Gram Parsons, un cowboy legendario
Cuando se intenta explicar de qué se trata eso de ser un músico de culto, tal vez el ejemplo más exacto sea el de Gram Parsons. Inventó nada menos que el country rock. El odiaba esta definición para sus composiciones y prefería llamarla música cósmica americana, pero no pudo imponerla. Comenzó con The Shilos y The International Submarine Band. En 1968 reinventó a los Byrds: lo convocaron para ver qué podía aportar a su música y terminó por darle forma al psicodélico "Sweetheart of the Rodeo". Luego fundó a los Flying Burrito Brothers y más tarde grabó dos álbumes como solista. En medio de todo eso, les contó algunos secretos a los Rolling Stones para componer "Honky Tonk Women" y en agradecimiento ellos le dedicaron "Wild Horses" (aunque cuenta la leyenda que Keith Richards se hizo tan amigo y compinche de Parsons que debió soportar una escena de celos de Mick Jagger), mientras Bob Dylan no perdía de vista el rumbo que tomaba este inquieto cowboy que revolucionó la reiterativa música de los vaqueros. Como si todo esto fuera poco, U2 le dedicó a Parsons su álbum más célebre, "The Joshua Tree".
Hoy se cumplen 30 años de su muerte, a los 27 (como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones). Tuvo un final como muchos en aquella época, pero la despedida a sus restos es única. En poco más de seis años, Gram Parsons hilvanó una de las aventuras musicales más intensas y reveladoras de la historia del rock. Por supuesto, como buen mito, no conoció el éxito comercial, pero su influencia llega hasta estos días y se refleja en nombres como los de Bryan Adams, Mojave 3 o The Jayhawks, entre muchos otros.
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Proveniente de una familia acaudalada (hijo de un terrateniente y héroe de la Segunda Guerra Mundial), Cecil Ingram Connor III no tuvo una vida fácil: su padre se suicidó cuando él tenía 12 años. Su madre volvió a casarse (fue cuando adoptó el nombre Gram Parsons), pero el músico tuvo una violenta relación con su padrastro, y su madre falleció a causa de una cirrosis cuando él tenía 18 años y ya había decidido aventurarse por los caminos de la música.
El buen respaldo económico le sirvió para hacer exactamente eso que deseaba, sin ceder un centímetro a sus ideas creativas. Y también para dejar algunas anécdotas, como cuando abandonó a los Byrds: él no podía entender cómo un grupo podía ir a tocar a Sudáfrica mientras se vivía bajo las condiciones del apartheid.
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Su discografía es breve, pero convirtió en oro tanto los temas ajenos como las composiciones propias, y buena parte de sus contemporáneos, en aquella experimental segunda mitad de los años 60, tomaron algo del cowboy de Nashville que amaba el desierto de Mojave, donde iba para avistar los Ovni, y donde quería que descansaran sus restos. La combinación de morfina y tequila lo llevó a la muerte, pero allí no terminó su aventura. Unos días antes había decidido dejar todo e internarse en ese desierto donde, decía, se comunicaba con el más allá.
El manager Phil Kaufman sabía del último deseo de su amigo, pero el padrastro del músico quería trasladar los restos a Nueva Orleans y convertirse en su heredero. Kaufman, entonces, tuvo un gesto de película: entró en el aeropuerto, robó el ataúd que contenía el cuerpo de Gram Parsons -a punto de ser colocado en un avión- y huyó hacia el desierto del sur de California, perseguido por el padrastro de Parsons y por la policía. Cuando llegó a Cap Rock, donde está el Joshua Tree (el árbol que aparece en la portada del álbum de U2), cremó los restos de su amigo para cumplir su deseo.
Finalmente, las cenizas de Gram Parsons quedaron en el desierto que él amaba.
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