Fue “la novia” en Cuestión de Peso, bajó 40 kilos y cuenta el lado B del reality: cómo está hoy Guadalupe Camiña
A 16 años de su participación en el ciclo, critica el planteo que hizo el programa de los participantes; además, recuerda sus problemas de salud, su casamiento soñado y cómo reinventó su trabajo
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Cuestión de Peso (eltrece) llegó a la Argentina en lo que se recuerda como los años más revolucionados del país. El comienzo del nuevo siglo trajo consigo el gran boom de los realities en la pantalla nacional, en medio de una profunda crisis económica, lo que sirvió, para muchos, como una gran distracción. La convivencia de personas que exponen sus vidas ante las cámaras se convirtió en la atracción del momento, y en este contexto llegó una nueva propuesta que evidenciaba el problema diario de las personas con un peso superior recomendado como saludable médicamente. El programa combinada este aspecto con la necesidad de los participantes de cambiar su vida. El éxito fue inmediato. A 16 años de la primera emisión, Guadalupe Camiña recordó en diálogo con LA NACION su experiencia en el ciclo y cómo su día a día dio un vuelco.
Para Guadalupe no tener lo que se considera un cuerpo hegemónico fue su realidad desde que era apenas una niña, y si bien no era una preocupación para ella, para los demás sí. La relación del ser humano con la comida, hasta la actualidad, es motivo de cuestionamientos por diversas razones: desde los comentarios sobre la fisionomía ajena hasta la imposibilidad de encontrar indumentaria con variedad de talles inciden en el comportamiento del otro, que, de alguna forma, queda por fuera de los parámetros establecidos. De allí pueden surgir medidas personales que poco se relaciona con el cuidado de la salud, sino que incide puntualmente en lo estético.
El peso y el riesgo de su vida
Hoy, con 49 años, la exparticipante de Cuestión de Peso tiene en claro que la estética y la salud pocas veces van de la mano. Durante su crecimiento, para ella cómo era su cuerpo no era un problema. Así, recuerda su vida social como ”normal”. Tampoco tenía problemas en el funcionamiento de su organismo. Pero su mirada no era la misma que podían tener los demás.
Las sugerencias del entorno la llevaron a enfrentar sus primeras dietas. Las restricciones y las “soluciones mágicas” fueron parte de su adolescencia, hasta que la balanza marcó un peso “ideal”. “Tenía 16 años, debía pesar 80 o 90 kilos y la preocupación de mi mamá era estética. Me llevó a un doctor homeópata que me dio 11 pastillas por día. Terminaba no comiendo y desmayándome por los rincones. Bajé 20 kilos en un mes y las dejé porque no me podía mantener de pie. No me morí de suerte”, recuerda como el momento en el que priorizó su bienestar ante lo que el otro quería ver en ella.
En aquel entonces, decidió que lo que el otro pensara de ella no iba a incidir en sus decisiones. Disfrutaba de su vida con sus amigos y su novio. Y comenzó una nueva vida en Estados Unidos, donde su peso no era un problema a la hora de buscar ropa, por ejemplo. Fue en ese momento en el que volvió a tomar una decisión por salud. La muerte volvió a tocar su puerta, o al menos así lo sintió.
“Físicamente me sentía mal todo el tiempo. Un día fui al hospital y me dejaron internada porque tenía el azúcar muy elevado; entonces los médicos no me dejaban ir de la clínica. Me querían estabilizar. Yo me quería ir, para mí no me pasaba nada. Me dieron la medicación que me tenían que dar y me dejaron ir. A partir de ahí empecé a medicarme para la diabetes que había hecho, que estaba absolutamente relacionada con el tamaño de mi cuerpo”, recuerda del momento en el que sintió que su vida estaba en riesgo.
La balanza marcó 155 kilos y su organismo le dio un primer indicio de que algo estaba fallando en su funcionamiento, lo que la llamó a buscar una vida más saludable, lejos del sedentarismo y de la denominada comida chatarra. En poco tiempo vio los primeros cambios, y los 40 kilos que había bajado contribuyeron a que el malestar diario vaya desapareciendo. Pero no fue el único cambio que atravesó, sino que decidió volver a vivir a la Argentina.
Cuestión de peso, desde adentro
De vuelta en su Bella Vista natal, Guadalupe comenzó con los estudios de coaching al mismo tiempo que trabajaba en el negocio familiar. Con diversos planes para el futuro, que incluía la boda con su pareja, de una forma inesperada, Cuestión de Peso se cruzó en su camino. “Yo no veía tele. Tenía que atender una chica que me dijo que estaba llegando tarde y yo estaba sentada en el consultorio y se me ocurrió prender la televisión y veo la publicidad y digo: ‘Qué golazo, qué divertido ese combo’”, recuerda de aquel momento en el que sin analizarlo mando un e-mail para el casting.
