Gary Clark Jr: el vínculo con Eric Clapton, su amor por Buenos Aires y cómo se corrió de las trampas de la noche
Este viernes 20 vuelve a presentarse en la Argentina como artista invitado en el show de la leyenda inglesa de la guitarra; a sus 40, el músico de Texas le contó a LA NACION sus ansiedades y cuáles son sus planes para esta nueva visita al país
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“Abrir para Eric Clapton siempre es increíble”, le dice Gary Clark Jr. a LA NACIÓN a través de una videollamada a propósito de su próxima visita a la Argentina, para hacer de acto apertura en el estadio de Vélez este viernes 20 de septiembre. Y en esa frase que parece de rutina, la palabra “siempre” deja entrever un detalle que explica parte de su recorrido musical: Gary Clark Jr. está desde hace años inscrito en la tradición del blues y el rock and roll de la mano de las grandes leyendas del género.
Y desde su debut en Argentina allá por 2013, cuando tenía 29 años, el público argentino lo tomó como tal. “Nunca vi algo así, la energía con la que vinieron a verme”, cuenta ahora que ya tiene 40. “Así que estoy muy entusiasmado. “También con ganas de volver a probar la comida, un malbec y escuchar su música, amo su cultura. Ir a Buenos Aires a tocar blues y rock and roll suena a buen plan para mí”.
Fiel a su estilo, Gary Clark Jr. vive un presente en el que el diálogo con los grandes referentes de la música afroamericana es constante. Su reciente disco, JPEG RAW (el cuarto de su discografía) cuenta con colaboraciones, entre otros, de Stevie Wonder y George Clinton. Con la guitarra adelante, el álbum se pasea con frescura por el funk, el jazz y el hip hop, siempre con el blues eléctrico como eje. “En la mayor parte de mi carrera se puede escuchar a la gente que me influenció. Me gusta mostrar esa influencia, es como ir reconociendo algo que es parte de tu familia, como los ojos, la nariz, una sonrisa”, explica Gary Clark Jr. “Son parte de mi tribu. Y eso es lo que me gusta hacer, por suerte he podido compartir con músicos que son leyendas absolutas, siempre es un sueño para mí que eso suceda. Siento que estoy siguiendo una ruta que ellos pavimentaron para mí. No doy nada de eso por sentado, siento un grado de responsabilidad. Quiero que se sientan orgullosos y también mostrar mi marca; con suerte algún día podré ser yo una guía para otros. Pero tampoco quiero pensar demasiado eso, porque se volvería impuro”.
-¿Cómo se hace para conjugar la actualización para no sentirte estancado y al mismo tiempo saber que le aportás a la tradición y continuás transmitiendo un legado?
-Creo que en 20 minutos voy a tener una mejor respuesta para eso (se ríe). Pero vamos con este ejemplo. En la canción “Don’t Start”, de mi último disco, hay una armónica sampleada de Sonny Boy Williamson II [N. del R.: poeta y músico estadounidense nacido en Mississippi en 1912 y fallecido en 1965]. Y lo cierto es que yo podría haber tocado la armónica, pero hoy ya no quedan blueseros de ese estilo. Entonces hay algo especial en tenerlo a través de un sample, es como no dejar que ese sonido desaparezca, y para mí hay algo importante en eso, en compartirlo con otros. Es 2024, estar en esta industria es algo muy competitivo y a la vez tenés que evolucionar. Entonces dar a conocer de dónde viene nuestro sonido es algo que me motiva, pero también se trata de que haya un sonido que tenga representación en la música moderna. Entonces, sí, es una responsabilidad, y la siento como mía. Estoy feliz de hacerlo y se siente bien, es como que le da un propósito a todo. Les estoy diciendo que no me voy a olvidar de ellos.
-¿Nunca sentiste como una presión el hecho de que se te considere continuador de ese legado?
-Traté de no pensar mucho de esa manera, aunque por otro lado tampoco podía evitarlo. Pero creo que es una bendición, vengo de Austin, Texas, donde hay un gran sentido de comunidad. Jimmy Vaughn me llevó de gira, me hizo familiarizarme con las audiencias de blues y también con su entorno. Para mí fue salir a decir “Acá viene un tipo de Texas a a mantener este sonido vivo”. Estuve en el momento y en el lugar indicado. Y estaba listo para hacerlo.
