En una extensa charla con LA NACION, la exmannequin repasó su carrera, sus exparejas, sus amistades nacidas en la pasarela y su forma de encarar la vida; “Si entrás en el juego de los cambios estéticos cada vez te verás peor”, asegura
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Toma una copa pequeña de un vino blanco bien frappé en un bar coqueto de una estación de trenes a metros del Río de la Plata, en San Isidro, cerca de su casa. Ese sendero que bordea las vías contiene las huellas de sus caminatas incansables que, junto con la gimnasia y la natación, la ayudan a mantenerse en esa forma impecable que desmiente sus 62 años. La cara apenas surcada, sin bótox ni cirugías, el pelo canoso. Sus orgullos identitarios.
Está igual que siempre, como en las décadas del ochenta y noventa, cuando modelaba para las grandes casas de moda y los diseñadores top de la alta costura. Le decían Teresita, porque había otras Teresas, como Calandra, también dando vueltas por ese mundillo de glamour.
“Dejé de trabajar frente al público justamente cuando me recibí de periodista”, dice Teresa Garbesi, la mujer de las mil y una vidas que naturaliza sus cambios como quien asume la existencia como un constante aprendizaje. Puede ser el testimonio de la osadía. Pateó el tablero más de una vez y mal no le fue. Se rearmó. Siempre fiel a sí misma, a sus valores.
Desde los 18 y hasta casi los cuarenta, Garbesi trabajó en el mundo de la moda, donde conformó el selecto grupo de las top models mejor cotizadas. Los diseñadores se peleaban por tenerla y razones no les faltaban. “Era la que vendía todo el perchero”, dice esta mujer espléndida que, ya madura y curtida, vació su propio placard y se mudó a un loft de poco más de cincuenta metros cuadrados. Enfrente vive su padre, a pocos metros su primer marido y a la vuelta su segundo ex. Todos ensamblados conviviendo en el barrio, aunque los caballeros no mantienen un vínculo social entre sí. “Me llevo muy bien con los dos”, afirma.
Llega a la entrevista con LA NACION acarreando cuatro cambios de ropa y, a la hora de las fotos que ilustran esta entrevista, juega con el lente de la cámara con la seducción propia de quien trabajó ante la mirada del otro durante décadas. Con sus canas al viento que le quedan inmaculadas seduce a la cámara: “Mis exmaridos no querían que me dejase el pelo blanco y mis amigas mucho menos, decían que las avejentaba a ellas también”. De eso, por ahora no hay señales.
Se puede
A los 34 años, siendo aún modelo, obtuvo su título de periodista en la Universidad Católica Argentina y, hasta los 37, formó parte del staff de Utilísima, ese ciclo para la mujer que hoy suena de fantasía, tan lejano en sus modos. “Soy como una sobreviviente que hizo de todo”, asegura.
Superada la época de Utilísima, la comunicación fue lo suyo. “Comencé a trabajar en producción, estuve casi ocho años en Radio Continental formando parte del equipo de un programa agropecuario que se convirtió en La hora del campo. Luego me llamaron de América TV para producir América Rural, en la época de la Resolución 125, lo cual el ciclo se convirtió en un boom para el canal, porque todo el mundo quería saber que pasaba. Fue muy interesante”.
Garbesi no tenía ningún vínculo con el campo hasta que pisó Radio Continental, pero, como le sucedió muchas veces en su vida, aprendió, se esmeró con no poco esfuerzo y salió adelante. “Trabajé siempre con la idea del marketing, algo que también utilicé cuando era modelo, creo que es algo innato en mí”, explica.
-¿Por qué lo decís?
-Cuando estábamos con el ciclo agropecuario, en la época de (Eduardo) Duhalde, el dólar pasó de 1 a 3 y el campo comenzó a repuntar. Entonces, le pedí una camioneta a (Cristiano) Rattazzi (expresidente de Fiat Argentina), la plotee, le montamos una radio y salíamos al aire por todo el país.
-¿Cómo siguió la vida luego de aquella experiencia?
-Después de América TV pasé al real state e hice un parque industrial en General Rodríguez.
-¿Hiciste un parque industrial?
-Sí.
Dice con naturalidad aquello que suena extraño o que el ojo ajeno observa como alejado del campo de interés de esta mujer elegante hasta la médula y exquisita en su decir. ¿Acaso todo eso se contrapone con la fundación de un predio para montar industrias? Prejuiciosos abstenerse.
-¿Parque industrial dijiste?
-Cuando paso al real state, comienzo a trabajar en la comunicación del Complejo Al Río de Vicente López, actividad que desarrollé durante once años. El dueño de ese complejo tenía un campo en General Rodríguez y, ante mi deseo de hacer algo más, logré fundar el Polo Industrial General Rodríguez. Me encargué de buscar todas las autorizaciones a nivel provincial y municipal, como lo que tiene que ver con lo hidráulico y con el impacto ambiental.
