María Ibarreta acaba de estrenar una obra escrita por su hija Florencia que recuerda la figura de Norberto Aroldi, el recordado actor que fue su marido
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María Ibarreta es de esas actrices que, con estricto bajo perfil, han construido una trayectoria extensa y sostenida en una paleta de colores amplificada, diversa. Desde aquella niña preadolescente que se llamaba públicamente “Mariángeles” -y que llegó a contar con su propia muñeca, toda una precursora del merchandising local- hasta su paso por innumerables ficciones televisivas y su derrotero teatral y cinematográfico, su nombre siempre ocupó un lugar cercano en el público.
“Comencé a los cinco o seis años. Tuve la suerte de trabajar con grandes actores y actrices, y muy buenos directores que me fueron llevando al mundo maravilloso que es la actuación, me quedé prendida a eso”, sostiene la actriz, mientras ofrece café en su departamento de época en el barrio de San Cristóbal. El ambiente está definido por los libros y por sus mascotas. Un universo de tiempo pausado, como el decir de la querida intérprete.
Hace pocas semanas estrenó Prestame tu sueño, pieza de Florencia Aroldi, su hija, fruto de su matrimonio con el recordado escritor, poeta y actor Norberto Aroldi, material que cuenta con la dirección de Antonio Célico. Junto a la actriz, integran el elenco Anahí Gadda y Manuel Enrique Longueira. “No es un biodrama escrito por mi hija porque es ficción, pero hay mucho de la vida; aparece el personaje Norberto Aroldi y también la propia Florencia como personaje. Es decir que se puede ver la relación de ese padre porteño de una época con las inquietudes de la hija”.
Aquellos años precoces
-¿Es cierto que comenzó su carrera casi de casualidad?
-Yo era, sigo siendo, bastante tímida, lo cual hizo que mi madre me llevara a ver a un tío médico, ya que, en esa época no era tan común el pediatra, y fue él quien le aconsejó que me tenía que relacionar más, por eso le sugirió que me anotase en alguna actividad más expansiva como el baile.
Cumpliendo con la recomendación del especialista, su madre la anotó en un grupo de danza folclórica. Allí la vio un productor del programa La revista infantil de Pancho Cárdenas que buscaba niños que bailaran. Esas cuestiones del destino hicieron que Adrianita, otra niña “prodigio” de la época, se desvinculara del staff de ese programa y que, en cierta forma, el lugar vacante lo pasase a ocupar “Mariángeles”.
-¿Fue solo una imposición por aquella recomendación médica o le gustaba el mundo del espectáculo?
-Me atraída mucho la magia, el encanto del mundo artístico. No puedo decir que era un juego porque había mucha exigencia, también para los chicos, pero era, y es, un mundo atrapante, me gustaba hacerlo.
-Es sumamente curioso el mecanismo que se acciona ante la timidez a la hora de enfrentar al público, algo que les sucede a muchos artistas.
-Se pisa el espacio escénico y algo sucede, es una energía diferente que se apropia de uno.
-¿Cómo se ha llevado con la fama, la popularidad televisiva y el reconocimiento masivo?
-Desde muy pequeña me acostumbré a comunicarme y vivir todo eso, era parte de mi realidad, de mi estar. Es muy agradecido recibir afecto de la gente, el contacto con el público es gratificante. Tengo mucha gratitud a todos los que me hicieron profesar esta profesión.
-Para una actriz que ha realizado tanta ficción televisiva, ¿cómo se vive la ausencia total de producciones nacionales en las señales abiertas?
-Es muy tremendo lo que está pasando, no lo vivo bien. Si bien surgieron las plataformas, y está muy bien que existan, ya que es otro camino abierto para poder expresarse y trabajar, considero que no es lo mismo, pero, evidentemente, la economía manda.
A pesar de la discontinuidad del trabajo frente a cámaras, María Ibarreta se sorprende cuando la reconocen y la saludan en la calle: “Me hablan de trabajos que hice hace mucho tiempo”.
