Hair: casi medio siglo después, una rebeldía que no se apaga
Fue una astróloga la que determinó que el 7 de mayo de 1971 era la fecha ideal para que Hair se estrenara en Buenos Aires. No se trataba de cualquier obra. Hablamos del primer musical de rock que llevó al escenario, el 10 se septiembre de 1967, en el Biltmore Theater, la exaltación de lo que se vivía y se sentía por aquellos años en un mundo convulsionado. Eran los años de la Guerra de Vietnam, de la contracultura y de los movimientos estudiantiles.
"Dos mil hippies protestaban contra la Guerra de Vietnam. En medio de la marcha, los manifestantes hicieron una hoguera con sus libretas de enrolamiento, y bailaron frenéticamente mientras el humo y las llamas eran algo así como una ofrenda a los dioses del pacifismo. La policía intervino (…). Para hacerles frente, 700 hippies se desnudaron totalmente. Doscientos de ellos eran mujeres. Afortunadamente, era otoño en Nueva York. Dos jóvenes escritores, Gerome Ragni y James Rado, participaban en la manifestación. Los desnudos, la fogata, el otoño, todo eso, aparentemente, fue el factor catalítico que les impulsó a redactar un largo poema (…) lo escribieron en una noche. Así nació Hair, que quiere decir Pelo", narró Mario Massouh Elmir para la revista Semana Gráfica (la nota que publicó el 16 de abril de 1971) la gesta del musical, el mayor alegato antibélico, que se convirtió en un hito de la escena local.
"Hair es una rapsodia mágica, un mundo al que no se puede penetrar con preconceptos estéticos. Exige actores de espíritu virginal. Eso sí, deben creer en Dios y en el amor, porque la tribu cree en Dios y en el amor", confesaba en las páginas de Semana Gráfica Rubén Elena, el hombre de 25 años que abrazaba aquellas mismas ideas y que en 1970 consiguió en Nueva York que los autores de Hair le permitieran hacer la obra en Buenos Aires. Decidido en presentarla en suelo porteño, Elena mantuvo reuniones con Alejandro Romay , dueño de Canal 9 y el teatro Argentino, y con el productor Daniel Tinayre, quienes apoyaron el proyecto y aceptaron las exigencias del contrato, que por entonces señalaba que el elenco debía estar integrado por personas afines al movimiento hippie. Para encarar tal desafío, se instaló en el país el mismísimo Michael Butler, director de la puesta en Broadway, que junto con Elena, Marilú Marini (en aquellos años coreógrafa habitué del vanguardista Instituto Di Tella, que en 1969 había sido clausurado por el presidente de facto Onganía) y Richard Osorio (productor ejecutivo) pasearon por diferentes rincones de Buenos Aires, varias de nuestras playas y del Uruguay, en busca de los artistas.
"No fue fácil encontrar los tipos para Pelo –contó Elena a Semana Gráfica–. Busqué entre todos los hippies de Buenos Aires. No quería actores que compongan un papel, sino seres especiales, que sepan ser ellos mismos sobre un escenario". No menos de 10 mil rostros fueron vistos por el equipo de Hair en la Argentina. "De ellos, unos 300 fueron sometidos a rigurosas pruebas. Hasta que, finalmente, quedó completado el cast –publicó la revista Panorama–. Es, antes de haber nacido, el espectáculo más caro que jamás se haya montado en el país: 150 millones. Queda, sin embargo, una incógnita: ¿qué opinarán los censores nativos?"
El estreno en el teatro Argentino fue un éxito, a pesar de su grito de rebeldía en plena dictadura del general Alejandro Lanusse. La calle Bartolomé Mitre, donde se alzaba el teatro y que en 1973 fue incendiado por un grupo de fanáticos religiosos para impedir el estreno del musical Jesus Christ Superstar, se convirtió rápidamente en un lugar que llamaba la atención de curiosos que se acercaban a ver a esos jóvenes que proclaman libertad, amor libre, igualdad a través de sus pelos largos, sus ropas coloridas y su verborragia. Entre aquellos jóvenes rebeldes se encontraban Susan Ferrer, Horacio Fontova, Mirta Busnelli , Valeria Lynch y Rubén Rada .
