Héctor Cavallero: el bonvivant que siempre estuvo rodeado de estrellas
A un millennial habría que explicarle que en el diverso entramado del mundo del espectáculo argentino el productor Héctor Cavallero aparece ligado a hechos sumamente significativos de la cultura popular en su versión a gran escala como a sucesos de corte experimental o de nicho.
Habría que agregar que este señor de fina estampa que produjo programas de televisión, mega eventos, teatro, cine, publicidad y shows de moda también tuvo algo de ser parte del jet set, de "petitero" de los 70 o de los chetos de los 80, de un playboy de rigurosos mocasines comprados en Guido. Aparece en fotos bailando en Mau Mau o lugares de moda de otros tiempos rodeado (y casado y hasta con hijos) con algunas sex symbol de la época: Susana Giménez , Pata Villanueva y Valeria Lynch . Todas chicas de tapas de revistas con las que estuvo largos períodos en los que hubo amor, infidelidades, glamour y trabajos en común que tuvieron momentos felices de gente feliz que vive en cajitas felices de diseño pop.
A lo largo de su trayectoria este señor produjo desfiles de modas, trajo a Michael Jackson , fue uno de los productores de la película La Mary, trajo a Gloria Gaynor como a Luciano Pavarotti como a Chick Corea; llevó a Queen a México, juntó al Flaco Spinetta con Facundo Cabral, impulsó un vuelco radical en las carreras de Susana Giménez, Ricardo Darín y Araceli González y estuvo, entre tantas cuestiones, en la organización de la primera gira de Luis Miguel en Buenos Aires ("le presté a Hugo López, su representante, los músicos de Valeria Lynch para que Luis Miguel pudiera hacer su primer show en el Coliseo").
Fui uno de los tantos curiosos que caminábamos la ciudad, que nos gustaba la noche, que íbamos los miércoles y sábados a ver boxeo, que se encontraba con amigos en la La Biela
Aunque no tome whisky y confiese haberse retirado de la noche a los 30 años, en el imaginario colectivo este señor tiene algo de Isidoro Cañores de la farándula porteña. "Soy un personaje de fantasía", dijo alguna vez. Ahora, en Tabac, la paqueta confitería de avenida Libertador que solían frecuentar Juan Carlos Calabró, María Elena Walsh, Tomás Eloy Martínez, Marcelo Tinelli y el actual Presidente, alrededor de la mesa en la que se encuentra con LA NACION hay un embajador reunido con unos empresarios, un periodista de chimentos, un productor de medios y un multimillonario de los vinos que se acerca a saludarlo. En ese entorno, sobre eso de ser un personaje de fantasía lo piensa y, tras una pausa, dice: "La relación con diversas mujeres del ambiente artístico que tomaron trascendencia produjo cierta mitología alrededor mío que no es verdad. Pero eso está y ya no se puede contradecir. En realidad, fui uno de los tantos curiosos de la época que caminábamos la ciudad, que nos gustaba la noche, que íbamos los miércoles y sábados a ver boxeo, que me encontraba con amigos en la La Biela o íbamos al teatro o a bailar a Mau Mau o a Áfrika; pero nunca fui un tipo divertido de esos que toman un wisky mientras se dan un par de saques. Eso estaba en mi alrededor, pero no en mí. Lamento si te desilusiono...". Y después de esta larga confesión este fashion victim a quien la pilcha siempre lo pudo, lo puede y lo podrá, se ríe con ganas de ese personaje de fantasía que, seguramente, ayudó a construir.
Hijo de una modista de alta costura y de un empresario gráfico. Cuando se casaron, su padre tenía 30 años y su madre 19. Se separaron cuando él tenía 3 años. "Nunca los vi juntos –cuenta–. Para mí fue dolorosísimo porque yo tenía que esconder esa situación. En vez de agarrarse en Tribunales me mandaron a un colegio pupilo". Su padre era, según reconoce este mujeriego, un ser muy "atorrantuelo".
