a ella y a la presidenta que bajen sus cabezas y el avanza hacia esa barricada humana que pone fin a su vida. La presidenta electa es rescatada, pero no finaliza allí la historia.
Seis semanas después, ya con Keane en el poder, la presidenta le ofrece a Carrie una asesoría. Le promete que no iniciará una cacería contra los servicios de inteligencia, pero hace todo lo contrario. Si bien el primero en caer en prisión es Dar Adal, luego le siguen muchos más, algunos evidentemente inocentes como el queridísimo Saul Berenson (Mandy Patinkin). Una vez más Carrie se encuentra en una encrucijada que le deparará nuevos interrogantes. Si la sexta temporada sufrió una meseta en los primeros seis episodios, la séptima debe afilar el lápiz para evitar el aburrimiento, el peor pecado para una serie que siempre nos ha mantenido en vilo.
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