La desopilante anécdota de Guido Kaczka sobre su niñez que hizo reír a todos en Bienvenidos a bordo
El conductor recibió a un participante que le dijo que era verdulero y, al escucharlo, interrumpió el programa para hablar sobre un tierno momento vivido junto a sus padres
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En las tardes de Bienvenidos a bordo (eltrece) hay un par de cosas que no pueden faltar. Entre ellas, se encuentran las llamativas reflexiones de Guido Kackza quien, a veces, se deja llevar por las emociones o los recuerdos y comienza a hablar de temas que no tienen mucho que ver con los juegos en sí mismos. En la edición del miércoles, fue la profesión de un participante la que desembocó en una inesperada historia de la infancia del conductor.
Francisco, un concursante que se animó a probar suerte en el juego de los jubilados, se paró frente a las cámaras con la mirada marcada por la determinación. Pero no fue su desempeño lo que llamó la atención del conductor, sino su trabajo. El hombre tuvo muchos años una verdulería y Guido, con su curiosidad de siempre, quiso saber cómo hacía para determinar si un producto era bueno o malo.
Lo primero que cuestionó fueron los melones. Seriamente, el exverdulero le explicó que es muy fácil saber si dicha fruta se encuentra lista para comer: solo hace falta tocar la cáscara y ver si tiene pelusas. Si las llegara a tener, ya es hora de consumirla. No conforme con eso, Kaczka se interesó por las sandías. Pero, sin darle tiempo al participante de contestar, manifestó: “Son imposibles, hasta que no la cortás no te das cuenta”.
Y continuó, compartiendo su experiencia personal en el área: “Me llevé cada chasco. Está re rica, re roja. La pruebo y un asco”. Con el deseo de facilitarle la vida al conductor, Francisco le explicó que a la sandía hay que darle pequeños golpecitos. Si suena hueca significa que está en su punto justo.
Al parecer, la temática frutal despertó muchas emociones en Guido, quien no pudo evitar desviarse de tema para recordar una experiencia vivida junto a su papá. “Él le hacía así”, dijo, ejemplificando con la mano el tipo de golpe.
En ese punto, los recuerdos comenzaron a fluir y la charla sobre la sandía lo trasladó a los viajes que realizaba con su familia. En los mismos, su papá se empecinaba en frenar al lado de la ruta a comprar en los puestos improvisados porque juraba y perjuraba que era de mejor calidad que la que ofrecían en las verdulerías del barrio.
“A veces había algún puestito que te ponen ‘La mejor sandía’ y mi viejo estacionaba, no sé por qué paraba demasiado lejos del puesto. Caminaba, iba hasta el puestito. Un calor, levantaba tierra alrededor de mi viejo. Volvía con la sandía con el ciático y la gota, todo un tema”, relató. Sin embargo, antes de terminar la historia se interrumpió para decir: “Disculpá, ya me fui por las ramas” y continuó jugando como si nada hubiera pasado.
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