De joven jugaba al rugby y al fútbol. Para lo primero, su estatura le jugaba un tanto en contra. Había otra cosa que en aquel momento lo seducía: la noche. Y con la noche el mundo de la disco, las mujeres, la ropa de moda. "Cuando uno tiene la manía de ser bajito hay que buscar variantes...", reconoce. Su padre lo mandó a trabajar. Terminado el secundario fue cadete del diario El Mundo. Ahí empezó a tomar contacto con el mundo del espectáculo, de los famosos, de los seres de fantasías. Mientras tanto estudió publicidad y los 23 años ya tenía su propia agencia. Se hizo amigo del diseñador Ante Garmaz, el hombre que llevó las pasarelas a la televisión. Empezó a organizar desfiles por el interior del país en los que hacían lo suyo gente como Nacha Guevara, Chunchuna Villafañe y Susana Giménez a quien sumó al equipo. En esos tiempos, este bonvivant andaba en un Fiat 1600 coupee.
En ese entorno cree que fue formateando su carrera. Con Susana, ha dicho otras veces, fue amor a primera vista. Fue su representante durante años. Y su pareja. En mayo de 1969 la carrera de la modelo brava dio un vuelco. Ese año filmó la publicidad de jabón Cadum con ese gritito agudo casi histérico de "¡Haceme shock!" en tiempos del pop, los ecos del Cordobazo, las minifaldas, el asesinato del Che, Los Beatles, los reclamos de las minorías, las noches en la confitería Rond Point, la experimentación en el Instituto Di Tella y el gobierno de facto de Onganía. Gracias a esa publicidad vinieron más tapas de revistas, fotos en las que él aparece con pantalones pata de elefante y camisas ajustadas; y, ella, de vestidos floreados, plataformas, escotes, contratos y viajes glamorosos. "Nadie podía imaginar que una pavada así iba a alcanzara tanta trascendencia", apunta sobre aquella publicidad en la confitería que él conoció hace 41 años la noche de su apertura.
A lo largo de su carrera se la pasó abriendo puertas por senderos que, a priori, parecen incompatibles. "El no dedicarme a algo puntual me hizo perder plata. Pero yo cambié eso por la diversión, por vivir bien", dice sin gesto alguno de jactancia. De hecho, al año de ese shock publicitario impulsó una movida en la que mixturaba el rock con el folclore en su versión experimental: en el teatro Embassy programó un espectáculo con Luis Alberto Spinetta, el Grupo Vocal Argentino que dirigía el Chango Farías Gómez y El Indio Gasparino, quien luego se hizo conocido como Facundo Cabral. O sea, el poeta de "Muchacha ojos de papel", los que grabaron una versión de la "Misa Criolla" junto al cantautor de "No soy de aquí ni soy de allá".""Perdimos plata a lo loco, no vino nadie; pero lo pasamos muy bien", se sincera.
A los años produjo Las mariposas son libres, con Ana María Campoy, Rodolfo Bebán y, claro, Susana. Eso sí fue éxito. Vinieron otros con obras en las que estaban Sergio Renán, Antonio Gasalla, Oscar Araiz. Y vino el cine. Es que así como se había jugado por el teatro este personaje de fantasía fue uno de los productores asociados de La Mary, la película que dirigió Daniel Tinayre; y La tregua, el film de Renán que fue la primera película argentina nominada al Oscar.
Antes del estreno de La Mary, en un cóctel que tuvo lugar en el Sheraton, Susana Giménez conoció a Carlos Monzón. El grandote le encajó un beso en la boca adelante de este caballero de mediana estatura. Historia conocida: la "flaca huesuda", como le dijo Monzón, terminó en los brazos del campeón que, años después, protagonizó el primer caso público de femicidio en la ciudad que todos conocen como La Feliz.
Cavallero tuvo otra esposa muy al tono de la época: Pata Villanueva. Durante el vínculo con la modelo decidió producir The Rocky Horror Show en el Pigalle, lugar icónico de Recoleta, ese barrio en donde vivía, en donde compraba los mocasines. Buscando intérpretes para ese montaje conoció a Valeria Lynch quien, en verdad, ni todavía se llamaba así. Aunque él no lo cuente con grabador encendido, los hechos indican que algo pasó entre ellos. Con el tiempo, eso que pasó, según confesó una de las partes en alguna entrevista, lo terminaron saldando ellas dos una mañana en otro bar de la zona. Al tiempo Pata Villanueva partió a Saint Tropez. Cerca de allí, en Montecarlo, fue a ver una pelea de Monzón. Eso fue la noche del 30 de julio de 1977. Esa fue la última vez que el boxeador levantó el cinturón de campeón mundial. Monzón y Pata Villanueva festejaron. Y hubo fotos. Y hubo escándalo.
