Fuertes críticas de vecinos de barrios populares a La 1-5/18: “No tienen idea de lo que es la villa”
LA NACIÓN habló con residentes del Barrio 31, Cildáñez, Ciudad Oculta y Villa Albertina para conocer su opinión sobre la nueva tira de Polka
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El pasado 20 de septiembre de 2021 se estrenó La 1-5/18: somos uno, la nueva tira de Polka ambientada en un barrio popular bautizado como “La Peñaloza”, en el que conviven vecinos de distintos orígenes y realidades. Desde su lanzamiento, la ficción generó diferentes controversias en las redes en torno a sus personajes. LA NACIÓN quiso conocer la opinión de aquellos que realmente viven en los barrios populares de CABA y GBA sobre lo nuevo de eltrece.
“Lo único que me representa de la novela son las imágenes del barrio que se tomaron”, asegura Mariela Arce, de 41 años, residente del Barrio Mugica, ex Villa 31. Se refiere a los paneos generales que se pueden ver en la novela y corresponden a esta zona de Retiro.
Para la vecina del Mugica, “es una espectacularización” y “está dirigida a la gente que no vive en barrios populares, que debe pensar: ‘Ah mirá cómo hablan o mirá lo que pasa’”.
La tira fue rodada en los Estudios Baires de Don Torcuato, donde se montó una escenografía que intenta simular el interior de un barrio de emergencia porteño. Según informaron desde Polka, se trata de una de las puestas más grandes construidas para una ficción de esa productora: ocupa 1200 metros cuadrados y se trabajó con réplicas exactas de las casillas del Barrio 31, donde además se realizaron dos jornadas de grabaciones.
Más allá del gran elenco, La 1-5/18 tira tiene tres protagonistas principales: Lola (Agustina Cherri), una maestra viuda que está a cargo del comedor del barrio; el padre Lorenzo (Esteban Lamothe), que llega al lugar convocado por el padre Antonio y tras la muerte de este cura decide quedarse y se ve atraído por Lola; y Bruno (Gonzalo Heredia), el hijo de Don Luis, el dueño del bar que se disputan las bandas de narcotraficantes por su ubicación estratégica.
La producción pone el foco en los vínculos entre sus personajes, pero también aborda las problemáticas dentro de los barrios marginales, como los jóvenes que caen en las adicciones, los enfrentamientos entre bandas, el narcotráfico y el contraste de clases sociales. Asimismo, muestra una unión entre los residentes, en particular las mujeres, para sacar adelante a su comunidad.
“Yo creo que lo que se ve en la serie no representa lo que pasa verdaderamente en el barrio. Las problemáticas de los barrios son totalmente diferentes, creo que ellos hacen la novela para un público determinado que no entiende o no sabe lo que pasa dentro de un barrio y aquellos que escriben la novela lo ven desde otra mirada, no la que uno tiene al estar adentro”, opina Alejandro González, de 40 años, habitante de Ciudad Oculta, también conocida como Villa 15, ubicada entre Villa Lugano y Mataderos.
Y agrega: “Ellos te muestran a una maestra, un cura, una persona que está en un comedor o uno que tiene un problema, es lo que pasa siempre. Pero dentro del barrio todos se ayudan entre todos y salen de esa manera, no tenés la ayuda del Estado, del gobierno de turno, uno la tiene que salir a pelear”. González es además uno de los encargados de organizar las ollas populares y actividades de integración barriales.
Tras el estreno de “La Uno”, como la llaman sus fanáticos, se produjo en las redes sociales una catarata de memes que se burlaron de la manera en que los actores interpretan a los habitantes de “La Peñaloza”, resaltando actitudes forzadas como “comerse las eses”.
“Te muestran una cosa que está guionada y lo único que hacen es contratar personas que nunca vivieron en el barrio y que no conocen la realidad. Hacen una tira, pero te la genera una persona que vive en medio de Puerto Madero o en Barrio Parque que no tiene idea de lo que es la villa, lo que es el hambre o de lo que se trata verdaderamente vivir acá. A ellos nunca los vas a ver caminando por el barrio. De última, si vos querés hacer una tira vení y consultá, pero no lo hacen porque no tienen el interés”, cuestiona Alejandro.
