Fuerza Bruta se reinventa en el país de las geishas y de los samuráis
La compañía argentina presentó en Tokio una nueva propuesta hecha a la medida del público japonés
TOKIO.- Hay sorpresas y sorpresas. Unas más agradables que otras. A 18.000 kilómetros de casa y con el sueño cambiado, lograr dormir a las 2 de la mañana para despertar seis minutos después porque la cama se mueve (en una habitación en el piso 11 de un hotel del barrio de Shinagawa) no es lo más grato. La sorpresa es un efecto, en este caso provocado por un sismo que trepó a los 5 grados a cien kilómetros al norte de Tokio y hasta aquí llegó la vibración. Para el conserje que está en la planta baja es algo que ocurre con cierta frecuencia. Nadie se asusta demasiado.
Lo que sorprende a cualquiera (en Tokio, Buenos Aires, Nueva York, Londres, Manila o Lisboa) es lo que Fuerza Bruta provoca con sus espectáculos. Algunas horas antes, a metros del hotel, en la sala StellarBall (un espacio para 1000 personas de pie y otras 100 sentadas) se estrenó el show que la compañía argentina, comandada por Diqui James, produjo especialmente para Japón. Es decir, no se trata de los habituales de Fuerza Bruta, como Look Up! o Wayra (aunque muchos de sus elementos están presentes), sino de un proyecto creado especialmente para que el público local pueda sentirse identificado (con el contenido, por supuesto), al que llamaron WA! Wonder Japan Experience.
"La sorpresa es un efecto, sí, pero no es eso lo que me interesa. Yo quiero un trabajo original, con un lenguaje propio -dice Diqui James, sentado en el largo sillón de una de las oficinas de producción-. Para mí lo importante es haber podido hacer algo inspirado en la fantasía que uno tiene de la cultura japonesa. El lenguaje es más profundo que la sorpresa, y acá lo que intento que se vea es algo que les resulte familiar pero contado de una manera que nunca imaginaron. Los japoneses tienen un modo de ver el mundo muy particular y hacen las cosas muy a su manera".
El público entra en una especie de casa de muchas habitaciones muy grandes con paredes negras de tela. Allí espera hasta que una voz dice en japonés e inglés: "Por favor, sigan las indicaciones del personal y no utilicen flash para sus fotos". La música aumenta el volumen, algunos personajes vestidos de negro golpean palillos y platillos; las paredes y el techo comienzan a moverse hasta que salen volando y toda la gran sala queda al descubierto. Fuerza Bruta entra en acción. Actores que vuelan sobre el público, otros que trepan una pared-cascada de agua, geishas que bailan al derecho y de cabeza, samuráis que rompen paredes y se desafían con espadas, y una murga que se fusiona con bailes orientales. Músicos que baten tambores, nadadoras que sorprenden al público sobre una gran pileta que se posa sobre la gente (esa que en cualquier parte del mundo genera la misma reacción: extender los brazos para tocar el piso transparente).
"La juventud no se vuelve loca por ver una geisha o un samurái; creció con eso. Nosotros sólo quisimos que se sintieran familiarizados pero, a la vez, transportados a otro mundo. Está bueno sacarte de lo cotidiano. El cuerpo del espectador también está en juego, por eso se pone alerta. Como el día que te subís a una bicicleta por primera vez. Quiero que la gente sienta eso", agrega Diqui.
En la trastienda hay actrices-bailarinas que entran en calor para un ensayo. "Hola, buenos días", saludan en castellano con una sonrisa. Hay cosas que se han contagiado entre los japoneses que participan en este proyecto y los casi 30 argentinos que vinieron para poner a punto el espectáculo. Un saludo no es un dato menor cuando se trata de un espectáculo donde el rol de lo físico (y sobre todo el contacto físico) juega un papel tan importante, incluso entre el público. No hay que olvidar que ésta es una sociedad que saluda con un ligero movimiento de cabeza, como si asintiera, en vez de recurrir al apretón de manos, al abrazo o al beso.
"Bueno, pero nosotros no vinimos a contar la cultura japonesa como la contaría un japonés -insiste Diqui-. El show te pide una reacción física. Al público hay que estimularlo porque tiene cierto miedo al ridículo. Ese es el desafío y lo divertido para nosotros."
