El 20 de mayo de 2000 la Federación de Box albergó -sin colgar el cartelito de sold out- el primer evento oficial de artes marciales mixtas del país: Combate Extremo. Casi veinte años después, UFC , la empresa más importante del mundo de las MMA, llega a Buenos Aires con una velada en el Parque Roca y pone a la venta 15.000 entradas. La pelea principal de la noche es la de un argentino: Santiago Ponzinibbio, que se enfrentará al estadounidense Neil Magny pensando en disputar el título de la categoría welter el año que viene. ¿Qué pasó entre un acontecimiento y el otro? Pasó el prejuicio, pasó la difusión, pasó la pasión y -en menor medida- pasó la inversión.
"Este deporte prendió en el mundo, crece cada vez más y va a seguir creciendo. Pasa que en la Argentina somos un país muy limitado con eso: no tenemos becas deportivas, no le dan bola, no hay guita", dice Francisco Fernández de Rosa, que debutó profesionalmente en las MMA en 2013. La academia que representa, GOA, fue clave en este desarrollo que tiene más de empuje y buenas intenciones que de apoyo real. "En la actitud al subir a pelear estamos bien, pero en la parte física, técnica, de cuidados y demás, somos cavernícolas. Hoy en día cualquier persona es cinturón azul de jiu-jitsu o sabe tirar tres piñas da clase de MMA y hace pelear a los pibes. Eso termina bastardeando todo", coincide Alejandro "Búfalo" Ortíz, que a fines del mes pasado le birló el cinturón de los semipesados al mexicano Arturo "Toluco" Contreras en kick boxing, pasó por el boxeo y también pelea MMA.
La gran deuda, decíamos, son los sponsors que aceiten los engranajes. "No hay marcas que te bancan solamente por entrenar. Acá los chicos tienen que entrenar, ir a dar clase, capaz que tener otro laburo y después entrenar de nuevo. En los eventos que se hacen acá los cachets para los peleadores son muy bajos. Una pelea te la pagan 15 mil pesos y vos te tenés que preparar tres meses para pelear", dice Fernández de Rosa. Con todo, la televisación de eventos como Strikeforce por parte de Space o la primera aparición en la pantalla de Fox de UFC disparó un interés que logró vencer el primer escollo con el que el mal llamado "vale todo" se encontró: el que decía que no era deporte, sino barbarie. "A mí no me gusta y no lo comparto. No entiendo la agresividad con la que se manejan. En el boxeo, cuando un tipo le pega a otro y lo desconecta, hace un paso atrás. En cambio en las MMA el tipo cae y le siguen pegando dormido en el piso con una violencia inexplicable, como si lo quisiera matar", dice Matías Vidondo, que además de ser el campeón argentino de los pesados en boxeo es médico. Pero Fernández de Rosa, desde adentro, se desmarca: "Eso es desconocimiento. A medida que va creciendo el deporte la masa se va dando cuenta de que no es así, de que atrás de eso hay una técnica milenaria, hay mucha preparación, muchos códigos. Es un deporte de contacto, obviamente, no estás jugando al golf, pero la violencia está bien canalizada".
Parte del mundo del box -acaso la rama más tradicionalista- sigue mirando de reojo lo que pasa dentro de la jaula. "Hay una pica porque vienen a ser medio chetas las MMA, el kickboxing y todo eso. Y en el boxeo está el que viene peleando en el barrio, el que viene de las calles, el negrito", cuenta Ortíz. Sin circuito local establecido (por fuera de Arena Tour, que fue el gran evento argentino) y luchando contra una situación económica general que está lejos de ayudar, las MMA en la Argentina se las arreglan, de todas formas, para seguir ganando adeptos: "El boxeo es muy lindo verlo, pero hoy en día las MMA lo desplazaron. Hacés un evento de boxeo y metés 150 personas, y hacés uno de MMA y metés más de 400. Público hay. Por algo UFC es para 15 mil personas y ya tiene la mayoría de las entradas vendidas", remata el Búfalo.