The Rake’s Progress (La carrera del libertino), de Stravinsky, tendrá una nueva versión porteña a partir de hoy, en el primer coliseo
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La historia del laureado director de orquesta suizo Charles Dutoit con Buenos Aires tiene encuentros y desencuentros. Sus primeras visitas fueron hace más de sesenta años, como instrumentista, como director de orquesta y como marido de la pianista Martha Argerich. La relación del actor y director de escena argentino Alfredo Arias con esta ciudad es como ese “Nocturno a mi barrio” de Aníbal Troilo (”Nunca me fui de mi barrio, si siempre estoy llegando”) o un ejemplo del cuento de Cortázar El otro cielo, que conecta a la galería Güemes del microcentro porteño con Vivienne de París. Hace más de cincuenta años que está radicado en Francia, y con varias condecoraciones del gobierno francés (Orden al Mérito, Caballero de las Artes y las Letras) siente que sus idas y venidas por el Atlántico son algo natural en su larga trayectoria. En Buenos Aires vive en un departamento de Barrio Norte. Está cerca del que Charles Dutoit tuvo hasta hace cinco años atrás y decidió vender. Seguramente no sepan ese detalle el uno del otro, pero esto poco importa. Hoy, el vecindario que comparten es el foso orquestal y el escenario del Teatro Colón, porque son los encargados del próximo estreno operístico de esta temporada, La carrera del libertino, de Igor Stravinsky.
En el comienzo del nuevo siglo, Dutoit dirigió dos títulos de la tetralogía wagneriana en el Colón, pero los dos restantes no llegaron a representarse. Problemas y más problemas. Eso tal vez resintió la relación con el teatro. Sin embargo, a instancias de su hija, Annie Dutoit Argerich, el lazo volvió a tejerse hace algunos años. Además, si bien estuvieron casados por apenas durante un lustro, mantiene con Argerich una gran amistad. Por ese motivo comparte el trabajo. Dirige conciertos en el festival Argerich, en 2022 participó en La historia del soldado, donde también su hija tuvo un papel, y en agosto dirigirá el oratorio de Arthur Honegger Juana de Arco en la hoguera, donde también habrá relatos de Annie.
Arias, por su parte, refuerza con el Colón una relación que comenzó en 2001, cuando fue convocado por primera vez para la puesta en escena de La carrera del libertino. Se podría decir que por tratarse de un título que ya hizo y con la presencia de Dutoit, un gran especialista en la música de Stravinsky, la calidad estaría asegurada. Sin embargo, por tratarse de Stravinsky, el público podría tener el deseo de sorprenderse con una nueva versión ¿O no?
Vestido de camisa, saco y gorra con visera, Dutoit pasea simpáticamente sus 86 años por los pasillos del teatro hasta que se acomoda en un palco para la charla con Arias y con LA NACION. Dice que su castellano es limitado, pero es amable y está absolutamente dispuesto a la charla que, por cierto, cultiva en español con excelente fluidez. Incluso a veces declama en un animado cocoliche, por aquello de que en la música académica hay palabras del italiano que están muy instaladas. “No, sorprender no, para el caso de esta obra clásica”, asegura el director. Arias dice que solo pretende emocionar al público: “Sorprender es más un juego de azar. Emocionar sí, porque la obra tiene momentos de una gran amplitud poética. Posibilidades de emocionar hay”.
Entonces vuelve a aparece la voz de Dutoit para hacer una radiografía sobre esta historia tan conectada al Fausto, a La historia del soldado, también de Stravinsky, y a ese ser humano tentando por el diablo, que en este caso está expresado en la vida de un hombre (Tom) que abandona al amor de su vida (Ana) por los placeres más mundanos que le propone el demonio (Nick).