“Andá para adelante”
-Y después llegó Eric Clapton…
Claro. Eric Clapton me abrazó, me hizo brillar y me puso frente a BB King, Buddy Guy, Robert Cray, Jeff Beck, todas esas leyendas. Y fue como: “Bueno, este es el nuevo”. Era como un sueño pero que en realidad no tenía pensado que sucediera. Y entonces ahí estábamos. Si esto es lo que querés, acá estás, andá para adelante.
-¿Pudiste disfrutarlo de la misma manera relajada que lo contás ahora?
-Me creía un rebelde con causa, supongo. Entonces trataba de que no me importara. Bien o mal, estaba haciendo lo que me gustaba. Tenía que dejar todos los ruidos de lado y lo que la gente dijera, porque estaba haciendo lo único que sabía hacer: tocar la guitarra. Tratar de no meterme yo ninguna presión externa porque al final del día soy mi mayor crítico. Eso era suficiente para mí, saber que por momentos era mucho para sobrellevar pero que también tenía tiempo para distraerme cuando no estaba de gira. Ir a un partido de béisbol, tratar de tener la cabeza también en otras cosas. No creerme que soy la persona que la gente piensa de mí que soy. Solo soy un tipo normal. No tengo que quedarme atrapado en esas trampas. Respirar y, bueno, irse a dormir temprano, no quedarse hasta tan tarde en las fiestas (se ríe).
-¿Sentías que era un riesgo dejarte llevar por la noche y lo que pudiera traer aparejado alcanzar cierta fama?
-Sí. Pero por suerte soy de perfil bajo. He pasado una buena cantidad de tiempo en ciertos lugares y aprendí rápido que es muy fácil caer en ciertas tentaciones. No estoy diciendo que soy un ángel, pero definitivamente puedo reconocer que sí algo se pone demasiado caliente, hay que salir de ahí. Es la parte de VH1 Behind The Music donde la historia se pone fea. Pero tengo mi familia, mis amigos, mi comunidad y especialmente a mi mujer, ella. Siempre fui consciente de que tengo mucho por perder. Amo mi vida como para perderla por una pavada. Siento que todo lo que tengo es una bendición y quiero mantenerlo así.
-Antes hablabas de no pensar demasiado a la hora de tocar en vivo, sobre todo cuando estabas rodeado de leyendas. ¿En el estudio sos igual?
-No, todo lo contrario. Pienso todo demasiado, me duele el cerebro. Terminan las sesiones y no quiero hablar con nadie, quiero irme y poner mi mente en blanco. Necesito recargar mis baterías porque es desgastante. Con Jacob Sciba, mi socio compositivo y coproductor, desmenuzamos todo, cada compás, nota por nota. Hasta que sentimos que estamos en el lugar donde queremos estar, que si cambiamos algo todo se va al carajo. A veces pienso que deberíamos relajarnos pero también es cierto que soy un perfeccionista.
-¿Y los solos de guitarra son el momento de ahí sí pensar menos?
-Sí, ahí es donde dejo que las sutilezas improvisadas sean lo que dominen el momento. Te dejás ir, que la energía te lleve. También creo que es necesario hoy en día, en el que la música actual te lleva a poner todo en una grilla para que suene en el timing perfecto. Y a mí me gusta que haya algo de peligro, no saber bien a dónde te va a llevar la música, eso la vuelve sexy también.
-Hablabas de la cuantización extrema en la música actual… ¿Cómo te llevás con eso?
-En cierto punto, me parece genial. Yo hago beats todo el tiempo, así llego a la mayoría de mis ideas. Generalmente pongo todo en la grilla primero. Estoy agradecido de las herramientas que hay hoy en día. Pero también todo mi bagaje hace que quiera mantener esas bases. Desde ahí sí moverme al sonido actual, que me motivan a seguir aprendiendo y no aburrirme. Pero me gusta que haya un poco de mugre en mis discos, un poco de asperezas.
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