El motivo por el cual quería ingresar al programa cautivó de inmediato a los productores: indicó que quería bajar de peso para su casamiento y mostró cómo quería lucir con una foto de su hermana. De allí el apodo “La novia”. Sin embargo, de aquel entonces deja en claro que el peso fue una excusa para poder estar frente a las cámaras: “Todo el mundo me conocía como gorda y si algún día era flaca era divertido el plan. No lo necesitaba para ser feliz, pero sí por salud”.
Una hora más tarde, desde el momento en que clickeó en enviar, tuvo la respuesta que la llevó a integrarse al grupo de participante de Cuestión de Peso 2006. En ese entonces, comenzó para Guadalupe un nuevo cambio físico, pero también una forma de repensar aquellas cuestiones que giraban en torno a su aspecto. En seis meses logró el peso del alta que fue pautado a su ingreso, donde la balanza marcó 110 kilos. Descendió hasta los 70.
A 16 años de aquel entonces, Guadalupe no duda en afirmar que no volvería a repetir la experiencia. “Si yo tuviera la conciencia que tengo hoy, jamás me hubiera expuesto a lo que nos expusimos”, afirma sin dudarlo. Si bien su gran deseo de ser parte del medio la llevaron a responder a las necesidades propias de un programa que buscaba tener rating, hoy en día piensa distinto. “Creo que fue una absoluta locura, a todo nivel. Mental, emocional y físico, que hoy no podría exponerse en televisión”, afirma, al mismo tiempo que asegura que, en su visión, no existió un tratamiento por parte de los profesionales, sino que eran “alimentados con lo que sabían para cumplir con el peso semanal”.
En medio de peleas armadas, sugerencias de dietas y pesos obligatorios, Guadalupe rescata el acompañamiento que significó estar frente a la pantalla a la hora de bajar de peso. “Fue lo más divertido. En la cotidianidad de bajar de peso rodeada de todo este circo sostiene un poco el aburrimiento de no poder comer mil cosas. Tenés la energía y la líbido puesta en otro lado. Salías a la calle y la gente se sacaba fotos y quería que le firmaras un autógrafo. Toda esta cosa lo hacía como más liviano. Yo bajé 40 kilos en seis meses y en la vorágine casi no me di cuenta”, recuerda sobre aquel entonces en que vio las luces de la fama.
La vida después de Cuestión de Peso
El objetivo televisivo para Guadalupe fue cumplido: el 23 de diciembre de 2006 se casó vestida de blanco y con el peso que había deseado y plasmado en aquel mail que le dio lugar en el reality. Tras el alta en el ciclo, continuó su participación pero desde otro lado al ser acompañante de aquellos participantes que atravesaban el proceso que ella ya había experimentado. Su vida continuó frente a las cámaras y hasta su maternidad fue parte del reality.
La fama, la mirada del público y su nueva figura fueron ejes a tratar para ella, ya que las opiniones sobre su cuerpo comenzaron a ser más frecuentes. “Yo salí del programa por primera vez y me entero el poder de ‘estar buena’. Eso te confunde un montón porque de repente me convierto en una mina. Se me volaron los patos porque no tenía idea de lo que era ser atractiva”, asegura como el proceso que debió hacer frente a la mirada ajena, que le llevó a hacerse planteos y encausar su vida desde otra forma.
Hoy, las reflexiones de aquellas decisiones de la Guadalupe del pasado son los aprendizajes que intentan sobrepasar día a día. Uno de ellos es pensado en su salud, ya que luego de convertirse en madre, y al detectar que había subido de peso, se sometió a un bypass gástrico. “Hice la estupidez de cortar un órgano sano para estar flaca”, indica sobre aquella decisión con la que aprendió a convivir y la que fue que le generó un nuevo cambio en su vida para sanar la relación con su cuerpo y alimentación. “Hace poco encontré el equilibrio”, subraya con felicidad.
En la actualidad se dedica a ser coach ontológico y a la biodecodificación en Bella Vista y de manera online en diversas partes del mundo. Durante la pandemia emigró junto a su hijo a España, donde continuó su desarrollo profesional, el cual la ayudó a sanar cuestiones personales. Pero una oportunidad laboral de un negocio pastelero se presentó durante sus vacaciones en la Argentina y desde julio se encuentra instalada aquí. “Hoy estoy en otro lugar completamente en relación con la comida, ya no es eje central. No me dejó de interesar a un nivel ni que me pelee ni nada, simplemente perdió completamente poder sobre mí. Fue mucho trabajo personal”, concluye.
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