-Un trabajo enorme.
-Muy divertido, es como fundar un country, pero, en lugar de casas, se instalan empresas. Siempre me manejé bien en la comunicación institucional, a pesar de que mi formación tiene que ver con el periodismo.
-Percibo que tenés una gran vocación por lo ejecutivo.
-No le temo al trabajo, ni se me caen los anillos por hacer nada. Cuando hacía el programa agropecuario, me levantaba a las cuatro de la mañana para ir a escribir los videograph.
-A muchos profesionales, trabajar frente a la mirada pública se les convierte en una dependencia. ¿Padeciste abstinencia de cámara y fama?
-Mi carrera como modelo fue divina, sensacional, pero nunca fui muy adicta a los medios, ni tuve gran necesidad de estar. Siempre hice mi trabajo lo mejor posible, pero sin comprarme un personaje, ya sea cuando me tocó vender ropa como modelo, hacer una publicidad o, luego, producir un programa agropecuario. A tal punto no me interesa la vida pública, que jamás hice nada con mi estética, nunca fui a una dermatóloga, sólo practiqué algo de gimnasia y no tomé demasiado sol; pero, más allá de todo eso, no me gustan las transformaciones, no reconocerme o no reconocer a los demás. Creo mucho en la dignidad de la mujer e intentaré seguir envejeciendo así, con naturalidad. Me gusta ser auténtica en todo lo que pueda.
-Eso también habla de un gran trabajo interior.
-Habla de paz interior y de seguridad.
-Diste en una clave fundamental. Paz interior y seguridad, ¿cómo se logran?
-Me da la sensación de que, si estás todo el tiempo preocupándote sobre lo externo, ocupada con mejorar la boca o ponerte bótox, hay algo interior que no está muy claro, se produce una incongruencia entre lo que se es internamente y lo que se muestra. Prefiero la coherencia de verme así, de llegar a los 63 con las arrugas que tengo y dejándome las canas.
-Aunque en tu caso son muy pocas, cada arruga, una historia.
-Cuando cumplí treinta, me vi una primera arruga fuerte y me dije: “De ahora en más será una nueva por año”. Me resulta importante ser auténtica con mi físico y, por supuesto, desde lo intelectual, me parece que debe haber una idea de unidad entre una cosa y otra. Además, luchar contra la edad y las arrugas es una guerra muy perdida y a mí no me gusta perder. ¿Por qué estaría luchando contra algo imbatible? ¿Por qué me voy a meter en una batalla que sé que perderé?
-Entiendo que, lejos de perder, estás ganando.
-Es mi estilo y mi forma de pensar.
-En definitiva, ¿cuál es el techo de los cambios estéticos?
-Si entrás en ese juego, es infinito el camino y, por otra parte, cada vez te verás peor. Si me preguntás si me haría una cirugía, hoy te firmo que jamás. Me gustan mis arrugas y no sabés lo que me costó conseguir cada una de ellas, lo que lloré, lo que sufrí, los dolores que tuve y las cosas lindas que me pasaron, las que me hicieron reír… ¿por qué me sacaría esas arrugas? Si es mi mapa.
-¿Cuáles son los dolores que fueron trazando los trayectos de ese mapa?
-A mis 23 años, tuve que atravesar momentos dolorosos, como el fallecimiento de una hermana, que dejó a su hijo Lucas, un chico de dos años.
-¿Oficiaste de madre sustituta?
-No diría eso, él tuvo a su padre ejemplar que se ha ocupado muchísimo y con mucho amor, pero hemos armado un equipo y estuvimos todos sosteniendo.
-Tu hermana sería muy joven, con lo cual la pérdida toma un cariz traumático.
-Así es, tenía 26 años, era muy jovencita, fue un shock importante en la familia.
Teresa Garbesi no le esquiva el cuerpo al recuerdo de aquellos dolores sustanciales. Sus separaciones matrimoniales tampoco son un tema tabú: “Luego de separarme de mi primer marido fue muy sano que vivamos uno enfrente del otro, ya que, de esa forma, nuestros hijos podían estar permanentemente en contacto con los dos”.
-¿Siguen viviendo tan cerca?
-Sí, a una cuadra, en diagonal, uno en cada mano de la calle.
-Con un exmarido enfrente, complejo formar otra pareja. ¿Te espiaba por la mirilla?
-No, para nada, él tiene pareja y yo también formé la mía, incluso me casé nuevamente, fue una pareja de muchos años, pero que ya concluyó. Ahora, él también vive a la vuelta de mi casa.
-Tu segundo exmarido vive a la vuelta y a metros de tu primer ex.