A días de que Hair vuelva alzar la bandera de amor, paz e igualdad, está vez, en la Ciudad Cultural Konex y en una puesta dirigida por Pablo Gorlero con el apoyo artístico de Lino Patalano, nos encontramos con tres de los que hicieron de Aquarius –este es el amanecer de la era de Acuario/ la era de Acuario– un himno local, una pieza fundamental en años de plena opresión.
El primer piso del teatro Maipo, la sala Kabaret, sirve de escenario para el encuentro. La expectativa es enorme. El primero en llegar, es Rubén Rada, que con su particular andar, saluda a parte del equipo del nuevo Hair. Mira a su alrededor y pregunta sin esperar respuesta: "¿Tanto tiempo pasó ya?". Algunos afirman con la cabeza, otros se animan y proclaman: "50 años, Negro". En eso está Rada cuando Mirta Busnelli irrumpe con su cabellera hecha fuego. Ambos se hunden en un sentido abrazo, que se desarma al escuchar la inconfundible voz de Valeria, que tararea una de las tantas canciones del musical. La emoción no se hace esperar, como todo reencuentro, en los celulares comienzan a desfilar imágenes que recuerdan aquellos años.
–¿Cómo llegaron a ser parte de Hair? ¿Los buscaron? ¿Se presentaron?
–Rada: A mí me eligieron por negro. Fue así. Había pocos en Buenos Aires, no dejaron a muchos vivos por acá, así que imagínate que encontrar a un negro y artista no fue fácil; tuvieron que cruzar a Uruguay. Y ahí fue que me vieron y me ofrecieron ser parte.
–Valeria: Yo entré al mes y medio, más o menos. En el mes que ellos ya actuaban, en paralelo, yo ensayaba. Cuando fui a audicionar, me presenté bien arregladita, toda pintada, con uñas postizas. Estaba divina –bromea–. Cuando llegué al hall del teatro Argentino me encontré con tipos tirados, todos bien hippies. Recuerdo subir por una escalera y encontrarme arriba con un pianista, creo que era Camaleón Rodríguez, él me tomó la audición. Los americanos me dijeron que estaba muy bien, pero que yo no tenía el espíritu, el leit motiv que necesitaba la obra.
–Mirta: Para, ¿te dijeron eso después de escucharte? Porque aunque estuvieras disfrazada de pingüino, con tu voz…
–Valeria: Me bocharon, los americanos buscaban también que tuvieras esa vivencia hippie. Pero antes de irme, Romay me llamó y me dijo: Vení nena, vos vas a entrar. Así que durante un mes, todos los días, desde el pullman veía la obra, repasaba cada escena, me entrenaron en las coreografías. Al mes y medio me mandaron por el costado y ahí el negro (Roberto) Valencia me dio la mano y me subió al escenario. No me voy a olvidar nunca de ese momento, subí con mucho miedo, pero allí estaba la tribu, la comunidad de la que fui parte.
–Mirta: Mirá, el negro Valencia a vos te agarró y a mí me dejó caer en el escenario. En la obra que teníamos que tirarnos para atrás. Habíamos ensayado y aprendido a tener confianza en él, que te iba a atajar. No sé qué le pasó, por qué se había enojado. Pero un día no me agarró y me dejó caer.
–Y en tu caso, ¿cómo llegaste a ser parte del elenco?
–Mirta: Me enteré de Hair en una reunión en una casa donde estaba el músico Javier Martínez. Sabían que yo era actriz, me contaron y me preguntaron si me quería presentar. Les dije que sí, pero la verdad es que la persona que me había contado de la obra no me pareció muy estimulante para trabajar. Otro día, en Canal 7, donde me habían llamado por un trabajo, me volvieron a hablar de Hair, de la convocatoria, lo que representaba la obra. Así que fui. La verdad es que nunca había cantado en una obra. Bailar, sí, porque bailé siempre, pero nunca me había animado a cantar. La verdad es que no sé cómo me salió, lo di todo en ese momento y entré de una. Ellos buscaban que uno compartiera algo de la filosofía del hipismo, por eso recorrieron los lugares donde solían reunirse, como la Galería del Este (pasaje que atraviesa de Maipú a Marcelo T. de Alvear, con doble nivel), que era un punto de encuentro por aquellos años.
