Hernán Franco, un actor con una potente facilidad de expresarse
El "tapado" de El homosexual o la dificultad de expresarse, de Copi, que terminó acaparando todas las miradas
Hernán Franco es ese tipo de actor que imagina a una Niní Marshall haciendo Beckett (algo que explicará más adelante). En El homosexual o la dificultad de expresarse, la obra Copi que se estrenó el año pasado en el Teatro Nacional Cervantes, y que se repondrá en junio, desplegaba momentos avasallantes como si esos textos hubieran sido escritos para ese cuerpo desbordante de expresividad y matices. En el amplio mapa de las subjetividades, su Madame Garbo fue uno de los mojones del año pasado. Su forma de ocupar el espacio, el manejo de fuerzas contrarias y expansivas en escena fueron otras de sus marcas en El fiord, la ópera de cámara basada en el relato de Lamborghini, versión tan pop como política, que Silvio Lang dirigió en el CETC.
"Me gusta pensar un pluralismo de voces y establecerme en el lenguaje escénico desde esa zona. Hoy en día, en que las condiciones no son las mejores, siento como un logro seguir sosteniendo la actividad. Eso sí, me da la sensación de que hay que pensarse más: pensar qué tipo de proyectos se hacen, qué se quiere actuar y cómo los actores nos articulamos", apunta.
La ruta de Copi -ese programa que incluye El homosexual, Eva Perón y un dudoso entreacto- cerró el año pasado en España y abrirá este temporada el mes próximo, en Colombia. "Desde el casting al momento del estreno en Buenos Aires fue una experiencia muy intensa y muy corta -apunta en el hall del teatro Sísmico, sala amiga en donde actuó varias veces con el grupo Mínimo-. Fue pensar en el lenguaje, en el personaje, en cómo hacer un texto de un autor como Copi con todo lo que ello implica".
-¿Qué implica?
-En principio, y eso se ve en sus diferentes obras, implica el juego entre dos lenguas: la materna, el castellano, y la de su lugar de residencia, el francés. Y en el caso de El homosexual es la multiplicidad de cuerpos, el cómo estar en diferentes planos y frentes a la vez en poco tiempo. Es poner en juego otras resonancias, otras fuerzas, otras zonas. Es, decididamente, correrse de las líneas tradicionales de la actuación.
A juzgar por su trabajo en El homosexual, el cuerpo de este actor nacido y criado en los territorios de la escena alternativa (años con el grupo Mínimo o su actuación en Othelo, de Gabriel Chamé Buendía) parece no tener dificultad alguna en expresar esos corrimientos aunque nunca había sido dirigido por Marcial Di Fonzo Bo, aunque no sea fácil habitar un escenario como el del Cervantes o no conocer a muchos de los actores de un elenco que encabezan Benjamín Vicuña y Juan Gil Navarro.
"En lo personal vengo entrenando el cuerpo en escena por fuera de la idea de ponerse una peluca y salir a representar a un otro. En algunos sentidos, El homosexual se vincula con El fiord en lo que refiere a esos cuerpos múltiples, a sus fragmentos. En Copi hay como un olor beckettiano que tiene que ver con esas dos lenguas atravesadas por lo rioplatense como si fuera una especie de Niní Marshall haciendo Esperando a Godot. Es un autor que traspasa límites con mucha libertad. Ambas propuestas están por fuera de líneas hegemónicas de la actuación. Por la complejidad, por sus contradicciones y torsiones en el lenguaje que tiene El fiord, nadie más que Silvio Lang podría haberlo llevado a una zona tan intensa, tan potente. Sospecho que mucho de lo transitado ahí me sirvió para El homosexual. En vez de construir sentidos, los deconstruye; de ahí su relación con la versión Nacho Bartolone del texto Lamborgini".
-¿Cuándo sentiste que en medio de ese lenguaje trans vos cuadrabas, que lo disfrutabas?
-Soy un poco sufrido [se ríe y pone cara de actor sufriente]. Soy de los que sienten que el proceso nunca se termina y que siempre hay que seguir trabajando. Que la línea entre el ensayo y la obra estrenada es nebulosa. En verdad, encuentro cierto regocijo en la obsesión de que siempre una obra como el personaje pueden tener más dobleces, más capas. Y eso, lo reconozco, es una zona de disfrute permanente.
-Desde la perspectiva del endeble mundo del mercado laboral de un actor, un espectáculo como el de Copi con su alta visibilidad, su exposición pública y las elogiosas críticas que tuvo tu trabajo, ¿tiene efectos?
-Genera repercusiones, te conoce más gente, me saco una foto con Almodóvar en Madrid, vos me llamás para hacer una nota..., pero de ahí a que te llame alguien, no. Eso creo que tiene que ver con la constancia y también con promoverse a uno mismo. Durante siete años trabajé con el grupo Mínimo. Con ellos aprendí a empoderarme en la situación de actuar: armábamos el espacio, poníamos las luces, hacíamos la convocatoria. Yo no tengo noción de si mi actuación en Copi me dará más trabajo. Espero que sí, obvio. Hasta espero cumplir con esa fantasía de poder elegir qué hacer. Uf... [se queda pensando en ese imaginario], ¡qué pesado es ser actor!
-¿Por qué lo sos?
-Por necesidad.
-¿A qué edad empezaste a estudiar actuación?
-Tengo 32 y a los 11 le dije a mi madre que quería estar en la tele, que quería estudiar para ser actor. Desde ese momento no paré. Nunca me pregunté por qué actúo. Me encanta el teatro, estar en la sala, pasearme por la escenografía de El homosexual subido a los tacos. Me parece mágico el momento en que se apaga la luz, el momento en que una persona empieza a ser otra.
Lo cuenta y se le encienden los ojos saltones mientras su cuerpo acompaña la transformación con una asombrosa capacidad de expresarse.