Geografía paternas
NUEVA YORK.- La apuesta de Argentina Sono Film para trabajar con Guillermo Francella no se debe sólo a que, desde el tiempo de las "colegialas" y los "bañeros", el actor es prácticamente exclusivo del tradicional sello productor.
La apuesta se juega con el actor que -después de Susana Giménez- tiene el más alto rating televisivo. La idea de "Un argentino en Nueva York" le pertenece, aunque el guión fue escrito por Graciela Maglie y Cristina Civale sobre la historia que imaginó el director de la misma, Juan José Jusid.
"Hace muchos años que me da vueltas la idea de trasladar experiencias vividas -Francella es simpático pero con un glorioso dejo de melancolía-. Es la trama de películas como ´Un americano en París´ o ´Un siciliano en Dinamarca´: las personas con dificultades en otro país, por la diferencia de cultura y de idioma. Jugábamos a hacer una propuesta diferente a las usuales. Era difícil filmar casi totalmente en Nueva York. Una semana o dos, sí, pero entonces no era ´Un argentino en Nueva York´. Iba y volvía. Finalmente, pensamos en rodar casi la totalidad aquí."
-¿Hubo que cambiar el guión?
-Nunca había guión definitivo hasta la llegada de Jusid, que le encontró la vuelta. Nos habíamos reunido con varias personas, pero nadie nos traía la ficha definitiva. Cuando Jusid ingresó en el proyecto, planteó lo de la hija y nos movilizó a todos: el porqué venía a buscarla es un hecho que me permite dejar salir las múltiples facetas de un personaje que va del cómico al sentimental y de allí, un poco, al grotesco tradicional.
-¿Fue fácil aceptar que a tu imagen televisiva se le añadiera una hija adolescente?
-No. Primero me tuve que convencer de tener una hija de esa edad. Mis hijos son chiquitos. Cuesta bastante imaginarse padre de una adolescente. No tardé mucho en analizarlo, pensé que podía ser "piola" intentarlo y me largué.
-¿Qué edad tiene tu hija en la película?
-Dieciocho años. Es la historia de la chica que viene a Nueva York por un intercambio, junto con una amiga, y que decide no regresar a casa. El padre viene a buscarla, pero se enfrenta con el padre en una actitud de reclamo.
-¿Vive solo el padre?
-El padre está separado de la mamá. En los matrimonios separados casi siempre hay una actitud de reclamo: la piba cree que el padre no la tiene en cuenta aunque para él es la luz de sus ojos. Manifiesta gran rebeldía contra él porque quiere llevarla de regreso. Ella, muy firme, se quiere quedar y hacer su vida.
-¿Qué encontró aquí?
-El papá, que soy yo, es músico de la Sinfónica de Avellaneda, donde toca los platillos. La chica heredó el amor por la música, le gusta cantar y en Nueva York formó un conjunto de salsa. Y tiene alumnos de español. Le encontró una vuelta a la nueva vida.
-¿No es un chico el que la retiene?
-Sí, hay un amiguito que juega al fútbol americano, un tipo de dos metros (el actor norteamericano Steve Wilson).
-Tu personaje, ¿descubre a su hija en Nueva York o ya tenía cierta intimidad con ella?
-Tenía una relación divina con ella, pero ocurre el famoso reclamo: "En casa eras un fantasma", aunque yo vivía para ella. Yo me resistía a imaginar que los adolescentes tienen este tipo de actitudes, pero dicen que las tienen, y muy a menudo.
-¿Cómo te enteraste?
-Mi mujer me regaló un libro donde se explica cómo sobrellevar a un chico: "No mate a un adolescente ni deje que él lo mate a usted". Allí, hay un lugar donde también se describe la relación que tuve con mi padre, parecida a la de cualquiera. Como dice un póster: a una edad, "papá es muy bueno"; luego, "papá nunca entiende nada" y, al fin, cuando ya no está, "papá era un genio". Es la etapa en que los chicos son irascibles, monosilabean, no contestan fluidamente y cuando querés entablar un diálogo están en otra cosa y no te escuchan. Confían más en el amigo que en el padre y no aceptan consejos. Esto es la película.
-¿Por qué te hicieron músico?
-La chica subestima al padre porque toca los platillos y porque ella cree que eso no es música. El padre se ofende, porque la familia comió siempre de esos platillos y le da una lección. Todavía no filmamos con la Sinfónica de Avellaneda. A mí me gusta la música, pero soy sordo para los instrumentos.