–Las crónicas que repasan el estreno del musical en la Argentina destacan un detalle muy particular: un cartel que colgaba en cada uno de los integrantes del elenco.
–Valeria: Sí, llevábamos unos tarjetones colgando que decían: Soy artista, trabajo en Hair. Era para que pudiéramos movernos por las calles sin que nos llevaran.
–Rada: Es que en esos años levantaban a muchos pibes. Nosotros nos vestíamos como los hippies de la obra, así nos movíamos por la vida.
–Valeria: Con el cartel y todo, nos llevaron igual. Creo que a casi todos nos levantaron alguna vez. A muchos hasta les cortaron el pelo.
–Eran tiempos, como bien decían Pedro y Pablo, de "mejor tener el pelo libre que la libertad con fijador".
–Rada: Claro que sí. Tinayre y Romay habían hecho ciertos arreglos para poder hacer la obra. Lo del cartel era un acuerdo, para que no nos levantaran por los alrededores.
–Mirta: Habían arreglado para que no nos tocaran, como un salvoconducto. Pero no todos los policías sabían de este acuerdo. Era una época bien nefasta.
–Rada: Todo lo que dábamos en el escenario tenía que ver con lo que nos pasaba. Pensá que salíamos del teatro felices, nos levantaban, nos llevaban, así que cuando volvíamos a subirnos al escenario, cantábamos con fuerza, pidiendo por amor, paz, igualdad. Cantábamos convencidos de lo que decíamos.
–Valeria: Era moneda corriente que te llevaran, la excusa era por averiguación de antecedentes. ¿Se acuerdan del que estaba metido entre nosotros? ¿El policía de civil, que trataba de averiguar todo lo que hacíamos afuera, quiénes éramos fuera del teatro?
–Mirta: Sí. Un actor murió.
–Valeria: El negro Julio (Ocampo). Un día estaba arriba del escenario y ya, no lo vimos más.
–Mirta: Lo levantaron en los bosques de Palermo.
–Rada: Era un gran rockero. Un Hendrix divino.
–Vale: A pesar de todo lo que pasaba, nosotros nos llevábamos el mundo por delante, éramos jóvenes, estábamos convencidos de que podíamos cambiar el mundo. Fue una época medio salvaje. Nuestra mejor arma era subir al escenario y cantar por lo que creíamos.
Entre las anécdotas que se suceden de esas vivencias en comunidad, Rubén Rada se detiene en lo que ocurrió el primer día: "Fue muy gracioso –reconoce–. En el escenario, al final, cuando terminamos todos desnudos y abrazados porque estábamos súper emocionados, subieron Romay y Tinayre de traje y corbata. Y en ese marco, Romay dijo: 'En el fondo todos somos hippies'. Cuando lo escuchamos nos moríamos de risa. Imaginate que Romay y Tinayre de hippies no tenían nada".
–La obra fue un éxito a pesar de las críticas y el peligro constante de censura por la temática y, sobre todo, por los desnudos.
–Valeria: Los desnudos, para aquella época, eran un punto de atracción.
–Mirta: Los desnudos de Hair tenían contenido, decían y dicen todos somos iguales ante la ley. Les preocupaban más un par de tetas que el mensaje.
–Rada: Me atrevo a decir que Hair era bastante avanzada para la época, las cosas que cantábamos eran tremendas, duras. Decíamos demasiadas verdades. Antes de que se estrenara Hair se había presentado un ballet de Senegal, donde todos bailaban desnudos, pero ahí no hubo ningún problema porque eran todos negros, en cambio, en el musical había negros y también mujeres blancas. Una negra en tetas no es lo mismo que una blanca en tetas.