La actriz siempre alternó sus roles en la televisión con una exhaustiva formación con maestros como Eugenio Barba y con una presencia destacada en los escenarios al servicio de grandes textos. Cuando decidió entrenar con Barba en Brasil se debatió entre aceptar un contrato para protagonizar una telenovela o dedicarse a estudiar. El director italiano ganó la partida.
También transitó la escena de la mano del director georgiano Robert Sturua, cuando fue parte de Madre coraje, de Bertold Brech, junto a Cipe Lincovsky y Soledad Silveyra. “Sturua me dijo, ´andá al espejo y buscá a la vieja´. Era otra concepción para crear”. Además, entre los nombres destacados que la dirigieron se encuentra el de Paco Giménez, un notable realizador cordobés con quien realizó temporada en el Teatro Nacional Cervantes. La muerte de un viajante, Las variaciones Goldberg, En boca cerrada, El organito, Ya nadie recuerda a Frederic Chopin, Israfel y El puente son solo algunos de los textos que la habitaron.
-En el mundo intelectual, ¿padeció el prejuicio, banal e injusto como todo prejuicio, de ser también una figura televisiva?
-No, no me sucedió, aunque, en una época, las aguas estaban muy divididas. Con el tiempo, eso se fue diluyendo.
-Está claro que usted tampoco tenía pruritos al respecto.
-Para nada, además, también estuve en pareja con Osvaldo Dragún, así que me relacionaba mucho con gente de la intelectualidad.
Entre los grandes
Pertenece a esa generación que se pudo dar el lujo de compartir trabajos con figuras como Palito Ortega (Los muchachos de mi barrio), Luis Sandrini (Así es la vida) o Tita Merello. Además, la recordada estrella era vecina de Ibarreta y Aroldi: “Ir a la feria con ella era una fiesta”.
-¿Qué sucedía cuando acompañaba a Tita Merello a misa?
-Entrábamos a la iglesia y me decía “agachate, rezá y llorá”. Tenía un don de la palabra y le ponía un énfasis que lograba que yo me desarmara porque estaba viendo el deterioro de Norberto, que ya no estaba bien de salud.
Cuando compartían el ritual religioso, la protagonista de Mercado de abasto era la encargada de recorrer el templo con el limosnero pidiendo la colaboración de los feligreses: “Cuando pasaba al lado mío, me decía ´vos, poné más´. Tita tenía una gran personalidad, era impresionante”.
-¿Le daba consejos?
-No, pero me brindaba mucho afecto; fue muy generosa tanto conmigo como con mi familia. Tengo un gran recuerdo de ella, aunque tenía su carácter, ponía límites. Una vez tocó el timbre y lo vino a buscar a Norberto para hacer una gira con él, “che, vos, vas a hacer El andador conmigo”, le dijo.
En televisión, trabajó con notables directores como Alejandro Doria, María Herminia Avellaneda, Martín Clutet, David Stivel: “Pioneros de nuestro ayer, tuve mucha suerte de poder estar junto a ellos, con una pasión y una exigencia arrolladora, era maravilloso”.
-María Herminia Avellaneda la dirigió en Rosa de lejos. ¿Cómo era estar bajo sus órdenes?
-Era muy exigente, había que trabajar meticulosamente, respetando el texto. Una vez, dije un texto similar y me frenó, me indicó que debía decir la letra con exactitud a pesar de ser un trabajo arduo de tira diaria; por eso, hoy uno ve ese programa en el canal Volver y nota la diferencia. A veces, nos llevaba al control a ver las escenas grabadas y nos pedía nuestra opinión.
-¿Tomaba en cuenta esos comentarios?
-Sí, alguna vez, cuando con Pablo Alarcón le hicimos nuestra devolución, María Herminia ordenó grabar la escena dos veces, con la mirada de cada uno de nosotros.
-En los noventa, comenzó a formar parte de algunas producciones de Polka.
-Con Adrián (Suar) se volvió más cinematográfico el lenguaje televisivo.