Mariela Sánchez, de 27 años, creció en el Barrio Cildáñez, ex Villa 6, entre Parque Avellaneda y Villa Lugano. Tampoco considera que su vecindario se parezca demasiado al creado por Polka. “Donde viven mis padres es una parte muy familiar. No creo que la realidad sea tan así como dice la tira, acá podés salir y sentarte en la vereda. Más en el fondo del barrio sé que es más difícil”, explica.
Nancy Fernández, 57 años, encargada del comedor Las Tejedoras de Villa Albertina, en el partido de Lomas de Zamora, sí siente que la ficción representa lo que ocurre en su barrio y, además, confía que ya se enganchó con la serie: “No me la pierdo por nada. Me gusta mucho, aunque todavía no llegaron a la parte de los comedores”, señala.
Sobre el final del primer capítulo de la novela, el barrio 1-5/18 pasa a llamarse “Rosario Vera Peñaloza” en honor a la maestra riojana. Y, durante la fiesta por el cambio de nombre, como venganza porque le frustraron una venta de droga, Jonathan (Lucas D´Amario) da la orden para que se queme el galpón donde las responsables del comedor comunitario guardan las donaciones de alimentos.
“Acá no se atacan estos lugares. De hecho, nosotros tenemos la entrada del comedor tipo garage, dos veces nos olvidamos el portón de la calle abierto y un flaco que es ‘nene malo’ (como llaman a los que involucrados en la droga y la delincuencia) estuvo toda la noche cuidándolo”, asegura Nancy.
Aunque recuerda un episodio de robo que terminó con la iglesia del barrio incendiada, y que le recordó a la citada escena de la serie. “Acá quemaron la iglesia porque habían robado el kiosco y la prendieron fuego. Los vecinos estaban todos llorando, la escena de la novela me hizo acordar a lo que pasó. Pero después cayeron todos presos porque la gente sabía quiénes eran y los denunciaron a todos”, relata.
Pero este no es el único momento de la tira que a Nancy le hace acordar a su vida en Villa Albertina. En el capítulo emitido el 22 de septiembre, Bruno (Heredia) queda en medio de un enfrentamiento armado entre bandas al intentar salvar a su novia de un secuestro y recibe un disparo. Ante la imposibilidad de llamar a una ambulancia o llevarlo a un hospital, a Rita (Lali González) se le ocurre pedirle ayuda a Sebastián (Gonzalo Cáceres), un médico que acude al lugar para sustraerle la bala y salvarle la vida.
La encargada del comedor y merendero Las Tejedoras admite que le tocó suturar heridas de balas, así como atender dos partos porque la ambulancia o los bomberos no llegaron a tiempo. “He hecho de todo”, exclama.
El narcotráfico y los códigos
En La 1-5/18, hay dos bandas de narcotraficantes que se disputan el lugar y atemorizan al barrio. En el capítulo de este martes, “los peruanos” tomaron el depósito del comedor comunitario para guardar allí su mercancía. Sin embargo, todos los habitantes de barrios populares consultados por LA NACIÓN afirman que existe un código que hace que estas bandas no se metan con los espacios destinados a los más chicos.
Nancy indica que su zona “está calmada”, porque “lamentablemente mataron a un par de chicos que andaban así y quedó calmado”. La también profesora de tejido, costura y cerámica asegura que “mientras vos no te metas con las bandas, no pasa nada”.
Sin embargo, cuenta que un grupo había puesto un merendero que la policía luego desbarató “porque se cubrían con que daban la merienda pero vendían sus porquerías”.
Alejandro sostiene que en Ciudad Oculta no hay bandas narco, sino “gente que la vende para tener unos pesos, pero son gente común y corriente”. En este sentido, afirma que “jamás se meterían con la iglesia o los comedores” y resalta que muchas veces “en las ollas y en comedores mucha de esa gente ayuda”, aunque en general se evita recibir donaciones de ese origen para no tener problemas a futuro.