–Valeria: El idealismo que había era real.
–Mirta: Quiero contar algo muy fuerte que viví con Hair. En un momento en el que se tenía que pautar un aumento, se pidió que todos ganáramos lo mismo, igual. Fue una discusión que se hizo antes de salir a escena. El público estuvo esperando más o menos una hora. Creo que fue lo más fuerte que viví en este sentido, de reclamo social, de pedir todos los compañeros por lo mismo. El idealismo que se tenía era muy fuerte.
Al encuentro se suma Lino Patalano, que junto con la Ciudad Cultural Konex dan el apoyo artístico para que Hair haya llegado nuevamente a los escenarios locales. "Es una jugada muy interesante –asegura el productor–. Estamos viviendo los mismos quilombos que hace cincuenta años, con otro nombre, con otra vestimenta, pero seguimos separados. En aquella época hablábamos de terminar con los muros, y mirá ahora".
–¿Qué creen que pueda provocar el musical en estos tiempos?
–Lino: Uno es de esa época y siente –por lo menos yo sigo sintiendo– esas cosas por las que se cantaba. Creo que ahora va a pasar lo mismo, porque es un canto a la vida, al amor, a la unión. Se mantiene vigente, yo creo que no le pasaron 50 años.
–Mirta: Me da mucha curiosidad lo que puede suceder. En la presentación que se hizo el año pasado, la fiesta por los 50 años, no podía creer la vibración que había en ese lugar. Me emocionó mucho. Hoy volvemos a decir: estamos vivos, y juntos es mucho mejor, porque somos más fuertes que andar separados y cada uno en la suya.
–Valeria: Me encanta verlos a ellos (se refiere a Emanuel Ntaka, Mariel Percossi y Belén Ucar, las nuevas voces presentes en el encuentro) y de qué manera pueden impactar en los jóvenes.
–Rada: Veo que mejoraron, trajeron a un negro lindo.
–Belén Ucar: Pablo (Gorlero, director de la nueva puesta) nos invitó a generar encuentro grupales, a conectarnos, a conocernos, a mirarnos, para así poder contagiar ese espíritu del que tanto hablaron aquí.
–Mariel Percossi: Fue una obra revolucionaria, que está muy vigente y que nos propone ir más allá, porque nosotros somos parte de una generación que está acostumbrada a centrarse en cada uno; en cambio, Hair te pide que mires un poco más.
–Emanuel Ntaka: Hoy no tenemos la Guerra de Vietnam, pero el mundo está atravesado por otros conflictos, por broncas, por diferencias ideológicas, y el musical propone y dice que es importante que la gente se exprese, que la unión nace la fuerza.
–Valeria: Esta vuelta de Hair me encanta, en cierta forma me hace volver a la esencia. Hace poco edité un disco de rock, que fue como empecé, ahora estoy grabando el segundo. Es una época que tengo muy presente. ¿Te acordás, Negro, que cantábamos en los sótanos? Nos escabullíamos porque no se podía cantar rock, no podías mostrar lo que hacías, lo que sentías.
–Rada: Nos juntábamos para escuchar los discos, necesitábamos compartir lo que sentíamos, lo que nos producía la música.
–Valeria: ¿Se acuerdan cómo empezaba el segundo acto?
–Rada: No…
–Valeria: ¿Cómo puede ser que no se acuerden? Con las tres chicas que cantaban los negros me matan/ lo negros me excitan [a Lynch se suman Mirta y Rada].
–Rada: Con Fontova hacíamos qué obra de arte el hombre/ infinito en facultades… Qué temazo.
–Mirta: Mi canción era esa en la que salía embarazada con la máscara de gas: bienvenido dióxido de azufre/Hola de monóxido de carbono /El aire, el aire está en todas partes/ Respire profundamente, mientras duerme, respira profundo.
Todas las voces se unen, las de ayer y las de hoy, en un clásico que no conoce fronteras.
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