Fue la “princesa”de Rodolfo Bebán, casi se convierte en vedette y hasta filmó con De Niro: en qué anda María Rosa Fugazot
Criada en una familia de artistas, a los 15 años se subió a un escenario por primera vez; vivió hechos trágicos de la Argentina y compartió escena con los grandes del humor; en diálogo con LA NACION, cuenta por qué sigue “empujando”
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“Al Negro Olmedo lo conocí cuando yo tenía 12 años y él 20. Venía a comer a casa porque lo invitaba mi mamá, yo le hacía papas fritas porque le encantaban”, reveló, en charla con LA NACION, María Rosa Fugazot, bailarina, actriz, cantante y exvedette, aunque acerca de esta última actividad, con la modestia que la caracteriza, prefiere dar precisiones más adelante.
Cuando dice que su madre traía a almorzar a su casa nada menos que a Alberto Olmedo valen algunas aclaraciones. Primero que es hija de la reconocida actriz y vedette María Esther Gamas, quien supo compartir filmes y escenarios con otros grandes como el mismísimo Carlos Gardel en la película Luces de Buenos Aires, rodada en los estudios Joinville, de Francia, y con Pepe Arias, Florencio Parravicini, Luis Arata, entre tantos más.
La segunda la comenta ella misma: “El Negro había llegado de Rosario con Juanito Belmonte. Trabajaban de tiracables en Canal 7. Y mi mamá que laburaba allí, como ella también era rosarina, lo llevaba a comer. Eran dos pibes recién llegados. Cuando mi vieja me decía ‘voy con los chicos’ yo cocinaba las papas fritas, no fallaba. Por eso el día que me enteré de su trágica muerte en Mar del Plata me partió al medio. Era muy generoso, buena persona, muy tímido, se la pasaba haciendo ruido y sonidos porque decía que así se sacaba la vergüenza, siempre sacaba a relucir su papel de cómico para superar situaciones”.
María Rosa cuenta que comenzó su carrera a los 15 años, en un musical que se llamaba Tangolandia: “Fue divertido porque ahí trabajaba mi mamá y pedían bailarines. Mi papá, Roberto Fugazot –cantante y actor nacido en Montevideo- se enojó y no me habló por un mes, no quería saber nada. Era otra época, él pensaba que yo era muy jovencita para eso. La primera vez que me vino a ver al teatro fue a los 18 cuando hice una obra. Recuerdo que le gustó, se emocionó mucho. De ahí en adelante ya lo aceptó y se acostumbró. No quería que hiciera revista…
-Pero usted fue casi casi vedette, podría decirse.
-Sí, dijiste bien, casi, eso lo quería aclarar. Fui media vedette, figurita, empecé como bailarina. A mi viejo no le gustaba porque decía que algunos se aprovechaban para manosear, jajaja. Yo le comentaba que quería ser médica forense, pero a él nada le conformaba, quería dirigirnos a mi hermana y a mí. “Tenés que ser arquitecta”, insistía. Por suerte no le di bolilla. Con mi hermana decíamos que él era un arquitecto frustrado y nos reíamos mucho.
-Cuénteme eso de que vivió a metros de la Casa Rosada.
-Yo había nacido en Vicente López y mi hermana en España porque mis padres estaban trabajando allá. Un día mi viejo alquiló una casa en la calle Balcarce y Alsina, a metros de la Rosada. Como ellos filmaban y hacían teatro, quería vivir en el centro y estar cerca porque yo me quedaba sola con mi amada abuela Margarita. Mirá dónde se fue a meter, en la Plaza de Mayo, me comí todos los bombardeos, los quilombos, no me perdí ninguno. Él me inculcó que no me aferre a las cosas materiales, que disfrute la vida. Que cuando tuviera comiera bien, langosta si podía, y cuando faltara, “con un tomate al medio también vivís”, me repetía.
-¿Cómo fue su infancia con padres artistas?
-Desde chica me dieron el ejemplo que me sirve hasta ahora que estoy por cumplir 80. Con responsabilidad, compromiso… Después de ese debut a mis 15, siempre seguí trabajando; luego vinieron los bailes acrobáticos, técnica que fui a aprender, con porrazos que ahora todavía me duelen. Laburé muchos años con Eber Lobato, bendito sea. Me enseñó todo respecto al baile moderno, yo tenía la base clásica. Y con Carlos Manuel aprendí todo lo que era español. Fui sumando por el camino. Cuando llegué a televisión tuve la suerte de trabajar con Ginamaría Hidalgo, Miguel Ligero, Enrique Dumas... hacíamos musicales con Jacobo Langsner. Ginamaría me enseñó a colocar la garganta, una talentosa y excelente ser humano. Mis padres me enseñaron el respeto por el trabajo, la palabra… Tuve la suerte siempre de tener compañeros maravillosos.
-¿Cuándo conoció a César Bertrand, padre de su hijo René, otro artista de la familia?
-Ensayando en el Teatro Argentino una comedia musical, estaba mi mamá, Eddie Pequenino, la orquesta de Osvaldo Pugliese. Con Sergio Renán y toda una banda de amigos nos juntábamos en un barcito que estaba en Montevideo y Corrientes que tenía bowling. César estaba haciendo Extraña Pareja con Rodolfo Bebán y Palito. Ahí empezamos la relación. Era muy amigo del Negro Olmedo y Javier Portales. Nos pasábamos haciendo asados en las distintas quintas. Estuve quince años con él. Javier, el hijo mayor de él, se crió conmigo y es más pegote que René, el mío, que lo chicanea y le dice calzonudo. Se llevan muy bien. Con René trabajé mucho, es un talentoso actor y director, hoy está dando clases de teatro también, tiene que pagar la olla, no para. Me dieron nietos hermosos.
-¿Es cierto que Gerardo Sofovich una vez fue a su casa y le arruinó el jardín a su papá?
-¿Cómo sabés? Jajajaja. Mi papá era muy amigo del padre de Gerardo. Un día fue a casa, le hizo pelota el jardín, siempre se lo recordó, fue muy divertido. Después pasó el tiempo, y fijate las casualidades, yo trabajaba en Canal 11 cuando los hermanos Sofovich empezaron ahí. Gerardo me llamó y empezamos los tres juntos, Javier Portales, Alberto Olmedo y yo.
-¿A quién extraña?
-A mi mamá que se murió a los 96 en 2006, ¿longeva mi vieja, no? Yo creo que se cansó y por eso decidió morirse, si no seguía. A papá, por su humor inagotable. Se fue en 1971, muy joven, sabía que se iba a morir y me dijo: “¿Para qué me voy a quedar si se viene un quilombo bárbaro en el país?”. No se equivocó nada. A mi abuela Margarita, un ser increíble, y también a un gran amigo que me dio la profesión y que se acaba de ir, Rodolfo Bebán. En sus últimos momentos, cuando estaba internado, le hacía llegar algún cariño o saludo. Y recibía como respuesta: “Decile a la princesa que la amo”.
-María Rosa, usted no para de trabajar.
-Gracias a Dios querido, la pandemia a los artistas nos partió al medio. Ahora nos estamos recuperando. Ya grabé la serie Nada con Robert De Niro y un queridísimo amigo, el Beto Brandoni. Y el 9 de setiembre en el teatro La Casona de la calle Corrientes estrenamos con producción de otro estimado y talentoso como Aldo Funes, Mi suegra o yo, con Alberto Martin, Adriana Brodsky, Matías Santoiani y Kitty Locane. ¿Sabés? No queda otra que laburar hasta el último día, si no te comen los piojos.
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