Gina Lollobrigida, la diva que amó con pasión y en secreto y que fue traicionada por un joven en su vejez
La gran actriz italiana, quien murió hoy a los 95 años, vivió grandes amores y sufrió grandes engaños
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Dura venganza la del tiempo que, a veces, hace bajar la guardia. A Gina Lollobrigida le sucedió. La eterna Lollo, quien murió hoy, a los 95 años, conoció en su vejez la traición camuflada de amor. Justo a ella, la reina nacida en Subiaco, que siempre detestó involucrarse en escándalos de pareja, que resguardó su buen nombre y honor, le tocó reconocer en público el dolor de una relación que naufragó en la estafa luego de un enlace ilegal, fraudulento. Aconteció en 2010. Hasta el último de sus días la mortificó que le siguieran preguntando por ese hombre, 34 años menor que ella, que se aprovechó de su buena fe, de su encendida pasión, y de la fragilidad que aparejan los años. A ese episodio traumático le antecede una vida extensa que la enfrentó al padecimiento del abuso, pero, resiliencia mediante, también a lo encantador de la vida amorosa. Gina fue mujer de amores profundos y duraderos, de amantes ardientes. Encandiló a Roma y deslumbró al mundo. No se privó de nada la Lollo.
Bella entre las bellas
Nació el 4 de julio de 1927. Hija de un ebanista y de una ama de casa. En la vivienda familiar de extrema humildad vivían el matrimonio, Gina y sus tres hermanas. Seis personas en un cuarto en una aldea montañosa. Durante la guerra, el padre decidió que sería mejor ganarse el sustento en Roma. Para la pequeña Gina fue una gran decisión. Mientras todos se atormentaban en el cotidiano de la existencia sin recursos, ella soñaba con el mundo del espectáculo, con ser una actriz reconocida, millonaria y llena de amores. Consiguió todo y más. Luigina, tal su verdadero nombre, jamás se dio por vencida ante la discriminación que sufrió por su origen carente. Sabía que podía llegar lejos si se lo proponía. Convicción ejercida que la llevó a ocupar lugares estelares de la industria del entretenimiento internacional. Aunque jamás ganó un Oscar, ella sabe que Hollywood estuvo a sus pies, al igual que ese resto del mundo que es adepto al trabajo de las grandes figuras estelares.
Aquella pelea contra la adversidad en el hogar de nacimiento la hizo superar dos situaciones de abuso muy concretas: una a sus 19 años y la otra cuando ya era una actriz profesional. "Ellos hubiesen perdido el trabajo si yo hablaba. Además, si lo hacía, debía contar intimidades y eso no me gusta", confesó mucho después, en tiempos donde las mujeres comenzaban a ejercer la soberanía de sus decisiones y el control de sus cuerpos.
Debutó en el cine en 1946, como integrante del elenco de Águila negra y, un año después, obtuvo el tercer puesto en el certamen Miss Italia. Los espectadores salían de las viejas salas de Roma impactados por la belleza y el carisma de esa joven que había llegado a la industria del entretenimiento para quedarse. En 1947, mientras visitaba oficinas de productores y recorría los estudios en busca de pequeños grandes papeles que le otorgasen visibilidad, comenzó a ser festejada por esos hombres que encontraban en ella la perfección estética y la sensualidad arrolladora.
Seductora como pocas. Cuenta la leyenda que el millonario Howard Hughes la vio en L'elisir d'amore, adaptación dirigida por Mario Costa de la ópera homónima, y quedó deslumbrado. Fascinado por esa mujer de ojos remarcados, cabello crespo y senos imponentes. El argot popular decía que su delantera era más potente que una locomotora de ferrocarril. Hughes no dudó en viajar desde Hollywood para conocerla personalmente y entablar un vínculo cercano. Como buen excéntrico y millonario, se podía dar esos gustos. Sin embargo, la cosa no pasó a mayores y la actriz se quedó en Italia. Prefería dar pasos cortos y firmes. O no tan cortos, pero sí muy firmes.
Comenzaban a sucederse las películas. Una detrás de otra. En poco tiempo, la gente la comenzó a llamar "La Lollo". Se sabe, cuando el público bautiza, la fama ya está instalada. Sofía Loren también ascendía a su modo. Prontamente los medios las enfrentaron en una disputa que llega hasta hoy. Ellas disfrutan de tal competencia. Alguna vez la Lollo dijo: "Ella competía conmigo, pero mi nivel era más alto". Los contratos empezaban a cobrar más relevancia, los papeles se convertían en protagónicos y los muchachos cercanos trataban de tener algún affair con ella. Sin embargo, la sensual señorita Lollobrigida sorprendió con su formalidad.