-¿Extraña hacer televisión?
-Sí, mucho. Lo último que hice fue Los maestros, un audiovisual documental con Jorge Gaggero sobre los pioneros que trajeron las técnicas de actuación a nuestro país, y realizamos otro sobre el teatro en los años setenta. Me atrapó mucho hacer estos documentales que fueron producidos por la Fundación Sagai. Hoy no hay ficción en el aire, así que el gran refugio es el teatro.
-¿Qué le proporciona el teatro?
-Me activa la pasión, me permite hacerme preguntas, y es la posibilidad de estar con los compañeros actores y bajo las órdenes de un director. Estar en un escenario es un universo expresivo muy potente, hay una energía que te permite trascender lo cotidiano.
-María, ¿le queda alguna asignatura pendiente?
-No soy de desear personajes, me gusta ser convocada y participar de un proyecto que me atrape y hacerlo propio.
Compromisos y dolores
La actriz participó en el segundo año del ciclo Teatro Abierto, llevado a cabo como una forma de resistencia a la dictadura militar que gobernaba el país, y también fue parte de algunas acciones de trabajos en barrios comunitarios.
-Dada aquella realidad imperante, ¿alguna vez sintió miedo?
-No, y, ni bien comenzada la democracia, milité con Adolfo Pérez Esquivel en un asentamiento en Quilmes, estaba cerca de los organismos de Derechos Humanos, de los que buscaban transformar la realidad, era un ideal que tenía de jovencita.
-¿Qué dolor fue bisagra en su vida?
-Las pérdidas me tocaron mucho, tanto las de compañeros de trabajo como de los afectos. He enfrentado varias cosas, como todos, pero aprendí que el dolor y la pérdida es una parte de la vida. Pienso en un sobrino que tuvo leucemia, eso me marcó.
-Inevitable no transitar algunos dolores.
-Es la vida, pero el arte sana.
El sueño prestado
Prestáme tu sueño es, en definitiva, no solo el regreso de la actriz a la escena sino también el homenaje a una personalidad que dejó huella en su hacer. “Leer el libro fue muy movilizador, desde la escritura tiene un universo muy similar a como escribía Norberto”.
Norberto Aroldi era “El Flaco”, uno de esos personajes icónicos de la vida porteña y de la cultura y el espectáculo argentino. Además de su faceta como actor, escribió guiones como el de El andador, cuyo film fue protagonizado por Tita Merello y Jorge Salcedo, y dirigido por Enrique Carreras.
En la pieza, estrenada hace pocas semanas, además de los textos originales, aparecen poemas escritos por el recordado escritor. “Florencia tenía cuatro años cuando falleció su papá, prácticamente, construyó su universo a partir de todo lo que tanto yo como los amigos de su padre le fuimos contando”.
-Con tantas resonancias afectivas, ¿puede distanciarse del material que está protagonizando?
-Cuando me llegó la gacetilla con la cara de Norberto, me pegó; pero es un homenaje hermoso a Aroldi en este tiempo.
-¿Cómo ha sido el matrimonio con él?
-Estábamos muy enamorados, vivíamos la noche de Buenos Aires hasta que nacieron nuestros hijos y empecé a acompañarlo menos; pasó hace tanto tiempo...
Norberto Aroldi falleció, en 1978, a los 46 años como consecuencia de los vestigios que el cigarrillo dejó en su cuerpo: “Tenía los hábitos de la bohemia”, recuerda la actriz. Dos hijos (también es madre de Sebastián Aroldi) y un nieto “que vale por unos cuantos” hoy conforman su círculo más íntimo.
-¿Le gustaría formar pareja?
-No sé qué decirte... no se sabe, es una incógnita, pero estoy muy dedicada al trabajo y al afecto que me brinda mi nieto. Además, ver crecer a mis hijos me emociona mucho.
Para agendar
Prestame tu sueño, domingos a las 19 en El Victorial, Piedras 722, San Telmo.
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