-Sí, habla bien de mí haberme casado con buenas personas. Por otra parte, mis padres me legaron un modelo de familia muy unido. Siempre viví enfrente de ellos y ahora mis ex están a metros mío.
Su padre de 97 años está muy bien, ya sin su mujer de toda la vida, pero tomando cursos de historia con su hija.
La madre de Teresa Garbesi murió el año pasado y ella pudo despedirse largo y tendido: “Estuvo toda la familia reunida, todos iban entrando para despedirse. A mí me llamaron a las tres de la mañana, crucé y, cuando llegó la ambulancia, los médicos me dijeron que no había mucho para hacer y, finalmente, a las cinco de la tarde falleció. Cuando sucedió, estaba con ella, algo que me dio mucha paz. Fue muy importante para mi papá esa reunión y que su mujer estuviera en su casa hasta el final”.
-¿Pensás en tu vejez?
-Sí.
-¿Sí?
-Sí, no le tengo ningún miedo a la vejez, ni a la muerte. Estoy muy en orden con todo, tengo dos hijos hermosos, todo está bien.
Es madre de Martina, que vive en Miami junto a sus dos hijos, y de Mateo, radicado en Barcelona con su pareja. “Se fueron, como se fueron todos en este país, lamentablemente. Me da una tristeza enorme no poder ver crecer a mis nietos”, subraya.
Pensar en su familia afincada tan lejos, expulsada por las crisis económicas que azotan a la Argentina una y otra vez, le cambia el tono de voz. No hay resignación al dolor del destierro de los seres queridos.
Impredecible
“No seguí el paso a paso que se espera de una modelo”, sostiene y deja en claro que lo suyo fue siempre el libre albedrío, ese mismo del que habla la Biblia.
-¿Cuál es ese paso a paso?
-Fui muy diferente con respecto a mi generación. No iba siguiendo lo habitual.
-¿Qué era “lo habitual”?
-Se terminaba la carrera de modelo y se entraba a trabajar en televisión, o trabajabas en el mundo de la moda con una línea de ropa, cosméticos o anteojos. Cuando terminé con la moda, terminé.
-Terminante.
-Cuando puse fin a mi vínculo con el tema agropecuario, fue un ciclo cerrado, de mucho aprendizaje y donde me fue muy bien.
En su cuenta de Instagram se define: “Asesoría. Gestión de proyectos periodísticos, inmobiliarios, empresariales. RRPP y RRII. Formadora de equipos. ¡Proyectemos juntos!”. Un buen camino para entender a esta mujer incansable, cuyo presente también está vinculado al estudio: “Estoy haciendo la carrera de Counseling. Es muy interesante, es una manera de analizarse uno mismo permanentemente y, desde ya, el día de mañana poder ayudar a otros. Esa es una característica propia, suelo prestar el oído a mis amigas, tengo un hermoso grupo de amigas”.
-No parás.
-También modifico casas, hago reformas, reorganizo. Me gustó siempre hacerlo en los lugares donde vivía y también para los demás.
Teresita le siguen diciendo sus amigas, muchas de ellas cosechadas en aquellos tiempos donde las modelos tenían glamour, elegancia, personalidad con nombre y apellido. Elena Fortabat, Mariana Lagarrigue, Mora Furtado, Teresa Calandra, Mariana Arias, Karina Rabollini, Nequi Galotti, Andrea Frigerio, Teté Coustarot y tantas más que conformaron un momento de esplendor de las pasarelas argentinas. Con ellas conforma una troupe que se contiene, que celebra y que también acompaña en el dolor.
-¿Cómo te encuentra el hoy?
-Logré soltar mucho.
-¿En qué sentido?
-Mi casa era muy grande, allí había vivido con mis hijos y mi marido, así que decidí, ya estando sola, hacerme un loft muy chiquito; saqué ropa, cosas que ya no usaba y se las di a quienes realmente la necesitaban. Ahora la ropa se mueve en el ropero, no está a presión por la cantidad. Y eso mismo te podría decir de mi cabeza.
-¿Cómo es eso?
-Mi cabeza no está abarrotada de cosas, está bien. Está mi gimnasia diaria, día por medio me voy a nadar; tengo vida social; trabajo y estudio. Tengo una vida muy linda.
-Es una construcción.
-Sí, pero no siempre pude. Hubo épocas donde necesité comprarme la casa, entonces había que hacer sin parar. Ahora también hago mucho, pero a mis tiempos, y soltando lo que no me hace bien. Aprendí a soltar.
-¿Qué más soltaste?
-Solté exigencias físicas como el tener que estar en peso.
-¿Soltaste vínculos?
