Hall & Oates, en el Luna Park: el éxito de una muy buena sociedad musical
Cerramos un instante los ojos e hicimos flashback a 1982. En los parlantes del estéreo del auto sonaba un tema que hablaba de una "comehombres". "Maneater" apareció en el disco H2O de Hall & Oates. Era de esos temas medio tempo (ni lento ni rápido) que también sonaban en las FM argentinas de aquellos años. La canción hablaba de una mujer que se transformaba en un peligroso felino: "No vas a llegar muy lejos. Ten cuidado muchacho, ella te masticará. Aquí viene, es una come hombres".
No se trataba de empoderamiento. Recordemos, no es 2019, estamos en 1982, punto de partida para un viaje a los ochenta, con las canciones de Hall & Oates.
El estadio Luna Park está lleno. Es la primera vez que el dúo del rubio Daryl y el morocho John llegan tan al Sur del continente. Y como no son debutantes sino un par de veteranos con nada menos que 52 años de carrera (se conocieron en 1967), el plan es absolutamente retrospectivo. Unas quince canciones, con bises incluidos, que son evocativas de su carrera discográfica (especialmente las que están registradas entre finales de los setenta y principios de los noventa) y un público que abré en su mente un álbum de fotografías de juventud, a medida que van pasando los temas. Sobre todo aquellos que tienen los estribillos más recordados.
Como volver a ser adolescentes por un rato, o jóvenes. Hay gente que agita los brazos en alto como sin estuviera coreando un cantito de cancha cuando llega el estribillo de "Out of Touch".
El público hace estallar sus palmas y los cantantes parecen sorprendidos con el olé olé olé (después de todo, en tantos años de carrera, esta es la primera vez que andan por acá y la audiencia es totalmente nueva para ellos). Incluso también hay algo de sorpresa en algunos veinteañeros, esos que pueden encontrarse a cuentagotas, esparcidos por la platea. Sorpresa por las pasiones que la banda logra despertar en los cincuentones que colmaron el estadio; sorpresa por la energía de esos dos "viejitos" que están sobre el escenario, acompañados por una ajustadísima banda. Oates tiene solo 71 años; Hall apenas 72.
Un show de estas características permite redescubrirlos como los cultores de un soft rock sin tiempo. Y seguirlos en los pequeños matices que proponen. Después de un continuado de temas liderados por Hall, el tímido Oates habla por primera vez, agradece en castellano y comienza los primeros versos de "You’ve Lost", tema añejo, que registraron en el LP Voices. Sigue con el up beat de una música mas cercana al soul de los setenta, con "Is It a Star" que provoca que Oates imponga el sonido de su guitarra.
El flashback continua de manera decreciente hasta "She’s Gone", cuando Hall vuelve a su roll de frontman, y con "Sara Smile", que canta desde el piano, equivocando primero la tonalidad y volviendo a comenzar.
Sería absurdo pensar que la voz de Daryl Hall suena exactamente igual que hace cuatro décadas (aunque no le tenga miedo a ninguna nota alta) porque el paso del tiempo le imprimió sus tonos otoñales a las cuerdas vocales. Pero el estilo, el fraseo y varias sutilezas de su gestualidad vocal emergen de manera inconfundible. Y aunque no sea la misma performance que podía ofrecer en versiones canónicas como la que un día grabó del tema "North Star", para un originalísimo disco de Robert Fripp, en 1979, tienen el talento para seguir demostrando que muchas de esas canciones quedaron resonando porque salieron de su voz. Si hubieran sido escritas y grabadas por otros músicos, tal vez habrían pasado inadvertidas.
De hecho, si sigue en la ruta con su compañero Oates es porque la dupla (y no cada uno en solitario) genera algo especial que termina siendo difícil de explicar.