Es argentino, se fue a vivir a Israel y cuenta la otra cara de su decisión: “Acá está bien visto trabajar mucho”
Javo Rocha tenía cientos de alumnos y una red de contactos, gracias a su vínculo con APTRA; sin embargo, su vida dio un giro cuando llegó la cuarentena y se reinventó completamente
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Javier Leonardo Mondschein es actor, profesor y director de teatro. También es un nombre más que se sumó a la amplia lista de profesionales que decidieron irse del país en busca de una vida mejor. En el caso de “Javo Rocha”, nombre artístico que le puso el querido Enrique Pinti en su juventud, la inflación, la suba de precios y las consecuencias de la pandemia hicieron que abandonara su escuela de teatro en APTRA para instalarse lejos de su hogar con el fin de transmitir todos sus conocimientos. Y no solo se tuvo que enfrentar a la melancolía de todo aquello que dejó atrás, sino a los desafíos de una cultura diferente. “Acá está bien visto que se trabaje mucho, significa que querés progresar”, señala.
Javo nació en Santiago del Estero, estudió en Tucumán la carrera de teatro y en 1996 se fue a vivir a Buenos Aires. En su larga trayectoria resalta su labor como profesor y su propia Escuela de Teatro -la cual funcionó en distintos teatros céntricos de la ciudad-. Además, durante más de una década, trabajó en el Centro Cultural San Martín y en el Centro Cultural Rojas. Sin embargo, su carrera marcó un hito cuando en abril de 2018 Luis Ventura lo invitó a que su Escuela de Teatro se convierta en la Escuela Oficial de la Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentina (APTRA). “Mudé mis clases a la sede de la Institución. Fue un hermoso reconocimiento a tantos años de docencia”, resaltó en diálogo con LA NACION.
Si bien a lo largo de estos años se esforzó de sobremanera y llevó adelante sus clases de la mejor forma posible, su vida dio un giro de 180° cuando el 18 de marzo del 2020 se inició la cuarentena obligatoria y la prohibición de la presencialidad afectó de lleno su rubro.
“Me quedé dos meses esperando de brazos cruzados hasta que lanzamos con Ventura cursos online de periodismo, que dictaba él, y de teatro, que daba yo. Tuvo mucha repercusión con gente de las provincias, pero una noche de agosto del mismo año no pude dormir y subí a la terraza de mi edificio, miré al cielo y dije: “Mamá, Papá… me voy con mis hermanos”, relató en relación al momento en el que decidió emigrar a Israel y dejar Argentina, lugar en el que llevaba más de 20 años de trayectoria teatral y en el que le dio clases a más de 100 figuras del espectáculo argentino, entre ellas, Pampita, Graciela Alfano, Flor Vigna, Sofia Giménez, Christian Sancho y Rocío Marengo, también a los hijos de famosos como Ramiro Bueno, Facundo Ventura, Nazarena Winograd y Alberto Olmedo.
Bajo un gran cansancio, pero con la férrea esperanza de conseguir una vida con menor incertidumbre, Javo les prometió a sus padres, ya fallecidos, que también se encontraría con sus hermanos. “Tengo 3… Juan, que vive en Paraguay, y otros dos hermanos casados, con mis sobrinos, que viven en Israel, Esteban en Givatayim, y Matías en Raanana”, enumeró.
La cuarentena y el cansancio por la inflación en Argentina
“No toleré el encierro y me di cuenta de que estaba solo y quería ir a donde vivía mi familia. Además, me cansé de la inflación y de la inseguridad”, fueron las primeras palabras que se le vinieron a la mente al momento de responder acerca de cuáles fueron los motivos por los que decidió marcharse del suelo argentino.
Todos los años tenía que aumentar las cuotas de sus clases y eso fue solo la punta del iceberg: “Recuerdo cuando hacía los Premios Javolandia en 2007, 2008 y 2009, donde actores, directores y productores venían a darles premios a mis alumnos por la dedicación, esfuerzo y talento desplegado durante todo el año en las clases y en las muestras. Ese evento no lo realicé más desde 2010 por la misma inflación que crecía año a año…”.