Cavallero, el personaje real y no el de la fantasía, se terminó casando con Valeria Lynch. También se separaron y volvieron a estar juntos. Tuvieron dos hijos. De todas estas cuestiones personales él no habla. "No me parece que sea un vehículo el hacer quedar mal a alguien o quedar mal yo. Son cosas que pertenecen a mi intimidad. El periodismo siempre me pidió que hable de estos temas pero yo no tengo por qué agredir a alguien", apunta en modo sinceridad brutal.
En 1978 trajo a Liza Minnelli . En 1981 produjo Están tocando nuestra canción, musical que protagonizaban Valeria Lynch y Víctor Laplace. Al poco tiempo, ella hizo Evita, en México. En el DF participó de la producción de Crazy Horse, de París. Y como parte de su lógica de hacer cosas para divertirse, llevó a Kiss y a Queen a Puebla. En 1992 produjo el reencuentro de Seru Giran en dos recitales en River que fue la primera vez que una banda nacional llenaba el Monumental ("uno de los hitos del rock nacional", tituló este diario en su crónica). En 1993 trajo a Michael Jackson al mismo estadio de su amado club de Nuñez. Fue un éxito. Y fue otro hito.
Con Valeria vivieron juntos hasta 1995. Ese año le propuso a Ricardo Darín , ex de Susana Giménez que hasta momento era galán de comedias, protagonizar Algo en común, texto de Harvey Fierstein que abordaba la problemática del sida. "¿Vos estás loco?", fue la primera reacción de quien venía de hacer Taxi. Le costó seis meses convencerlo, pero lo logró. La locura fue un éxito y se volvió, tal vez, el primer paso hacia un Darín versión actor de culto.
Cavallero tenía experiencia en eso de resetear la carrera de artistas: ya lo había hecho con Susana cuando le propuso hacer Las mariposas son libres. Aquella vez lo llamó un representante para decirle que el empresario Carlos A. Petit quería a la chica del momento como coprotagonista de esa obra de teatro. Le consultó a Susana y ella le dijo que sólo aceptaría si le pagaban un cifra que era una fortuna desproporcionada para la época. Más para una modelo que nunca había hecho teatro. Él llamó por teléfono, le pasó la cifra al interlocutor y hubo silencio del otro lado. Diez minutos después lo llamaron para decirle que Petit ponía el dineral. "Me cagaron, tendré que hacerla", cuenta que respondió la actual diva. Fue éxito. Y en 1994 convenció a Araceli González para que protagonizara junto a Gustavo Bermúdez una novela. Tenía que hacer de muda. Llamó a Lito Cruz para que la entrenara. La novela se llamó Nano. Fue otro éxito y otro cambio de rumbo. Araceli ganó un Martín Fierro como revelación.
En el verano de 1997, la revista Noticias le hizo un reportaje en Pinamar. Las fotos se la sacó José Luis Cabezas. Al otro día mataron a Cabezas. Ese mismo año se hizo cargo de la producción del Festival de Cosquín. Ahí se mezcló la política con la tradición y el negocio del espectáculo en modo argentinísima para él que siempre se la pasó transitando por boliches de Olivos o San Isidro. "Nunca los boliches de Olivos –se ríe–. Conocí a Pinar de Rocha por culpa de Gloria Gaynor, porque había programado una presentación allí".
