Anne Applebaum
Los campos del terror
Ganadora del Pulitzer por esta investigación, Applebaum reúne testimonios y fotografías de una aterradora prisión.
"El criminal [Raskólnikov] fue condenado a trabajos forzados de segunda categoría sólo por un plazo de ocho años en Siberia" (…) "Vivía en el penal con los demás presos en una celda común… vivían apretados, en condiciones malas e insalubres". La comida era pésima [una sopa hecha de coles con cucarachas], todos los presos llevaban la cabeza rapada, vestían harapos, dormían sobre unas tablas de madera cubiertas con una manta de fieltro. "En el penal había también polacos deportados por delitos políticos, que consideraban a los demás reclusos como a gente bárbara" (…) "No sabían a quién juzgar ni cómo juzgarle; no podían ponerse de acuerdo sobre lo que era el mal y el bien. No sabían a quién acusar y a quién declarar inocente. Los hombres se mataban entre sí".
Estos últimos fragmentos de la novela del escritor ruso del siglo XIX, F. Dostoievsky, Crimen y Castigo , no distan mucho de una realidad aún más tétrica que vivió su país entre 1920 y 1989, pero que se remonta e inicia en la época zarista con las brigadas de trabajadores forzados instaladas en Siberia desde el siglo XVII: el Gulag o Dirección General de los Campos [de concentración y trabajo esclavo].
Gulag también se titula el libro de la periodista norteamericana Anne Applebaum a quien se le otorgó el premio Pulitzer 2004. Después de una extensa investigación, Applebaum nos presenta una historia –complementada también por las memorias de los sobrevivientes que en el pasado fue aplacada por otros eventos históricos como el genocidio de la Segunda Guerra Mundial y el enfrentamiento de la Guerra Fría, pero que hoy vuelve en un libro que muestra el terror que aproximadamente 18 millones de habitantes de la ex Unión Soviética tuvieron que enfrentar durante los 59 años de existencia del sistema de campos.
Después del levantamiento bolchevique durante la Revolución Rusa y hasta la muerte de Stalin, los campos de concentración fueron utilizados para confinar no sólo a pequeños delincuentes –como en la época del Zar– sino también a los que estuvieran en contra de la revolución y el nuevo gobierno, entre ellos los aristócratas y comerciantes. Ya en los campos y luego de ser arrestados y permanecer algún tiempo en prisión, los reclusos se veían obligados a trabajar en diferentes industrias que en su mayoría dependían de la tierra donde se encontraba la "Zona" [el espacio específico donde vivían los prisioneros]. Para recibir la mínima dosis de pan para sobrevivir, hombres, mujeres y ancianos que fueran calificados para trabajar, eran seleccionados para labores tales como la minería, la explotación forestal, la construcción, la agricultura, la aeronáutica, la manufactura y el armamento.
La razón de estos trabajos era porque el propósito principal del Gulag –sobretodo en el régimen de Stalin– fue económico y no humanitario. El afán del gobierno soviético no era tanto el de reformar a los presos políticos, sino adelantar el proceso de industrialización.
Esto es sólo parte de la historia del nacimiento del Gulag que cuenta Applebaum en su libro. Otra sección está dedicada a las reglas y la vida dentro de los campos: la gente conformaba grupos de delincuentes, se prostituía, se hacía daño para recibir más comida en el hospital, traicionaba a los suyos, se suicidaban o morían de hambre o por enfermedades causadas por la insalubridad de las prisiones y las largas horas de trabajo.
Los que lograron sobrevivir al sistema forzado de trabajo masivo obtuvieron la libertad después de la muerte de Stalin, cuando los campos llegaron a su fin. Sin embargo, entre 1970 y 1980 resurgieron como prisiones "para recluir a una nueva generación de activistas democráticos, nacionalistas antisoviéticos y delincuentes", hasta que bajo el gobierno de Gorbachov [en 1989] encontraron definitivamente su fin y salieron a la luz documentos que hablaban sobre el terror del Gulag.
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