-Sí, sólo estoy con la gente que tira buena energía. Quizás estoy en un momento de mayor encierro, aunque tengo mi excelente grupo de amigas y una familia hermosa, pero no me quiero mal enganchar con nada. Sólo busco lo que me da paz.
-¿Qué te da paz?
-Arriba de todo está la familia, aunque mis hijos estén lejos. Acá están mi padre, hermanos, sobrinos. Mis amigas son muy importantes. Y no mucho más.
En esa búsqueda de la armonía reconoce que costumbres empíricas como organizar la casa le generan bienestar: “Si mi familia y la casa están ordenados, yo estoy bien, armonizada. Le tengo mucho miedo a la desarmonización abrupta, a una enfermedad, a lo inesperado”.
-¿Creés en Dios?
-Sí y creo que todos necesitamos creer en algo que, en momentos duros, nos permitan aferrarnos.
-Intuyo que harás meditación.
-No, pero soy bastante calma. Muy cada tanto se me salta la térmica, pero tiene que ver con el hacer y no postergar, desde un lugar pensante.
-Enojada, debés ser brava.
-Sí, pero me enojo poco.
-El que se enoja poco, cuando se enoja, se enoja bien.
-Puede ser… ni me acuerdo cuando fue la última vez que me enojé. Soy de hablar, prefiero eso.
Elogio de la beldad
-¿Cuánto ayuda la belleza a la vida laboral y social?
-La belleza siempre ayuda. El buen trato, las buenas formas, el cómo decir las cosas y la estética, tienen mucha importancia. Estar bien vestido es un plus, te da una presencia. Podés estar de jogging y verte cancherísima, pero, para trabajar, hay que ponerse media pila en el atuendo, es muy importante.
Si de presencia se trata, ella huele muy rico. “Es mi sello, este perfume lo uso desde hace años”, señala. La elegancia le viene de cuna, ya que su padre fue dueño de Lagomarsino Garbesi, una recordada casa de sombreros. En aquellos tiempos, la familia vivía en avenida La Plata y Rivadavia. Una vecina de aquel barrio, la llevó a desfilar a beneficio del Instituto del Quemado. Fue el anzuelo a una vocación. Terminó el secundario e ingresó a una escuela de modelos y en poco tiempo ya estaba pasando los diseños de Gino Bogani.
“La ropa nunca me llamó demasiado la atención, pero me gustó mi carrera como modelo. Aunque, en aquella época, sentía que me faltaba algo”.
-Eras una número uno en lo tuyo, ¿qué te faltaba?
-Como tenía tanto trabajo, no podía estudiar. Por eso, fui muy feliz a los 42 años cuando ya estaba recibida y había interactuado con grandes profesores en la universidad.
-¿Tenías conciencia de tu belleza?
-No, yo era muy buena modelo, porque era buena vendiendo el perchero.
-¿Qué quiere decir eso?
-Terminaba un desfile e, inmediatamente, se vendía todo mi perchero, es decir, con lo que había acabado de mostrar. Recuerdo que se acercaban Graciela Borges, Susana Giménez, Mirtha Legrand y decían: “Quiero lo que mostró Teresita”. Y se lo llevaban. En un desfile en la Embajada de Estados Unidos, Amalita Fortabat agarró mi perchero entero y se lo llevó. Lo que pasa es que yo era la mujer con la que todas se podían sentir identificadas. No era de las modelos perfectas con siete metros de piernas. Siento que tengo belleza, pero no es una cosa que raje la tierra.
-Me parece que rajás la tierra.
-No sé, pero sigo generando identificación. Aún hoy, me paran las mujeres y me preguntan cómo me animé a dejarme las canas, qué dijo mi familia...
-¿Era muy competitivo el mundo de las modelos de tu época?
-Para nada, no había agencias, éramos unas catorce chicas y todas amigas entre sí. Llevábamos vidas paralelas, con Evelyn (Scheidl) y Mariana (Arias) tuvimos chicos para la misma época. Compartíamos desde cochecitos hasta sacaleches.
-¿Viviste subestimación?
-En la época en la que fundé el parque industrial se preguntaban “qué hace acá ésta que es modelo”.
-¿Tuviste prejuicio con la palabra “abuela”?
-Para nada, me encanta.
-¿Estás en pareja?
-No, no estoy con nadie, porque no tengo ganas, estoy en un momento de mucha libertad. Estoy muy bien conmigo misma. Puede sonar narcisista o egoísta, pero no le hago mal a nadie.
Termina el café, epílogo de su almuerzo. Antes, nombra varios libros que acompañan su presente. Y confiesa que es la “señora cursos”. El estudio es lo suyo. La avidez por conocer más. Parte por el mismo sendero que cada día desanda en jogging y zapatillas. Se va en busca de su universo sin sobrecargas. Aprendió a soltar.
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