Mariela Sánchez afirma que en Cildáñez nunca tuvo conflictos, aunque su familia siempre la contuvo. “Mi mamá siempre me apartó de los problemas que pueda haber en el barrio”, explicó.
Mientras que Mariela Arce reconoce que hay personas “metidas en la droga y narcos” en el Barrio 31, asevera que “se matan entre ellos, pero no se meten con la gente del barrio”. En este sentido, resalta que “hay códigos”. Y admite que le duele lo que muestra la ficción de Polka porque “dejan al barrio como un lugar en el que no se puede vivir y criar a tus hijos”.
“Todos mis hijos estudian, el más grande está en la Universidad Católica Argentina. Acá hay deportes, clases de apoyo y la gente de afuera puede entrar al barrio sin problema. Nunca se incendiaría una iglesia o un comedor porque la gente sabe que es para los chicos”, dice.
La Iglesia, dentro y fuera de la ficción
En La 1-5/18 se muestra la presencia de la Iglesia Católica en “La Peñaloza” de la mano del Padre Lorenzo (Lamothe), un cura villero que se compromete y se involucra en los problemas de los vecinos. Los entrevistados también destacan la labor de la Iglesia, tanto Católica como la Evangélica en sus barrios, y también de los movimientos sociales vinculados a partidos políticos.
“En Ciudad Oculta hay muchas organizaciones y sectores políticos trabajando, muchas comunidades. La Iglesia Evangélica y la Católica ayudan, más la Evangélica”, cuenta Alejandro, que coordina la olla popular y la escuelita de boxeo y kick boxing ubicada en la manzana 1.
Arce, que es catequista en el Barrio 31, remarca que “los sacerdotes están todos los días y acompañan a los chicos”, mientras que las organizaciones políticas entran al lugar los fines de semana “y, en época de elecciones, mucho más”. “Lo que se muestra la novela del romance con el cura, acá no pasa. Yo soy catequista y trabajo en la Iglesia y los curas son personas muy comprometidas. Las personas que trabajamos en la Iglesia es porque tenemos fe”.
Por su parte, Nancy considera que la participación de la Iglesia en Villa Albertina ya no es tan fuerte como lo era en el pasado. “Antes la Iglesia Evangélica abordaba mucho el barrio. La Católica también, había un cura que se llamaba el padre César que buscaba a los pibes, les hablaba, les enseñaba a tocar la guitarra, les hacía un asado. Pero un día lo trasladaron al medio del campo. Hoy ya no hay un cura así”, se lamenta.
En este sentido, la encargada de Las Tejedoras resalta la importancia del compromiso de las personas cuando llegan al lugar. “Acá hace mucha falta el padre porque él iba y buscaba a la gente. Le conseguía trabajo a los que no tenían. Si vos no te involucrás en el trabajo que hacés y no tenés respeto al trabajo, no se ven resultados”, señala.
A diferencia del resto de los barrios, Sánchez explica que en Cildáñez “no hay presencia de la Iglesia o de movimientos sociales, sí de la misma gente humilde de ahí que organiza los comedores, recolecta ropa para que los chicos tengan”. “Nos ayudamos entre todos”, subraya.
“Un poco más real”
Uno de los puntos más cuestionados en las redes sociales por los usuarios fue “el aspecto cool” de los protagonistas y la exageración en la manera de hablar de los actores.
LA NACIÓN les consultó a los entrevistados si les hubiera gustado que se contrataran personas que realmente residan en barrios populares para acercar la tira un poco más a la realidad. “Hubiese estado bueno que, en vez de que sean todos famosos, pongan dos o tres personas que representen los barrios más conocidos para hacerlo un poco más real”, opina Sánchez.
Por su parte, González agrega: “Creo que si le das a la gente del barrio la posibilidad de hacer una tira de lo que quisieron representar ellos te rompe todos los ratings, por el hecho de que la gente que la hace vive acá en el barrio”.
En tanto, Nancy resalta que a ella sí le gustan las interpretaciones, sobre todo la de El Polaco, ya que considera que “hay muchos chicos que hablan así”. Aunque, frente a su fanatismo por la tira, admite entre risas: “Si me quieren poner a mí voy feliz. Me encantaría que me convoquen”.
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