Habitación para dos
En 1949, Gina se enamoró perdidamente de un médico sloveno: Milko Škofic. La actriz ya había probado suerte en Hollywood, pero los grandes estudios no gustaban de su acento tan marcado. Con Milko fueron padres de Andrea, el único descendiente de este matrimonio que duró veintidós años. Dos décadas donde el nombre de la Lollobrigida se hizo famoso y codiciado en buena parte del planeta. A pesar del profundo amor que los unía, la pareja tuvo un pequeño traspié al año de casados porque ella fue convencida por aquel candidato millonario que terminó contratándola. Pero la iniciativa de Hughes no prosperó. Luego de un mes decidió volver a Italia porque el empresario la asfixiaba al punto tal de sentirse presa de sus impulsos de dominación. Su marido, que había dado un primer guiño a la experiencia, respiró aliviado.
En 1953 protagonizó con Vittorio de Sica, el clásico Pan amor y fantasía, de Luigi Comencini. La cinta batió récords de espectadores y llamó la atención de aquella industria norteamericana que tiempo atrás la había objetado. Años más tarde, Tuya en septiembre, con Rock Hudson, rodada en 1961, fue el gran disparador de su estrella en Estados Unidos. En parte, fue esa masividad, el status de diva adquirido, lo que fue socavando el matrimonio con Milko.
Ella estaba muy a gusto en ese mundo de oropeles, lujos y red carpet. Si su marido era un exitoso profesional, la diva no se quedaba atrás con sus contratos millonarios. De a poco fue llenando de antigüedades y barroquismo la mansión de Roma en la que aún hoy vive. Luego de intentarlo, una y otra vez, Gina y Milko decidieron separarse. Pertenecían a mundos opuestos de hábitos y horarios diferentes. Se habló de amantes de parte de ella, pero no saltó a la luz ningún nombre puntual. La Lollo siempre se comportó como una dama, aunque ya madura declaró que había tenido muchos amantes. El Príncipe Raniero lll hizo todo lo posible para seducirla, a pesar de seguir con Grace Kelly. Ella no le dio lugar. No eran tiempos donde las señoras del espectáculo mostraban sus sábanas con desparpajo. Los pudores de la época reinaban, aunque no en todas, claro. De todos modos, se le atribuyeron numerosos escarceos con figuras famosas y jovencitos anónimos. Uno de ellos se convirtió en la pesadilla de su vejez.
La burla del diablo
En 2006, Gina sumaba 79 años. Se dice que para el amor no hay edad, ella hizo caso estricto a la aseveración popular y se enamoró de un abogado español de nombre Francisco Javier Riagau que tenía, en ese entonces, tan solo 45 años. No era un teen, pero al enfrentarlo a la edad de su amada, Rigau pasaba a ser un infante, un enfant terrible. Parece que se conocían de una fiesta en Montecarlo acontecida bastante tiempo atrás: en 1984. Aunque ella ya estaba separada de su esposo, mantenía con el español un vínculo de amantes. Una relación que rápidamente, en pocos meses, se "consolidó". Así fue como se fijó la boda para el 6 de diciembre de 2006. La prensa estalló. El público no podía creer semejante cosa. Fue tal el acoso de la opinión pública que los novios decidieron suspender el casorio. Sin embargo, en 2013, la pareja recobró actualidad cuando él, según se dijo, habría fraguado una boda en Barcelona con una impostora de la Lollobrigida para convertirse en el heredero de la actriz. La tramoya legal se habría podido concretar porque, tiempo atrás, la Lollo habría sido inducida y engañada para firmar documentación que daba poderes legales y notariales, al muchacho arribista y con ganas de heredar. Confuso. Finalmente, el 9 de mayo de 2014, Gina pidió la acción de peritos especializados en caligrafía para demostrar que ella jamás había participado de esa boda impostada.
La actriz, a una edad donde se piensa en regalos para los nietos, vio sucumbir su paz por un deseo, aún vivo, de compartir las sábanas con un hombre. Rigau lo logró. Seductor como pocos, la dio vuelta como a una media. La traición le dolió más que el dinero. La actriz no ha priorizado el dinero, aunque ha ganado fortunas. Pero cuando le tocó darlo, lo hizo. Alguna vez donó joyas por siete millones de dólares para ayudar en una institución que trabaja con células madre. Cuando la diva inició acciones legales apareció en escena una abogada que aseguraba haberla acompañado a su boda y que, por lo tanto, era absolutamente legal. Con todo, la Lollo pudo desprenderse de ese hombre que poco la quería y nada tenía que ver con ella.
Pero, como el zorro pierde el pelo, pero no las mañas, una vez que salió de escena Rigau apreció Andrea, otro joven que la sedujo y se convirtió en su secretario. Hijo y nieto de la Lollo presentaron un amparo judicial esgrimiendo que el muchacho solo buscaba quedarse con la fortuna de la anciana que no actuaba en sus cabales. Aquella intuición de facultades mentales alteradas fue desmentida por el juez que le tomó declaración y analizó el equilibrio emocional de la actriz. De esa actriz que en los 70 pateó el tablero y se dedicó a la escultura y la fotografía. Así era ella. Impredecible. Siempre atenta a sus sueños más profundos. Después de dos décadas de un matrimonio a la vieja usanza, su vida sentimental se convirtió en una novela de enredos, pasiones intensas, sexo y estafas. No hay dudas: la vida de la Lollo fue digna de una película de Cinecittá.
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