Fue Miss Argentina y estuvo comprometida con un actor estadounidense: la historia de amor de Johanna Fonseca
La expareja de Guy Williams fue modelo en Japón y tuvo una vida de película; la idea de que Alejandro Romay televisara su casamiento
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Había transcurrido el verano de 1988 y, en una romántica cena en el restaurante Edelweiss, él escribió en un simple papel en su idioma: “I love you. Will you marry me?” (”Te amo. ¿Te casarás conmigo?”). Ella respondió sin dudar un instante: “I love you too for that I say yes” (”Yo también te amo por eso digo que sí”).
Ella es Johanna Fonseca y fue Miss Argentina para Miss Belleza Internacional en Tokio, sin embargo, le dice a LA NACION que prefiere no precisar la fecha con exactitud por coquetería. Él era nada menos que Guy Williams, el mítico Zorro, quien también supo conquistar a millones de espectadores con su serie a través de la pantalla. Nacía una historia de amor...
Una historia de amor
Johanna venía de realizar varias actividades relacionadas con lo artístico. Nacida en Rosario, los primeros pasos los dio como modelo y tuvo su primera gran satisfacción cuando con apenas 19 años fue elegida Miss Argentina. “Fue un sueño cumplido –aclara y agrega-: de la mano de Bibi Etcheto de Sueldo Piñeiro, que era representante del concurso que se hace en Japón, participé para Miss Belleza Internacional. Recuerdo que dos días antes de viajar para ese certamen, gracias a Bibi, la señora Mirtha Legrand me invitó a sus almuerzos, estaba Osvaldo Pacheco, fue inolvidable para mí”.
Luego de formar parte de la competición, Johanna logró vivir en Tokio casi durante un año: “De a poco empecé a trabajar como modelo fotográfica. En un diario de Hong Kong me hicieron un reportaje y me preguntaron qué quería para mi futuro. Respondí que hacer cine en Hollywood, era mi sueño. Tuve la oportunidad y la desaproveché porque extrañaba mucho a mis padres y mi Rosario natal. Trabajé en un programa de TV en Japón, pero padecía bulimia, enfermedad que no se conocía y me afectó. Cuando regresé nunca más la sufrí, se ve que era un estado puramente emocional”. Hubo, también, otra razón detrás de su regreso. “¿Por qué volví además de extrañar? Porque a mamá le dio un derrame cerebral y no dudé. Gracias a que la acompañé se recuperó perfectamente sin secuelas. Después me vine a Buenos Aires porque quería ser actriz”, continúa.
-¿Ahí es cuando conoce a Guy Williams? ¿Cómo fue?
-Fue un tiempo después. Antes estudié con Carlos Gandolfo, Alberto Ure, Lito Cruz; era la época de Alberto Olmedo y Jorge Porcel, que me convocaron para trabajar. José Juri, que era amigo, me los presentó. En el ambiente se decía que alguien que estudiaba actuación con ellos no podía hacer programas como los de estos capos del humor y dejé pasar la oportunidad por prejuicio. Me fui a los Estados Unidos a hacer unas presentaciones como modelo y me quedé seis meses. Conozco a gente que trabajaba haciendo doblajes de películas y empecé con eso. Mi deseo de llegar a Hollywood estaba más cerca, pero volví a extrañar demasiado y decidí que tenía que trabajar en la Argentina. Me convocaron para Detective de señoras porque fui a dejar mis fotos en el canal. También trabajé con Tato Bores por recomendación de Héctor Ricardo García. Pero me preguntaste por Guy…
-Cuénteme cómo fue el romance que vivió con él y los detalles de esa declaración de amor con propuesta de boda.
-A Guy lo conocí en La Biela. Una amiga, la actriz Araceli Lizaso, que años antes había salido con él y en ese momento estaba casada con Guillermo Dugonem, me dijo que estaba muy solo. ‘Vamos a hacer que salga un poco de su departamento’, me explicó. Recuerdo que era un día 7, porque yo tenía programado ir a San Cayetano a cumplir una promesa. Me presentó, él fue muy cordial, caballero, simpático. Tomamos el té, tenía mucho humor. Nos despedimos y cuando regresé a mi casa, quince minutos después, sonó el teléfono y era él. Quiso acompañarme a Liniers pero le dije que no porque tenía que encontrarme con una amiga y se hacía tarde. Después tuvimos nuestra primera salida en el restaurante El Canal, de Cerviño y Salguero; en el momento del postre agarró crema de la que estaba comiendo y me la pasó por la nariz. Me reí y me dijo: “Vos tenés humor, si le hacía esto a otra me mataba”.
-Y le escribió en un papel del menú si quería casarse con él...
-Eso fue en Edelweiss. Llevábamos unos meses cuando me propone casamiento. Me decía que nuestra boda se la iba a proponer a Romay para que la televise igual que la luna de miel. Esa noche pensó todo. Me dijo: ‘Convoco a Fernando Lúpiz, hacemos una puesta como que nos disputamos tu amor, yo gano, y después nos casamos, pero ahí sí de verdad, con carruajes y todo. Yo le dije: ‘Sí, sí, me caso con vos, de inmediato’. Era maravilloso.
-¿Por qué no se terminó concretando?
-Salimos durante un año aproximadamente. Estábamos las 24 horas juntos. Nos quedábamos en mi departamento o en el de él, indistintamente. Le gustaba ir a la carnicería de avenida Libertador a encargar sus cortes preferidos. Era encantador, pero también celoso. Luego me enteré de que alguien que no quiero nombrar le hablaba cosas de mí infundadas para generarle más celos. Eso hizo que un días nos separáramos por una tontería, pero nos terminamos alejando, veníamos de cenar en Fechoría.
-¿Y así terminó la historia, no se volvieron a ver?
-Lo volví a ver en La Biela. Yo estaba sentada en otra mesa con mi amiga Marta que esperaba a un conocido. Al rato que este señor llega, Guy se levanta y se va. Noté que estaba muy triste. Creo que le afectó mucho que nos hubiéramos separado. No lo vi nunca más, hasta que fui a despedirlo cuando murió. Nos amamos mucho, pero el sueño no pudo ser. Éramos muy compinches. Él me decía que conmigo había revivido. Nunca se había sacado una foto con una pareja en un lugar público y conmigo sí lo hizo en Edelweiss. Hace tres años que tengo contacto con Toni, su hija, y eso me tiene muy feliz.
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