Me hace feliz dirigir una carrera universitaria por más que no sea un catedrático. Me genera orgullo transmitir a los jóvenes mi experiencia
Con la llegada de este nuevo siglo integró la comisión directiva de River Plate, produjo un homenaje a su amigo Sandro y se casó por cuarta vez. Dato no menor, ya no con una chica de tapa. Su esposa se llama Lorena Cárpena, exdirectora de ceremonial del Senado de la Nación. Esa noche hubo fiesta en el Sheraton. Actualmente, es el director de la Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE)."Hay dos cosas que me hacen muy feliz –reconoce mientras este ser de fantasía pone cara de abuelo feliz de la vida real–. La primera es haber encontrando una mujer deliciosa, inteligente y fuera del ambiente artístico. Puso orden en mi vida. Mi mujer me organizó la economía porque, aunque tenga algunos proyectos en mente, ya no me la juego más. Quedé pelado muchas veces por esto de hacerme el vivo. Ese dicho de que una noche comés faisán y al siguiente te comés las plumas es así. Nos pasó a todos. Yo me caí y me levanté mil veces, pero ya nadie me levantaría. Y la otra cosas que me hace feliz es dirigir una carrera universitaria por más que no sea un catedrático. Me genera orgullo transmitir a los jóvenes mi experiencia".
Y el excaballero de la noche que no toma alcohol pone cara de señor maduro y le pide al fotógrafo que le saque unos años.
Un caballero y una historia hippona
En los 70, el director y actor Emilio Alfaro lo invitó a participar en la producción del teatro Pigalle. Montaron Constellation, una obra de Oscar Araíz en las que bailaban Mauricio Wainrot, Doris Petroni y Norma Binaghi. La estrella era la vedette Mirta Amat. "Era una exquisitez, pero mucho no funcionó", recuerda él productor. Tras cartón, le proponen montar The Rocky Horror Show que montó con parte de los elencos de Hair y JesucristoSuperstar. "Fue mi etapa hipposa", se ríe en medio de un bar que fue templo de lo cheto. El musical rockero cuya película fue objeto de culto no anduvo bien de críticas ("Es muy poco interesante y exageradamente desagradable el inundar el escenario de travestis y homosexuales que acentúan sus desviaciones hasta el frenesí", dijo una crítica de La Prensa). Como si fuera poco, a los pocos días, un comando vinculado con la Triple A arrojó una bomba molotov en la sala.
Con parte de ese elenco armó un programa de televisión. Lo llamó Tribu SRL. Lo escribía Jorge Schusseim, la dirigía Lía Jelín y las coreografías eran de Ana María Stekelman. Ahí estaban Ana María Cores, Valeria Lynch, Leónidas (Carlos Wibrat) y Osvaldo Alé, entre otros. "Convencí a los de Levi’s para desarrollar un programa de 48 minutos de artística sin publicidad ya que la venta de los pantalones estaba incluida en el mismo ciclo –recuerda–. Seguramente fueron los primeros PNT [publicidad no tradicional] de la televisión local. El programaba funcionó bárbaro, grabamos disco, tenía buena crítica. Todo bien hasta que el coronel interventor del viejo Canal 11 lo levantó".
Un caballero y una historia pop
Los tres recitales en River Plate para esas casi 200.000 personas que vieron a Michael Jackson en 1993 tuvieron ciertas particularidades en lo que hace a la seguridad. El ex presidente Carlos Menem le había prometido a Cavallero aportar seguridad para el entorno del estadio. Lo mismo hicieron desde el Departamento de la Policía y de la Comisaría de Nuñez. Llegado el momento, no apareció ningún uniformado. "Hice los tres recitales sin policías afuera. Sumado a eso, por contrato yo estaba obligado a tener dos motos de la policía para acompañar todos los movimientos de Michael Jackson. Cuando vi que estaba en problemas le pedí a la gente de Pepsi, el anunciante, si nos podían conseguir dos motos con gente disfrazada de cana para que acompañara al recorrido. El primer día fue así y no hubo problemas, pero estaban más días. Entonces les pedí a dos motoqueros que conocí en la calle que hicieran de canas. Y fue así. Esto, ahora, me queda claro que podría pasar. Lo nuestro era de un artesanato que no se podía creer".
Artesano a gran escala, habría que decir, en tiempos en los que las entradas se vendían a mano, no había preventas por Internet y solo servía una tarjeta de crédito que muy pocos tenían. Aquella vez, sólo por cachet, pagó 4.500.000 dólares. El negocio funcionó. De hecho, apenas el Rey del Pop se fue del país, Héctor Cavallero se compró un BMW.
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