“Cuando se estrenó [en el Teatro La Fenice de Venecia, el 11 de septiembre de 1951] los críticos escribieron tonterías. Hablaron de un pastiche de Mozart. No: Stravinsky es un compositor clásico en el sentido que no está metido en la obra. El romanticismo es diferente. En ese tiempo el compositor y el intérprete estaban metidos en la obra. Stravinsky es un compositor clásico desde el final de la Primera Guerra Mundial ¿Por qué? Porque después de la Primera Guerra hubo un nuevo pensamiento. Hubo un cataclismo en términos de religión y filosofía. En París había dos o tres movimientos. El dadaísmo, por ejemplo. O el retorno a lo griego en el arte. En ese sentido se puede mencionar Apollon musagète y Edipo Rey de Stravinsky, o Antigone, de Honegger. Cuando Stravinsky se fue a América hubo otro cataclismo en su música. Otro modo de pensar. Ocurrió en otros lugares, con otros compositores, como el movimiento de Boulez y Stockhausen, en Darmstadt, que pensaban que el pasado era algo muerto y había que comenzar con otra cosa. Stravinsky no. Rake’s Progress (La carrera del libertino) es Stranvinsky puro. Y nunca hizo un pastiche. Sí hay citas en alguna de sus obras y eso está bien”.
Mucha gente dice que Dutoit entiende la música de Stravinsky como pocos ¿Con qué estará relacionado? ¿Cuál es el secreto? Con la experiencia. Esa es la respuesta tajante del director. “Hace más de sesenta años tuve que preparar La historia del soldado para dirigirla en el Conservatorio de Ginebra. Hace más de sesenta años para mí era algo muy difícil. Ahora es fácil. Luego me dijeron que dirigiera el Pájaro de fuego y fue otro suceso. Lo único que no dirigí de Stravinsky fue su obra dodecafónica y lo último que escribió. Todo lo demás, sí. Y lo conocí, en 1959, en Nueva York”.
Aunque conocida, esta es una anécdota que vale la pena escuchar de primera mano, en su propia voz; aún más cuando está a punto de dirigir La carrera del libertino, en el Colón y, luego, Les Noces, en el Festival Argerich. “En 1910, Stravinsky vivía en Suiza, porque allí había sanatorios muy buenos y su mujer estaba muy enferma. Se quedó allí, donde terminó La consagración de la primavera y Petrushka. En 1914 llegó la Gran Guerra y en vez de volver a su país se quedó en Suiza. Se trasladó a Morges, ciudad pequeña y muy linda donde actualmente vivo con mi mujer. Ahora vamos a hacer Les Noces porque se cumple el centenario del estreno de esta obra en París. Cuando yo lo vi estaba ensayando, justamente, esta obra, en Nueva York, en 1959”.
Es una obra con cuatro pianos. Para cada uno había un compositor norteamericano. En el primero, Aaron Copland; en el segundo, Lukas Foos; en el tercero, Samuel Barber y en el último, Roger Sessions. Dutoit, que era alumno de Foos, había ido a los ensayos para girar la página de la partitura. “Durante los intervalos, mientras todos se iban a tomar café, Stravinsky se quedaba en su atril. Yo iba a conversar con él porque le fascinaba hablar en francés. Estaba feliz de hablar francés. Diez días charlamos sobre muchas cosas. Fue una experiencia increíble. Hice discos con su música, no solo conciertos. Es decir, en conclusión, que no es un talento especial sino mi experiencia”.
-Alfredo, habiendo hecho una puesta de esta obra hace más de veinte años, en este mismo teatro, ¿qué diferencias hay con la actual versión?
-Siempre me dejé guiar por la frase de la escritora francesa Margarite Duras. “No voy mucho a la ópera porque hay muchas cosas entre mí y la música”. Y a veces se desarrolla mucha materia entre lo esencial, que es la música. Muchos quieren tomar la escritura de la obra y de todas maneras, es la música la que siempre gana la batalla. Traté de ir más interiormente. Pensar que Nick Shadow es la voz interior de Tom Rakewell; como si fuera la voz que nos da la opción de equivocarnos en la vida. Hacer esto de manera despojada. La música, sola, te conduce.
-Si es una mirada más interior, quizá la idea de un Fausto se traslade a la de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde.
