Ganó fama en TV gracias a un reemplazo, su muerte sacudió al país y la carta de su hijo frenó los rumores: la última noche de Cristina Lemercier
Con “Señorita Maestra” la actriz se metió en la casa de todos los argentinos; sin embargo, un matrimonio tortuoso la puso entre la espada y la pared
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¿Fue una desgracia? ¿La asesinaron? ¿Decidió terminar con su vida? Las especulaciones comenzaron apenas se conoció la noticia que conmocionó al verano de 1996: en la madrugada del 22 de diciembre, la actriz Cristina Lemercier (Cristina Noemí Perone, en los documentos) era trasladada con un disparo de revólver Smith & Wesson calibre .38 en la cabeza. Una ambulancia la llevó de urgencia al Sanatorio General Sarmiento de San Miguel, en estado desesperante, donde le diagnosticaron muerte cerebral. Falleció cinco días después en terapia intensiva.
Desde el primer momento surgieron demasiadas dudas debido a que esa noche los vecinos escucharon discusiones entre ella y su ex marido, Raúl Ortega, quien fuera “Freddy Tadeo” durante la gloriosa época del Club del Clan, hermano nada menos que del reconocido “Palito”, “el Rey”.
Lemercier era muy popular por su trabajo en la TV. Su primera oportunidad la tuvo cuando tenía apenas 16 años, en 1967, para reemplazar a una estrella de ese entonces, Evangelina Salazar –quien terminó siendo su cuñada-, que estaba de novia con Ramón Ortega y se tomó licencia para casarse. Evangelina era Jacinta Pichimahuida, la maestra que no se olvida y Cristina fue la docente que la suplantó en aquel éxito televisivo en el papel de Fermina Piangetti, que sufría las travesuras intencionales de esos alumnos que buscaban que renunciara para provocar a la fuerza el regreso de la titular.
El ciclo infantil se mantuvo vigente entre 1966 y 1975 y lo protagonizaron tres actrices: en el 66, Evangelina Salazar; en 1968, Silvia Mores; y entre 1974 y 1975, fue el turno de María de los Ángeles Medrano. Luego continuó como Señorita maestra con Cristina Lemercier desde 1982 a 1985. Y más tarde vinieron Señorita Jacinta y Séptimo grado, adiós a la escuela, en Canal 9, con Alejandro Romay como gran impulsor.
Su camaradería con Evangelina, ya esposa de Palito, la llevó a conocer a su hermano Raúl, del que se enamoró y se terminaron casando. Cristina había cumplido 18 años y esperaba un hijo de Ortega, al que llamaron Pablo. Después vinieron dos nenas: Paula y Julia.
Un divorcio caótico y una muerte repentina
Mientras tanto, además de lo referido a la actuación, Lemercier siempre pregonaba sus ideas justicialistas, de hecho su madre también militaba. Cuando en 1983 volvió la democracia con el triunfo de Raúl Alfonsín, Cristina de manera imprevista dejó de trabajar. Se especuló con que fue porque durante el proceso militar mantuvo su trabajo en ATC. Cuando Carlos Menem alcanzó la presidencia en el 89, la actriz volvió al canal oficial. Y su madre llegó a ser secretaria de Estado y asesora del primer mandatario. Por lo bajo ya corría el rumor de un apasionado romance que vinculaba a Cristina con el presidente, aunque nunca pudo confirmarse tal relación.
En 1991, Lemercier y Ortega se separaron. Los celos de Raúl, sumados a las versiones en aumento que aseguraban que su mujer salía con el presidente, acercaron el final. Igual la expareja, pasada la tormenta del principio de la ruptura, volvía a mantenerse en contacto por la importancia que ambos le brindaban al crecimiento y desarrollo de sus hijos.
Un año más tarde contaba a una revista la difícil situación personal y familiar que le tocaba atravesar. Dijo que enfrentó una operación de vesícula, que pasó dos semanas en terapia intensiva y que tuvieron que volver a internarla por una complicación que a nivel médico resultaba difícil controlar. Para colmo su madre resultaba destituida del cargo de asesora presidencial y ella veía interrumpido su trabajo en ATC.
En 1996 vivió otro drama familiar: su cuñado Luis Ortega, casado con Gloria, su hermana, murió en un accidente de tránsito en la ruta 9. Y las depresiones la superaron, más allá de que intentaba mejorar con asesoramiento psicológico y psiquiátrico.
Para fines de ese año, Raúl Ortega, su ex, quien por entonces se desempeñaba como embajador plenipotenciario en Costa Rica (también de la mano de Carlos Menem) llegó a la Argentina como lo venía haciendo habitualmente para pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo junto a Cristina y sus hijos y para acompañarla en su dolor.
Una discusión fatal: “¿Qué hacés? ¡Dejá eso!”
Pero al parecer, la madrugada del 22 surgió una disputa entre ambos y el tono de la charla fue subiendo. ¿El motivo? Según las crónicas periodísticas de entonces, él pretendía que la familia se trasladara a la provincia de Tucumán sin explicarle los motivos, mientras ella luchaba por rescatar la pareja.
El tema es que Lemercier, en medio de la discusión que se iba acalorando, buscó el arma que solía llevar consigo por cuestiones de seguridad personal. Cuando Raúl advirtió la situación, parece que alcanzó a decir alarmado: “¿Qué hacés? ¡Dejá eso!”. Pero no pudo impedir que la actriz llevara el revólver a su sien derecha y gatillara tres veces. Se dijo que lo hizo creyendo que el arma no estaba cargada. Pero en la última se disparó y resultó fatal. En la clínica a la que la trasladaron intentaron extraerle el proyectil pero no pudieron. Su exmarido estuvo bajo la lupa de la justicia hasta que las investigaciones concluyeron que fue un accidente.
Ante tantas especulaciones que sostenían la posibilidad de un homicidio, Pablo, el hijo de ambos, redactó una misiva aclaratoria y la envió al diario Crónica para su publicación. Esto decía: “Fue un accidente trágico lo ocurrido; anoche en Navidad entregué y recibí los regalitos que había comprado mi madre para mí y para mis hijitos. Ella ama la vida como nos ama a nosotros y a sus nietitos. Esto es simplemente lo ocurrido. La única y verdadera historia”.
“Tentativa de suicidio”, rezaba al comienzo de la investigación la carátula del expediente, teoría que luego se terminó comprobando.
En el cementerio la despedida fue más que íntima entre familiares, amigos y seres queridos. En medio del dolor trascendió entre quienes la querían bien que lo que tanto anhelaba Cristina era recomponer su matrimonio para su bien y el de sus hijos. Tenía solo 45 años.
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