La presencia de personajes de fiestas populares japonesas es fuerte en la escenografía: hay máscaras que se suelen ver en las carrozas del festival de Nebuta y otras del antiguo teatro Noh. Las danzas fueron tomadas de los bailes tradicionales de festivales como el Awa Odori. El golpeteo de palillos que se escucha en el laberinto lo producen hombres vestidos de negro, como los titiriteros japoneses. Es el llamado para avisar el comienzo de una escena en el teatro Kabuki. Aunque esto es Fuerza Bruta y esa instancia ya es parte de la función. "Me pareció muy interesante la combinación de todo esto", dice Diqui.
De la Guarda (anterior compañía en la que participó James) ya había actuado en Japón y Fuerza Bruta lo hizo en 2014, durante dos meses, en una carpa en el centro de Tokio. Pero esta experiencia es distinta por el contenido. "No es un laburo intelectual. El sintoísmo, que es una religión más positiva, por decirlo de alguna manera, que otras como el cristianismo, tiene un ritual relacionado a las cascadas. Incluso los samuráis solían ir a las cascadas. Acá cuando el samurái se muere, o supuestamente muere, lo vas a ver caminando por la cascada. Algunos lo van a relacionar con eso, pero si a otros no les termina de cerrar la idea tampoco me interesa tanto. Sé que el tipo de blanco caminando por una cascada es una imagen muy familiar para ellos. Pero lo que no se imaginan es que lo vamos a hacer a nuestra manera. Hasta ahora lo que venimos recibiendo es muy positivo".
Cinco semanas se necesitaron para el montaje. Y ahora, luego del estreno, se siguen ajustando detalles. El baile de las geishas modelo siglo XXI (por momentos convertidas en autómatas que se mueven en el túnel de viento como un auto de Scalectric) es una de las más bellas y sutiles novedades que trae este estreno. El videomapping y la música tejen texturas envolventes. Y el público no sabe hacia dónde mirar, para dónde correr o cuándo aplaudir.
"Ellos son muy estructurados. Hay ciertas cosas que en otras partes del mundo funcionan distinto, como un final abrupto -dice Gaby Kerpel, el cerebro musical de Fuerza Bruta-. Acá a las cosas las tenés que anticipar. Sigo trabajando en eso. Ocho compases antes les anticipo que viene el final. Y eso les encanta. Bueno, ellos también se tuvieron que acostumbrar a nosotros. A esa cosa de no saber si mañana la agenda que armamos va a ser así, al hecho de probar y cambiar."
James y Kerpel no están conformes con la apertura y hacen retoques durante el ensayo posterior al estreno. "La producción local nos orientó mucho en lo que podíamos hacer", dice Kerpel. Pero también admite que el proceso no termina en el estreno. "Hay que ver qué pasa con la gente y recién después de dos meses uno tiene el espectáculo que quiere. Podríamos haber hecho uno sólo con música japonesa, yo ya la conocía, pero no era nuestra idea. También nos hemos ensartado con algunas cosas. En general, en los shows de De la Guarda y Fuerza Bruta hay cosas cantadas pero en un idioma inventado. Para este probé con términos en quechua, pero no van porque me dijeron que se parecen al chino y eso para Japón es inadmisible".
El que escribe estas líneas habría jurado que el súper que está a media cuadra de la sala donde actúa Fuerza Bruta era un "chino" (como el de cualquier barrio argentino). No señor, eso es tan improbable como inadmisible.
Doce años de añejamiento
Yokichi Osato es el hombre que preside Amuse, una empresa que representa a más de 400 artistas en Japón. Pero nadie lo llama por su nombre; todos le dice Kaichou, que sería como llamarlo jefe (traducido al castellano y al inglés quiere decir presidente, chairman). Kaichou se enteró un día de la existencia de Fuerza Bruta, vio los espectáculos (incluso el que otra empresa, Kyodo, hizo con Fuerza Bruta en Tokio). Pero como este ejecutivo apuesta a lo nacional pensó en una producción propia. Primero llamó a Diqui James y le dijo que quería conocerlo. "Y cuando nos vimos, me dijo que me veía como una persona común -dice el creador de Fuerza Bruta, y se ríe-. Porque él pensaba que yo era un tipo loco y extravagante. También me dijo que tenía una idea: un espectáculo con mi lenguaje, pero basado en la cultura japonesa. Pasaron muchos años y un día le dije: «Hagámoslo ahora». Él entiende que Japón está cerrado. Quiso que nuestras culturas se mezclen y que el elenco de este espectáculo fuera japonés. Es un experimento raro. Vamos a ver cómo nos va", dice Diqui. Tiene reservado el teatro StellarBall por un año, pero es probable que apuesten a estar allí hasta los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
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