Gabriel Rolón: "Me soñaba en un escenario a los 16 años"
El psicoanalista de la radio y la TV debutó como actor en Historias de diván, adaptación teatral del libro que lo dio a conocer al gran público
Un grupo de técnicos enciende el proyector de la sala y el escenario se transforma en dos grandes consultorios. Desde una butaca, el psicoanalista y escritor Gabriel Rolón los observa con atención. En media hora comenzará una de las cinco funciones semanales de Historias de diván, la adaptación teatral de su libro homónimo que ha sido furor en ventas y que, en 2013, lo convirtió en una serie televisiva.
En poco tiempo, el lugar estará invadido por el ruido de papelitos de caramelos y espectadores ansiosos por acomodarse en la sala. Mientras tanto, Rolón conversa con la nacion sobre su desembarco en el teatro para contar dos de sus casos más emblemáticos, reflexionar sobre el aporte del psicoanálisis a la escena teatral e interpretar sobre el escenario parte de su propia historia personal.
-¿Habías fantaseado de chico con la idea de ser actor?
-[Se le ilumina la cara] Esto que pasa hoy lo soñé a los 16 años. Como consecuencia de las vueltas que dio la vida, el teatro me llegó como analista. Yo me soñaba en un escenario. Fue un largo camino y creo que, cuando alguien no pierde de vista lo que desea -no te digo que lo va a lograr porque la vida no siempre es justa-, tiene por lo menos la posibilidad de seguir apostando a esos sueños. Y quién te dice... a lo mejor entre 37 números sale el pleno tuyo.
-¿Y por qué elegiste el ámbito del teatro para hacerlo y precisamente con Historias de diván?
-Era una manera de mostrar lo que hacemos los analistas, que la gente le perdiera un poco el miedo a ese ámbito supuestamente sagrado y, sobre todo, tenía muchas ganas de una actividad que fuera lúdica dentro de la difusión del psicoanálisis. Es un ámbito que todo el tiempo está atravesado por el dolor, la angustia, la pérdida, los miedos, y me pareció que podía ser muy feliz jugando un poco. Fui muy detallista y el texto arriba del escenario es fiel a lo que está en el libro, que, a su vez, es fiel a lo que pasó en las sesiones de verdad. Es decir que lo que mostramos se parece muchísimo a la realidad.
Con la dirección de Carlos Nieto, Historias de diván se estrenó en marzo en el teatro La Comedia y se centra en temáticas como la culpa, el miedo y la sexualidad, a través de las sesiones de Majo, una adolescente obsesionada con la muerte (Malena Rolón), y Antonio (Alejo García Pintos), un sacerdote que carga con una culpa que no encuentra consuelo alguno. Ambas historias se combinan con la experiencia del propio analista (Rolón) con su terapeuta (Roberto Catarineu).
-¿Cómo decidiste contar estos casos entre los ocho de tu libro?
-Una caía por su propio peso porque es la historia más amada por los lectores -la de Majo-, que además permitía transmitir todo lo emocional que hay dentro del consultorio y también mostrar un caso en el que el analista no tuvo éxito. Esto no es una propaganda de «Mire cómo todo el mundo se cura y le va bien con el psicoanálisis». Es, tal vez, el caso más movilizante que tuve en mi vida y quería hacer un mix entre éste y otro que fuera muy analítico -en el que tuve a un cura como paciente- para que se entendiera cómo pensamos los analistas, de dónde sale un lapsus, un acto fallido, cómo escuchamos, eso que el paciente dice sin saber que lo dice y después hay que reconstruirlo.
-¿Qué diferencias encontraste entre adaptar Historias de diván para la TV y para el teatro?
-El primer cambio fuerte es que en el teatro tengo una participación mucho más activa que la que tuve en televisión. Con Marcelo Camaño hicimos la adaptación de los guiones para la TV y si mirás los capítulos también te encontrás con que los textos son los de los libros. Pero una vez adaptados, los tuvimos que soltar para que su director [Juan José Jusid] haga su trabajo y el actor [Jorge Marrale] componga lo suyo. Esto último es lo que estoy haciendo ahora sobre el escenario y son vivencias muy potentes. Yo mismo con lo que hago en la obra no soy el Gabriel de mi consultorio. He hecho como una adaptación de quién creo yo que es Rolón más o menos... [sonríe].