La inseguridad, otro de los motivos que lo llevaron a tomar la decisión de irse
Luego de vivir varios años en Buenos Aires, Javo comenzó a ver la ciudad con otros ojos. De hecho, un acontecimiento delictivo marcó su estadía allí. “El paisaje que veía no era el mismo desde hace 10 ó 20 años; la inseguridad y la pobreza iba, en aumento, cada vez veía a más gente en la calle o buscando comida en los tachos de basura. Ya era algo cotidiano ver cómo los negocios se fundían y bajaban las persianas… Antes de irme a Israel, sufrí un robo en Almagro: dos motochorros me robaron el celular. Eso ratificó que mi decisión era correcta”, cuenta.
“Me voy a lavar los platos”
“Quiero ir a Israel a lavar platos”, fue la primicia que le dio a uno de sus amigos antes de irse. ¿Su motivo? Salir de la zona de confort. “Apenas le dije eso no me creía. ‘¿Vos vas a lavar platos?’, me dijo. ‘Sí, quiero tener la experiencia de empezar de cero y tener una nueva vida’, le respondí. Era un mundo egótico el que me había creado, todo giraba alrededor mío y de mis clases. Resulté ser el principal prisionero”, reflexionó.
A partir de ahí, comenzó con un cambio radical. Tal es así que parte de este proceso fue quitarse los característicos rizos de su cabellera, particularidad por la que era conocido. De esa forma, inició una transformación en su vida y estaba listo para dar el gran paso.
Su llegada a Israel y un día a día diferente a la Argentina
Javo llegó a Israel el 18 de Marzo de 2021. Apenas arribó, recibió una ayuda económica por parte del Gobierno, mejor llamada “Sal Klita”, así como también un voucher para aprender hebreo durante los primeros seis meses.
Por otro lado, se encargó de realizar el documento israelí y también obtuvo un chip para el celular. “Viajé a través de una Fundación llamada Keren Leyedidut, que también te da un monto de dinero y te permite viajar con tres valijas en el avión”, explicó. Asimismo, fue declarado artista inmigrante sobresaliente, decisión que tomó el Misrad Haklitá, Ministerio de Absorción del Estado de Israel, a través de una audición que realizó.
Con todos los trámites burocráticos realizados, comenzó a dictar clases de teatro en español para hispanoparlantes en cinco ciudades: en el Instituto Cervantes de Tel Aviv; la Municipalidad de Tel Aviv; O.L.E.I. de Haifa; O.L.E.I. De Ashdod; El Majón de Madrijim de Jerusalén; y la Municipalidad de Beer Sheva. Sin embargo, el coronavirus frenó sus planes y en la actualidad realiza cursos de teatro en Tel Aviv, Teatro Alfa. “Me gustaría poder vivir de mi profesión totalmente, cosa que ahora todavía no puedo hacer”, admitió.
Además, Javo es secador de vajillas en el Hotel Royal Beach de Tel Aviv y trabaja todas las mañanas de 7 a 13. En ese sentido, agregó que es común que se dificulte acceder a ciertos puestos de trabajo por cuestiones relacionadas a lo lingüístico: “Cuesta mucho, el hebreo es muy difícil. También se manejan mucho con el inglés, pero no podría trabajar ni de mozo ya que tengo poco inglés y poco hebreo. Las cosas no suceden de un día para otro y voy disfrutando del proceso de esta nueva oportunidad en la vida. Los primeros meses viví en un hostel y llevo seis meses viviendo en un departamento Studio, como le dicen acá a los monoambientes, en la calle Allenby cerca del Shuk Hacarmel y el mar. Amo correr por la playa, es el Mar Mediterráneo”.
Cómo es su paga en Israel y la diferencia cultural que hay con Argentina
Según cuenta Javo, el trabajo es un tema y una responsabilidad muy importante para los israelíes: “Antes de venir, cuando le conté a una amiga de Israel y qué iba a hacer allá, me dijo: ‘Preparate para trabajar como nunca antes’. Y es cierto, acá se trabaja muchas horas”.