-Parecés más porteño que el Riachuelo.
-Lo soy. Fui criado en una de esas familias con una casa adelante y otra atrás, mis abuelos en la trasera, y más atrás el gallinero, de donde los domingos comíamos la gallinita al estofado.
30 años de cámaras
NUEVA YORK.- Con este film, Juan José Jusid tiene una exigencia doble: filmar en una ciudad que no conoce profesionalmente igual que a Buenos Aires y trabajar en un idioma distinto del propio. En estos días va a cumplir treinta años su primer largometraje, "Tute cabrero".
-A partir del trabajo con Diana Lamas, que tiene preparación en el circo, acentúo mi interés por el trabajo del actor, por evitar cualquier subrayado de la interpretación. El del circo era "un lenguaje".
-¿Que conociste bien?
-Claro. Trabajé con Pepe Soriano, desde "Tute Cabrero", que es un actor que comenzó en el circo. Muchos recursos que utiliza para ciertas performances tienen que ver con su aprendizaje en el circo.
-"Un argentino en Nueva York" pasa por otro lado.
-Sí. Me convocó Carlos Mentasti, con quien habíamos planeado algunas películas tales como "Dónde estás amor de mi vida", aunque él quedó afuera, y recordaba mi vieja comedia "No toquen a la nena", en la que se desnudaban ciertas conductas familiares, como el sometimiento de los hijos a los padres y el hacerles sentir a los pibes que les pertenecen y que deben decidir siempre de acuerdo con ellos. Este tema reaparece en esta historia a partir de la invitación de subirme a bordo de la idea de Mentasti, para un proyecto que sólo tenía dos integrantes, Guillermo Francella y Nueva York. No tenía anécdota y yo les propuse contar la historia de un padre, a quien, de golpe, una hija se le va a buscar su destino a mucha distancia de la familia.
-¿Hubo acuerdo?
-La propuesta tuvo buena acogida en Sono Film, en Guillermo y en quienes venían buscando un sustento para este proyecto, sin hallarlo. Mi incorporación juntó la idea inicial con una historia.
-Imposible no asociarla con "No toquen a la nena".
-Se han hecho tantas películas semejantes, antes y después. Se trata de un viaje que emprende un personaje, Franco, un sanguíneo, temperamental, impulsivo y profundamente enamorado de su hija, celoso de ella, y tanto que su ex mujer, ocupada en algunas cosas en Buenos Aires, lo manda al frente para que la nena le haga caso. No es fácil hallar a alguien en Nueva York, donde cuesta manejarse la primera vez, desconociendo el idioma. Es la base de la historia. En esta semana filmamos el encuentro y desencuentro del padre y de la hija en Nueva York, donde se precipita una serie de cosas que, por muchos años y por convivir, no habían resuelto.
-¿Vieron las guionistas tus películas anteriores?
-Mientras trabajaban y porque yo procuraba contar una historia con cierta agilidad y un sistema de cortes muy abruptos, que van dinamizando el crecimiento de la anécdota.
-El tema alcanza un costado social y hasta político.
-Es lo que me interesa. Hice películas que tienen costado muy político, como "Asesinato en el Senado de la Nación", muy fría, y películas emotivas, con contenido ideológico implícito como "Made in Argentina", donde el tema es la necesidad del país a la distancia y el temor a perder la identidad. También desarrollé el cuestionamiento de una sociedad hipócrita, en "No toquen a la nena", y las necesidades amorosas y la desesperanza, en "Dónde estás amor de mi vida..." "Un argentino en Nueva York" es un proyecto bastante coherente con mi carrera.
-La personalidad del realizador pesa.
-Hay en mí una mirada crítica, ideológica, que llevo a todas partes, aun cuando filme una comedia y mal que me pese. A "No toquen a la nena" la terminé en marzo del 76 y tuve problemas con el gobierno militar. No sólo fue prohibido su elenco sino que el tema fue declarado subversivo, aunque la película era de una gran inocencia.
Una argentina más
NUEVA YORK.- A los veinte años, Natalia Oreiro, uruguaya y actriz, lleva cumplida una carrera tan vertiginosa que, en pocos años, ascendió a la cima del estrellato televisivo. Hoy, con el personaje de la hija de Guillermo Francella, en "Un argentino en Nueva York", procura otro gran salto en su carrera.