Arias: -Sí, puede ser. Aunque no sé si está totalmente realizado. Digamos que es la idea que me condujo. Lo interesante es que Tom Rakewell no es un tonto descabezado. Es un tonto con emoción. Todos nos podríamos perder en la vida como él se pierde.
Dutoit: -Él se va a Londres, al…
-Burdel.
Dutoit: -¿Se puede decir quilombo? [se ríe]
Arias: -[sonríe por la ocurrencia y asiente] Sí, se puede.
Dutoit: -Bueno. Él se pierde, pero siempre piensa en su Ana. Y una cosa interesante del teatro del siglo XVIII es que se tenía la costumbre de inventar apellidos que eran la descripción del carácter del personaje. Rake es el libertino; Shadow, la sombra y Truelove es Ana, el verdadero amor. La historia del soldado también tiene que ver con esto. Mefistófeles es el que cambia la vida por la fortuna.
Arias: -En esta obra hay un amor bastante conceptual que el personaje no cede: la voz de Ana en su cabeza. La obra es absolutamente conmovedora y con un virtuosismo musical de orfebrería porque va cambiando su brillo como una piedra preciosa. Las arias son sinuosamente fascinantes.
Duoit: -Y hay, en el texto, cosas de la poética inglesa que son difíciles de entender para un extranjero. He necesitado bastante tiempo para comprenderlo.
Arias: -Tuve la suerte de que me propusieran esta obra con este libreto. Si me lo propusieron será que en algún momento de mi vida hice algo bueno. Hay muchos libretos de ópera que son vetustos. Y a veces uno se pregunta, ¿por qué estoy haciendo esto?
-¿Realmente les pasó alguna vez llegar a preguntarse algo así?
Dutoit: -Tengo 86 años. Muchas veces he encontrado un problema para crecer. Para entender cosas que uno no entiende. Esta es una profesión muy difícil. Hay que estudiar mucho para descubrir lo que no se conoce.
-¿Cómo es trabajar con su hija?
Dutoit: -Ella hay tenido una vida interesante pero fue difícil con padres en esta carrera. Para una niña es difícil encontrar su camino. Pero tiene una educación fantástica, un doctorado, da clases en la Universidad de Phoenix, y actualmente también tiene una carrera en esto. Trabaja con su madre. Y conmigo, en Suiza y aquí.
-Y ahora preparan la Juana de Arco de Honegger.
Dutoit: -Sí, y es un trabajo difícil. Ahora vamos a comenzarlo. Lo hará con dos actores fantásticos de París. Tendremos ensayos con ellos y con la orquesta. Ella es muy inteligente y culta. Además, es simpática. [se ríe]
-Alfredo, ¿La vida por tantos años entre Francia y la Argentina da la sensación de que uno siempre está llegando o se está yendo?
Arias: -A lo largo de los años en un momento empecé a sentir que, salvo en las trece horas del avión, estaba en una continuidad. Se abría una puerta y estaba en París, se abría otra y estaba en Buenos Aires. No lo he sufrido. Y tampoco tengo críticas para hacer cada vez que llego a Buenos Aires y me dicen: ‘viste lo que pasa con tal cosa’. Desearía poder disfrutar este tiempo y ponerme más en contacto con mis raíces, si es que queda algo por descubrir.
- La carrera del libertino, de Igor Stravinsky, con dirección musical de Charles Dutoit al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón, y puesta en escena de Alfredo Arias. La escenografía es de Julia Freid, el vestuario de Julio Suárez, y la iluminación de Matías Sendón. El elenco estará encabezado por las voces de Ben Bliss, Christopher Purves, Andrea Carroll, Patricia Bardon, Hernán Iturralde, Alejandra Malvino, Darío Schmunck y Alejandro Spies, a los que se suma el Coro Estable del Colón, dirigido por Miguel Martínez. Hoy, jueves 20 y martes 25, a las 20; domingo 23, a las 17. Entradas desde 1700 pesos.
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