Además, especificó que en el hotel gana un total de 32 shekels por hora, que en pesos argentinos sería un aproximado de $1115. “El sueldo mínimo no baja de eso. Es por ley”, remarcó. En cuanto a sus clases de teatro, cobra un total de 300 shekels por mes, que equivale a $10.000 por cada alumno.
En relación con la inflación, Javo aseguró que allá es mínima y que prácticamente no existe. Sin embargo, relató que en ocasiones suele ser extenuante la cantidad de trabajo: “Como profesor tengo una lucha con los alumnos que muchas veces sus jefes les ponen horas extras y faltan a clases. También hay mucha gente que no se permite tener un día libre para hacer teatro por la rutina del trabajo. Después llegan a sus casas y hacen vida de familia y están cansados de tanto trabajar… por eso el país está como está y se convirtió en una potencia mundial, porque es un país entero que trabaja”.
“Mucha gente no se permite ese día porque tiene que trabajar para pagar una vida que es cara. La gente que viene a Israel con una fortuna acá se convierte en una pequeña fortuna porque todo es caro… Y mucho más la ciudad en la que vivo, Tel Aviv, que fue elegida como la ciudad más cara del mundo”, admitió.
Si bien mencionó que no todo es alegría y felicidad cuando se toma la decisión de emprender viaje a un lugar con tales características y formas de vida, sostuvo que en Israel es posible ahorrar y tienen una visión del futuro muy prometedora: “Acá no se vive del pasado o el presente, por eso hay tanta tecnología. Cualquiera puede ahorrar e irse un fin de semana a una isla de Grecia de mini vacaciones”.
Asimismo, subrayó que la inseguridad no se vive como en Argentina, un tema, como expresó previamente, que tiempo atrás le generó más de un dolor de cabeza. “Allá tenía que estar pendiente de mi celular cuando caminaba por la calle y acá me puedo parar en una esquina a gritar ‘róbenme el celular’ y nadie me lo saca de la mano. Acá, pese a todos los conflictos políticos, ideológicos o atentados, la vida continúa al día siguiente con normalidad. La gente está acostumbrada a seguir adelante”.
En relación a lo cultural, el santiagueño explicó que hay mucha diversidad entre los ciudadanos. “Es un crisol de lenguajes por la calle, de nacionalidades, de religiones que conviven. Sin embargo, desde lo social, a mí me cuesta hacer amigos y todavía no tengo mi grupo. Acá, la gente se conoce en la primaria o secundaria o en el ejército -los hombres hacen 3 años y las mujeres 2 años- y construyen sus amistades. Cuando uno viene de afuera es difícil insertarse”.
Lo que más extraña del país que lo vio crecer
Si bien Javo confesó que son muchos los beneficios que ve en el país que hoy lo adoptó, en ocasiones extraña su rutina en Argentina: “Extraño a mis amigos, a mi gatito que lo tiene una amiga, ir a APTRA, a visitar a mis padres y a comer un asado en el patio, sacar a pasear al perro y compartir con primos y tíos. Extraño tener más tiempo libre para mí. Acá estoy trabajando mucho y es normal, está muy bien visto que se trabaje de cualquier cosa: significa que uno quiere progresar y salir adelante”.
En base a sus expectativas para el futuro, su sueño es poder vivir de su profesión como docente de teatro en Israel: “No importa qué… sino cómo. Confío en que Israel es tierra de milagros y que las puertas se van a abrir. Y que Dios y la vida me van a dar lo que no recibí en Argentina, país que amo y que jamás olvidaré todo lo que sí me dio”, sentenció.
En la actualidad, se comunica con todas las personas que quieran participar de una clase con él a través de su Instagram @estudiojavorocha, donde especifica más información sobre días y horarios. De esta forma, y con una historia de vida en la que atravesó momentos de toda índole, Mondschein demostró que tiene toda su energía puesta en salir adelante a pesar de los obstáculos y que siempre mantendrá el recuerdo de Argentina, con la esperanza de que las problemáticas de nuestro país mejoren.
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