La banda de Billie Joe Armstrong dejó de lado su costado más combativo y ofreció dos horas y media de frenesí
En su show en Vélez, Green Day eligió pararse en la vereda en la que el punk es frenesí sin enojo, y en su larga misión de casi 30 canciones y dos horas y media muy celebradas, sin duda triunfó. “No más políticos mentirosos, esto no es una reunión política: es una celebración sobre el amor”, dijo Billie Joe Armstrong poco antes de cantar “Boulevard of Broken Dreams”. Luego volvió sobre el tema: “Qué lindo estar acá, sin políticos que nos quieran separar... ¡al carajo con los políticos!”, gritó desde el piso mientras hilaba “Shout” de los Isley Brothers, “Always Look on the Bright Side of Life” del grupo humorístico inglés Monty Python y varios hits más en un largo medley. Casi al final, tocaron “American Idiot” y –pese a estar dedicada a otro presidente republicano– no hubo referencia al mandamás estadounidense actual.
Para esa tarea, tienen al frontman ideal: Armstrong es un eterno adolescente hiperactivo con ganas de hacerse notar, intercalando un “oh my God” agudo cada cuatro versos, tocando al público, poniéndose la prenda de vestir que le tiren, mojando a la gente, y moviendo el culo. “No somos más Green Day de California: desde hoy somos Green Day de Argentina”, dijo, y pasó a repetir serialmente que la del viernes fue una de las mejores noches de toda su vida.
El campo estaba desbordado y el público festejó todo, desde las ultradifundidas “She” y “When I Come Around” hasta “2000 Light Years Away”, un viejo tema de Kerplunk (1991). La audiencia correspondió la apuesta del grupo por el vértigo, cimentada en una fórmula de velocidad, melodía, estallido en un riff engordado por el bajo de Mike Dirnt y la batería de Tre Cool y –sobre todo– estribillos imposibles de ignorar. Van de la marcha marcial de “Hitchin' a Ride” hasta el power pop soleado de “Youngblood”, pasando por la fragilidad de “Still Breathing”, pero, aunque haya matices, no hay descansos (la excepción fueron los dos bises de Billie Joe solo con la acústica, a modo de despedida: “21 Guns” y “Good Riddance”).
Entre todo eso, apareció el libro de trucos completo: lanzamiento de remeras al público, puteadas a Facebook e Instagram (“¡Basta de selfies, hay que vivir acá y ahora”!), fans elegidos al azar subiendo a cantar (en “Know Your Enemy” y “Longview”) y a tocar los tres acordes de “Knowledge” (el afortunado guitarrista improvisado ¡se pudo quedar con el instrumento!), lenguas de fuego y pirotecnia animal, hitazos como “Basket Case”, favoritos de los fans más hardcore como “Forever Now”, de Revolution Radio (2016), Tré Cool payaseando con un tutú, el guitarrista Jason White aportando lo suyo como cuarta pata, y así. Todo rápido, todo hormonal, todo bien. A divertirse, que para quejarse están los discos.
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