Hollywood, la tierra prometida
Damián Szifron nació el 9 de julio de 1975. Muy lejos de Ramos Mejía, la ciudad natal del director de Relatos salvajes, a apenas 10 minutos de viaje en auto desde el corazón de Hollywood, se diseñaba en ese mismo momento en los estudios Universal la tercera temporada de El hombre nuclear (The Six Million Dollar Man).
Eran tiempos en que las series más populares se programaban en el horario central de la televisión abierta de la Argentina con un entusiasmo todavía más elevado del que existe hoy por la misma razón. El fervoroso culto actual por ciertas series y temáticas no estaba, como hoy, asociado solamente a los ruidosos cenáculos integrados por feligreses incondicionales. Lo que caracterizaba en los años 70 a aquella primera gran ola de series era la masividad. En Estamos en el aire, la espléndida y documentada historia de la televisión argentina publicada por primera vez en 1999, se consignaba que El hombre nuclear, Centro médico, Mujer policía y Bonanza integraron la lista de los 20 programas más vistos de 1975.
La expectativa y la pasión con que se vivían estas cosas en la Argentina de aquél tiempo alcanzó situaciones casi inverosímiles. A principios de la década de 1980 visitó nuestro país Lindsay Wagner, a quien le alcanzó con un puñado de apariciones en El hombre nuclear como Jamie Sommers, la esposa de Steve Austin (el personaje central) para asegurarse una serie propia, que aquí se llamó La mujer biónica. Wagner llegó en el apogeo del interés por la serie y hasta se dio el lujo de participar en un clásico entre Boca y River del fútbol veraniego. A estadio lleno en Mar del Plata, la chica dio el puntapié inicial del juego, una ceremonia hoy casi abandonada. Y casi nadie se acuerda que llegó a participar como estrella invitada de algún capítulo de La infiel, una popular telenovela de entonces con Arnaldo André.
Wagner no recorrió más que una vez la ruta aérea de ida y vuelta entre Los Angeles y Buenos Aires. Cuatro décadas después, a Szifron le tocará sumar muchas más millas a lo largo de ese mismo trayecto. Son otros tiempos, de mucha mayor conectividad y con la globalización aceptada como algo natural. Pero los temas no cambian. El director de Relatos salvajes, según supimos el último lunes, escribirá y dirigirá la llegada al cine de El hombre nuclear, que será interpretado por Mark Wahlberg.
Szifron había deslumbrado a Hollywood con su exitosa película, que más allá de la nominación al Oscar de este año tuvo un destacado recorrido comercial en los cines estadounidenses. Durante los meses posteriores a esa consagración pudimos comprobar los resultados del insistente cortejo de varios relevantes productores al director argentino. Primero, en marzo, llegó el anuncio de su posible debut en inglés con un thriller que escribiría y dirigiría para los estudios Tri Star. Más adelante apareció la novedad de su convocatoria para firmar el guión de El hombre nuclear. Y ahora llega la definitiva confirmación de que Szifron ya juega en las ligas mayores de la capital del entretenimiento: además de escribirla ocupará la silla del director.
"Estamos ansiosos por crear un Steve Austin para el siglo XXI", se entusiasmó Wahlberg en la declaración oficial que acompañó al anuncio del lunes. Desde el mismo comunicado, Szifron se permitió mirar hacia atrás. Recordó que, mientras crecía, historias como la de El hombre nuclear dejaron en su memoria "una marca indeleble".
Para alguien como Szifron, cuya educación sentimental (y también formal, podría decirse) se construyó en su mayor parte desde la materia prima provista por el cine y la televisión, la tradicional definición de Hollywood como la meca del cine adquiere un sentido absoluto, definitivo. Sabemos desde Los simuladores que el mundo de Szifron es el de la narración clásica y su talento para utilizar ese estilo al servicio de la actualización de los inconfundibles géneros del cine estadounidense.
El anuncio de este nuevo capítulo en la carrera de Szifron bien podría inaugurar otro capítulo de Babilonia gaucha, una investigación sobre los vínculos entre Hollywood y la Argentina plasmada en dos libros llenos de documentación, anécdotas y revelaciones escritos por Diego Curubeto y publicados en 1993 y 1998, respectivamente. En los primeros tramos del primero de ellos, el autor caracteriza a Hollywood como una suerte de paraíso e infierno "de directores que a través de décadas vendieron el alma y la libertad para filmar". Para ilustrarlo recurre a una clásica definición de Jean Renoir ("Hollywood es una gran fortaleza que despierta sentimientos opuestos: los que la ven desde afuera sólo desean poder entrar en ella, mientras los que ya entraron sólo desean pod er salir"), que encabeza uno de los capítulos del primero de los dos libros.
Agrega Curubeto que, aplicado al caso argentino, "el noventa y nueve por ciento de los directores de cine sólo pudo soñar con la fortaleza" y muy pocos ingresar en ellas con "resultados poco alentadores". Esa magra lista, que incluye nombres como Luis Saslavsky, Tulio Demicheli, Leopoldo Torre Nilsson, Adolfo Aristarain y Luis Puenzo, tuvo como ejemplo más brillante a Hugo Fregonese, el gran director de Apenas un delincuente, que pudo desarrollar en el Hollywood clásico una carrera más o menos constante a través de una decena de títulos en los años 50 que mucho más tarde fueron rescatados de un injustificado olvido.
Con lo que ocurre ahora con Szifron (y no solamente con él) podría empezar a reescribirse esa misma historia. Como antes, Hollywood es un imán constante para directores de todo el mundo. Y también como antes, sobran ejemplos de éxitos resonantes y también de carreras prematuramente tronchadas por los efectos del pacto fáustico que muchas veces los realizadores extranjeros se ven llevados a firmar.
Pero el paradigma actual no es exacto reflejo de lo ocurrido en los años 50. Los realizadores tienen más recursos a su alcance sin moverse demasiado de su tierra, y la globalización les permite ir y volver con mayor comodidad sin forzar el desarraigo ni llevarlo hasta un punto sin retorno.
Juan José Campanella, sin ir más lejos, puede pasar temporadas enteras en Hollywood dirigiendo televisión (su último trabajo, la serie Colony, todavía no fue estrenado) pero sus proyectos cinematográficos más ambiciosos están en la Argentina. Andrés Muschietti triunfó con Mamá y su carrera en Hollywood con el cine de terror aparece promisoria, mientras sueña con filmar en nuestro país. Tal vez pase lo mismo con Szifron, que tendrá 42 años cuando se estrene en diciembre de 2017 su película sobre El Hombre nuclear. Apenas un año menos del tiempo que separa al nacimiento de la serie original (1974) de la película que sueña con resucitarla.