Fue lustrabotas, abrazó la fama y una trágica noche de hotel lo perdió todo: Walter Olmos, el “heredero”
Tenía 20 años y todo el país preguntaba por él; nacido en Catamarca, su talento en el escenario hizo vibrar a miles y llenar el Luna Park; Walter Olmos, el artista que le pidió a la Virgen por su sueño
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“Así era, un niño que jugaba todo lo que no pudo durante su infancia sufrida. Solo que esta vez no midió los riesgos y le costó la vida”, reflexionaban, palabras más o menos, en el círculo íntimo de Walter Olmos, compuesto por músicos, sonidistas, asistentes, y el cuñado de la víctima, Gabriel Passaro, hermano de Vanesa, por entonces novia del cuartetero. Eran palabras que ayudaron a reconstruir a este cronista el momento fatal ocurrido aquella madrugada trágica del domingo 8 de setiembre de 2002.
Walter se preparaba para brindar tres shows que estaban híper vendidos porque su popularidad crecía día a día de manera increíble. Estaba relajado, tendido sobre la cama de la habitación 22 del modesto Hotel San Cristóbal Inn de Constitución, donde se alojaba siempre que llegaba a Buenos Aires, aguardando el momento de la partida para encontrarse cara a cara con el público.
Mientras descansaba pidió que le acercaran el teléfono para hablar con su hermana. Ya había tenido una conversación por la misma vía con su novia, Vanesa Passaro, por entonces ex bailarina del grupo Damas Gratis, a quien prometió ver horas después, una vez finalizadas las presentaciones: “Mi vida, a la mañana apenas vuelvo te hago yo el desayuno, prometido. Te amo”, adelantó él. “Sos un tierno. También te amo”, replicó ella cariñosa.
“Dame la guita o te quemo”
Pero en ese cuarto de hotel donde reinaba la buena onda de pronto sucedió la tragedia. Walter empezó a “jugar” con una pistola Bersa calibre 22 largo, automática, que según contaron le había dado un amigo de él de Catamarca que la tenía registrada a su nombre. El clima se enrareció cuando todos los presentes comenzaron a advertir lo que continuaría.
De pronto dejaron de disfrutar de las humeantes pizzas de mozzarella que estaban sobre una de las mesitas. Mientras tanto, el cuartetero iba y venía con el arma sin cargador, la acercaba directo a las cabezas de quienes lo acompañaban y les gatillaba mientras decía: ‘Dame la guita o te quemo’. Era todo a manera de “broma” macabra. Luego se apuntaba él y hacía exactamente lo mismo.
Así lo hizo hasta que se le ocurrió colocar el cargador. Él repetía que como la pistola se encontraba trabada aunque gatillara la bala no saldría. “¿Vieron? No pasa nada porque está trabada, yo se los dije”, insistía. Pero cuando volvió a gatillar, esta vez sobre su sien derecha, el proyectil se incrustó en su cráneo y Walter cayó sin vida sobre la cama. Tenía apenas 20 años.
El sucesor de Rodrigo
Walter era uno de nueve hermanos de una familia humilde y de niño supo ser lustrabotas para llevar el pan a su casa en su Catamarca natal. A menudo se veía obligado a revolver tachos de basura para poder llevar algo de comida, y alguna vez cometió algún que otro hurto de alimentos que lo obligó a pasar algún tiempo en un correccional de menores. A él y los suyos los acechaba nada menos que el hambre.
Soñaba con cantar y se lo pidió de rodillas a la Virgen del Valle. Pasó el tiempo y a los 16 años pudo sumarse a la banda catamarqueña de cuarteto Los Bingos. Todo por un plato de comida. A partir de ahí la suerte estuvo de su lado. Empezó a escucharse un tema suyo en una bailanta de esa provincia donde justo estaba presente Rodrigo, el cuartetero cordobés que ya era híperfamoso. Sorprendido, consultó quién era el que cantaba por su tono de voz similar al de La Mona Giménez. Y cuando le respondieron pidió conocerlo y comenzó a apadrinarlo.