Comenzó en el show de Xuxa, como una de las Paquitas y regresó a su Montevideo natal. Pero insistió: en "Inconquistable Corazón" (Canal 9), con Pablo Rago y Paola Krum, componía el "bolo" de una alumna, en una clase. "Dulce Ana" (Canal 9) le permitió un ascenso, convertirse en la sobrina de la "extraña pasajera" que interpretaba Patricia Palmer, al lado de Susana Campos. Alejandro Romay confió en Natalia y, tras "Dulce Ana", en sólo horas, le dio el protagónico de "90-60-90" (Canal 9), la historia de una chica que asciende a "top model". En 1997 su imagen estuvo asociada a la de "Ricos y famosos" (Canal 9), con un rating altísimo. En diciembre último casi arregla contrato con Televisa, que quiso llevarla a México para ubicarla en la línea de Thalía. Natalia Oreiro prefirió la oferta local de Telefé y la filmación en Nueva York. Su novio, el actor Pablo Echarri, estuvo con ella en esta ciudad hasta unas horas antes de filmar el afligido encuentro entre ella y Guillermo Francella, su padre en la ficción.
"En esta escena -Natalia descubre el atuendo, que el periodista no podría describir con esa precisión-, llevo unos "borcegos" azules, gastados, pantalones de corderoy bordó, desteñidos con lavandina, una polera negra de lana y un abrigo gris de lana, raído, que era mío, y unos apliques de una borla de pasamanería, marrón y rojo".
-¿Y el pelo?
-El mío, natural, es castaño claro, pero en la película me lo pusieron rojo... Verónica sufre un gran cambio: cuando su papá la ve aquí, el pelo enrulado y colorado "flash", le producen un shock. Además, este arito en la nariz, la ropa.
-¿Tus padres se opusieron a que fueras actriz?
-Jamás. Confiaron en mí, estaban al tanto de lo que hacía y viajaban constantemente desde Montevideo para verme. Para llorar en la escena recordé eso y traté de imaginarme a Guillermo Francella como mi papá.
-¿Te gustaría un papá como él?
-No. Estoy muy contenta con el mío, aunque a Guillermo es un honor tenerlo al lado. Lo prefiero como amigo, porque mi papá es un genio y no lo cambio. Si Guillermo fuera mi papá, yo no sería lo que soy.
-¿Por la competencia?
-No. Porque no sería Natalia Oreiro sino Natalia Francella.
-¿Es tu apellido, tan gallego?
-Sí. Somos todos gallegos: los Oreiro Iglesias. Mis abuelos eran de Galicia, de La Coruña.
-¿De dónde viene tu costado tan trabajador?
-Me siento viva cuando trabajo y no creo en los sueños sino en los hechos y en las metas. Me impongo metas que para muchos son inalcanzables: por eso tengo que trabajar el triple. Mi familia tuvo que trabajar mucho, porque en la vida tuvo muchos altibajos y sólo trabajando pudieron salir adelante. Soy autocrítica y siempre trato de superarme.
-¿Por ser uruguaya, no hacen diferencias los argentinos?
-Le debo todo a la Argentina y estoy trabajando como una argentina más, lo que no es poco: entre los actores, el setenta o el ochenta por ciento está desocupado. Cuando llegué me costó un poco: no por parte del público sino de los colegas, alguno de los cuales te ponen el pie. Cuando alguien está arriba de mí trato de imitarlo para aventajarme y no para serrucharle el piso. Cuando no sos nada... Yo dejé una oferta de conducir en la MTV cuando me fui a la Argentina, para trabajar como extra. Mi sueño era ser actriz. En un casting logré un papel chiquito, de alumna, una extra que ni hablaba. Me decían: "No te maquilles, si igual no salís en cámara, uruguaya bruta, sos extra..." Al mismo tiempo que conocí ese tipo de compañeras de trabajo, conocí a Pablo Echarri, hoy mi novio.
-¿Quiénes te decían que no te maquilles?
-No sé. Quedaron en el camino.
-¿No llegaron?
-Yo no sé qué es llegar. Todo trabajo es digno. Cuando hacía de extra era feliz porque se cumplía mi sueño.
-¿Es verdad que se te declaró Alejandro Romay?
-No. A Romay lo quiero muchísimo. Fue quien me dio la primera oportunidad en la Argentina. Tiene algo especial conmigo porque sabe que fue él quien me vio primero y me dio la oportunidad inicial.
-No se te declaró pero estaba enamorado.
-Alejandro es un ser increíblemente intuitivo. Ahora no trabajamos juntos, pero él siempre estará ahí cuando yo necesite un consejo.