-Un desafío que deja a un costado al Rolón como orador...
-Con Entrevista abierta recorría los teatros para compartir experiencias y reflexiones con un público que participaba activamente. En la obra, hay que adscribirse a un texto e interactuar con otros actores. Son vivencias muy potentes. Por ejemplo, hay una escena con Malena que es muy fuerte porque su personaje me cuenta sobre su enfermedad y me recuerda cuando viví eso con la Majo real, pero, a la vez, ésta es otra. Un día me encontré que no podía resistir lo que me estaba generando, y me dije: "Claro, porque estoy escuchando a mi hija diciéndome esto" y entonces me pega de un modo que, a veces, me corre y otras tantas aprovecho esa emoción para dejarme llevar.
-Y en esta adaptación decidiste contar parte de tu propia historia. ¿Cómo lo estás llevando?
-Fue tremendo lo que me pasó arriba del escenario cuando hice por primera vez la escena en la que cuento cómo de chico mi papá venía a hablarme por las noches para tratar de convencerme de que tenía que seguir adelante porque él se iba a morir. Yo era muy chico cuando hacía eso y él creía que era una manera de prepararme. A pesar de hacer la escena cinco veces por semana, hay días en los que me angustio mucho.
-Siempre explicás que nada de lo que hacés en los medios es autoayuda. ¿Cómo lo definirías?
-El género autoayuda propone respuestas y los analistas somos generadores de preguntas. La gente sale del teatro preguntándose por su historia, por sus cosas. Soy un analista que ha tomado una de las banderas del psicoanálisis que es difundirlo y despreciar la potencia de los medios es una torpeza que no nos podemos permitir.
-¿Qué creés que le puede aportar el psicoanálisis al teatro?
-Creo que nos podemos retroalimentar en un feedback muy interesante. El psicoanálisis se pregunta por las cosas que se pregunta la gente y atraviesa los territorios por los que la gente no puede evitar pasar a lo largo de una vida: desengaño, miedo, angustia, placer, deseo, lo que quieras... y esa mirada del análisis creo que puede sumar algo muy interesante a la dramaturgia -dice, mientras hace una pausa y se queda pensando-. No me interesa que me consideren un científico. Creo que el analista es un artista porque trabajamos con el arte de poner sentido donde no había nada, de encontrar un proyecto donde sólo había dolor, transformamos la angustia, la creamos y la convertimos en un posible sueño, si tenemos suerte hacemos de una persona depresiva a otra con ganas de vivir. Eso es creación pura; el lugar dentro de la ciencia yo se los regalo.
-Y el público se lleva el plus de conocer lo que pasa por la cabeza del analista durante una sesión...
-Cuando mis pacientes vienen a ver la obra, me dicen que se sienten como si estuvieran en el análisis. Es que me pareció interesante mostrar un trabajo tan particular y especial donde la mente del analista está todo el tiempo con cuestionamientos. Es que no tenemos certezas ni tomografías computadas. Tenemos la palabra o el silencio del paciente y, sobre esa base, vamos intentando encontrar la lógica de su pensamiento inconsciente. A veces acertamos y a veces no. Es como estar todo el tiempo en una cuerda floja y con mucho cuidado donde pisamos.
Antes de la función, el clima es de mucha ansiedad. Rolón sonríe, conversa con sus compañeros, y agrega: "Freud decía: «He sido un hombre muy afortunado; en la vida nada me ha sido fácil». La hago mía esa frase porque siento esa fortuna de que nada me ha sido fácil y, sin embargo, tengo tantas cosas que disfrutar en un mundo maravilloso que me ha permitido atravesar las distintas ramas del arte". Se entusiasma y enumera: "Terminé siendo escritor, músico, guionista de televisión, acabo de terminar la adaptación de mi novela Los padecientes para el cine y pido permiso en el teatro para tratar de estar con actores. En un mundo tan injusto, lograr todas estas cosas es casi milagroso... Y lo digo yo, que no creo en los milagros".ß
Historias de diván
Dirigida por Carlos Nieto.
Funciones, los jueves y viernes, a las 21; sábados, a las 21 y a las 23, y domingos, a las 20.30.
La Comedia, Rodríguez Peña 1062.
$ 300.
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