Gerardo Gandini: una figura decisiva de la música contemporánea
Ayer, a los 77 años, dejó la vida en el sueño, perdido en él. Fue una muerte tan distinguida, de una entonación tan discreta y "zart" (tierna) como su propia música. La desaparición de Gerardo Gandini depara un desamparo inconsolable en el mundo musical argentino.
Solía definirse como "músico en general", y esa definición, de apariencia modesta, lo contenía todo. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, su figura resultó decisiva en todos los frentes de la actividad musical local. Pianista refinado, tocó obras de todos los compositores argentinos y nadie que lo haya escuchado olvidará, por ejemplo, su integral para piano de Arnold Schoenberg. Desde diversos ciclos (no hay que olvidar su crucial tarea en el Instituto Di Tella ni que fue el primer director del Centro de Experimentación del Teatro Colón) y de talleres y becas se encargó de formar a innumerables compositores jóvenes que, aun cuando no siguieran su poética, lo reconocían como un padre musical.
Pero Gandini fue sobre todo compositor, uno de los artistas más originales que hayan aparecido en estas costas. Con sus ocho sonatas reformuló la escritura para piano. En Eusebius (cuatro nocturnos para piano o un nocturno para cuatro pianos) desarrolló un método singularísimo de trabajo a partir de materiales preexistentes; en este caso, uno de los números de las Danzas de la Liga de David , de Schumann, es sometido a un razonado proceso de sustracciones, adiciones y filtrado de alturas. Gandini logró aquí la proeza de revelarse a sí mismo con la intercesión de un tercero.
De algún modo, fue un moderno que supo ganar para sí mismo ciertas técnicas propias del posmodernismo. Algo parecido ocurre con sus dos óperas mayores, La ciudad ausente y Liederkreis, que resultaron decisivas para la refundación del género lírico en la Argentina. Trabajaba últimamente en una ópera sobre Eric Satie y nadie nos consolará ahora de que no lleguemos a conocerla. Por lo demás, no pasa casi semana en que no se toque en algún lugar de Buenos Aires alguna de sus piezas de cámara. Consiguió algo que muy pocos logran: que él mismo sea, como ser humano, tan irrepetible e irreemplazable como su música.
Fue también una especie de romántico. No sólo "el" nocturno sino también "lo" nocturno ocupa en su obra, como lo hacía en su vida, un lugar central. La melancolía fue quizá su pasión más persistente. Esto no lo privaba de un humor frontal, irresistible. Fue un maestro del espacio en la música y un maestro del silencio en la conversación. Todo lo que decía adoptaba la forma del epigrama. Amaba el cine, le gustaba el jazz (era además un gran improvisador) y mantuvo con el tango una relación raramente productiva, que fue de tocar en el último sexteto de Astor Piazzolla a inventar un género enteramente nuevo y propio que llamó postangos.
Leía mucho y lo hacía con un ojo crítico mejor dotado que el de casi nadie. Era un amigo sin fisuras que, aun con su manera reservada, buscaba la compañía de quienes quería. Para muchos de nosotros, aquello que llamamos música contemporánea es un poco sinónimo de Gandini.
El sepelio será hoy, a las 11, en el panteón de Sadaic del cementerio de la Chacarita.
Algunos hitos de su carrera
- Fue discípulo de Alberto Ginastera y su gran maestra de piano fue Pía Sebastiani.
- Cumplió una tarea crucial en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella.
- Fue pianista de Astor Piazzolla en el sexteto que éste formó en 1989.
- Sus óperas La ciudad ausente y Liederkreis resultaron decisivas para la refundación del género lírico en la Argentina.
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