Walter se convirtió en su ladero y se hicieron compinches. Crearon juntos la canción “Por lo que yo te quiero”, que fue furor. Olmos sacó “De pura sangre”, su primer disco que llegó a ser de platino: vendió más de 150 mil copias. Así llegó a ser “La locomotora catamarqueña”, llenó bailantas, teatros y estadios en toda la Argentina hasta llegar a la consagración: hizo “explotar” el Luna Park en 2001. También hizo shows en Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay. En tan solo dos años alcanzó la cima, pero también estaba preocupado por ciertos “fantasmas” que rodeaban al universo de la bailanta y comenzaban a aparecer en su vida musical. En junio de 2000 había sufrido como nadie la muerte trágica de Rodrigo y ahora temía por él. Decía a quien lo escuchaba que se encontraba agotado...
“¿Qué hacés con eso? Es un arma”
La causa de la muerte de Walter Olmos fue caratulada como “Accidente Fatal”. Mercedes, una de las mucamas presente esa noche, contó que cuando Walter llegó al hotel lo abrazó fuerte y como siempre bromeó con él. “No me engañes con otra”, le dijo como de costumbre. Y al soltarse de ese abrazo advirtió algo extraño en su cintura. “¿Qué hacés con eso? Es un arma”, le subrayó. “Es para hacerles una joda a los muchachos, no te preocupes que no anda”, le dijo él para tranquilizarla.
Lo que continuó esa madrugada fue un verdadero caos. Media hora más tarde llegó su novia. Los fans ya se habían acercado al hotel la recibieron de mala manera. Una de ellas la golpeó y la tiró al piso. Cuando se retiró, la policía presente en el lugar debió hacer varias maniobras de distracción para que la bailarina pudiera irse sin sufrir más consecuencias.
Desde Catamarca, los padres del cantante no podían entender lo que reflejaban las noticias que seguían por Crónica TV. Noemí y Bartolomé, pese a estar separados hace años, se encontraban más unidos que nunca ante la adversidad, perplejos frente al televisor. Y haciendo todo lo posible para consolar a los ocho hermanitos de Walter que no creían lo que pasaba. Su mamá pudo viajar rápidamente a Buenos Aires gracias a un avión que puso a disposición la gobernación de dicha provincia.
Apenas arribó al hotel de la tragedia solo pudo decir: “Estoy destruida”. Todo en medio de una muchedumbre. Cuando se retiró hilvanó algunas palabras sin parar de llorar: “No me puedo sacar de la cabeza que el sábado cuando llegó acá se comunicó conmigo y me comentó que estaba bárbaro, bien de ánimo, recontento. Y horas después acá estoy y ya no puedo hablar más con él, eso me vuelve loca. Me desespero porque me entreguen el cuerpo de mi hijo, ¡por Dios, lo suplico!”.
El adiós de una madre
Luego de reconocer y recibir el cadáver en la morgue, Noemí se ocupó como buena madre de elegir la ropa con la que vestiría a su hijo para el velatorio: las prendas preferidas de Walter, su campera de cuero, su camisa color blanco inmaculado y el pantalón colorado con el que le gustaba contrastar los tonos.
Desde Catamarca, su papá, desconfiaba de lo que le contaban que ocurrió: “No pienso dejarme llevar por los comentarios. En los últimos tiempos vivió cosas bastante extrañas. Yo sospecho de una mano negra que existe en el mundo de la bailanta”, reflexionó.
El velatorio se realizó en el boliche Mundo Bailable ubicado en Puente La Noria, Ingeniero Budge, donde se agolpó una multitud. Pasada la 1 de la madrugada, el féretro fue acompañado en caravana hasta llegar al Aeroparque Metropolitano para ser trasladado a Catamarca. En el camino, su novia interceptó el cortejo y pidió encarecidamente que abrieran el cajón para poder despedirlo ya que por obvias razones no pudo hacerlo en el velorio. La mamá de Walter no lo permitió. Estaba conmovida con la información que no paraba de recibir. La que más la sacudió fue la que le comentó una amiga de su hijo, que decía que Walter sentía temor de sufrir una muerte violenta como la de Rodrigo, su mentor. “Y a mí me repetía que no se podía imaginar cómo iba a ser de viejo”, concluyó Noemí entre lágrimas.
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