"Arreglá bien mi pelo ese día y maquillame, como siempre", le pidió a su asistente y amigo íntimo Peter "Phoebe" Freestone. Seleccionó cuidadosamente la lista de canciones que quería que se escucharan en su funeral, entre ellas, "Barcelona", tema que grabó junto a Montserrat Caballé , a quien admiraba profundamente. Dividió sus bienes entre sus seres más queridos: Mary Austin, su ex novia y amiga incondicional, Jim Hutton, su última parej a, sus padres y su hermana. Destinó un gran porcentaje de su fortuna a la creación de una fundación de lucha contra el sida. Finalmente, se aseguró de que, una vez cremado, Mary tomara sus cenizas y las esparciera en un lugar que sería un secreto entre ella y su memoria, y se dispuso a partir adonde lo lleve el viento.
Un día antes de dar su último suspiro, se dirigió al mundo que había conquistado con su música veinte años atrás: "Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad".
Hace 27 años las radios y la televisión de los rincones más recónditos del globo transmitían los éxitos de Queen sin parar, y Garden Lodge, su hogar en Londres, y la ciudad de Feltham, donde residían los padres de Mercury, se convertían en improvisados altares a un artista que ya era legendario. Brian May , Roger Taylor y John Deacon subieron a la carroza fúnebre con el ceño fruncido, conteniendo las lágrimas para esconderlas del ojo de los paparazzi. Sabían que Freddie tenía sida desde 1987, cuando se lo diagnosticaron, y desde entonces sabían que moriría. Tras ese titánico encuentro que dio nacimiento a Queen en 1971, habían compartido 20 años de sus vidas con él, creando, riendo, discutiendo, viéndolo conmover y conmoviéndose ellos mismos con su arte. ¿Cómo entender que ya no estaría más? "C'est la vie" ("Así es la vida"), solía decirles él, cuando algo irremediable ocurría.
May, ese hombre hipersensible como pocos hay en el mundo, extraordinaria mezcla de astrónomo y artista, encontró en su música la forma de mantenerse fuerte ante la inminente muerte de su colosal coequiper. Freddie le rogaba que le escribiera canciones y él cumplía. Así nació "The show must go on", brillante y dolorosa metáfora del drama que vivían: "Se la escribí sin decirle en ningún momento la verdadera intención que guardaba. A veces me ponía nervioso pensando en que me lo echaría en cara. Ese fue mi tributo. Creo que le ayudó a trascender la muerte. El único reclamo que me ponía estaba en las notas altas. Me recriminaba: '¿Por qué me obligás a meterme en esos putos tonos?'. Pero luego se bebía unos vodkas y accedía: 'Ok, perfecto, mierda, lo haré", relató el guitarrista en una entrevista.
"El sabía que una vez que no pudiera grabar más, sería el fin. Porque sin la música no podía enfrentar la enfermedad", relató tiempo después Mary Austin, testigo de la infatigable pasión por el trabajo del cantante. "El decidió que era el momento de partir", agregó. Los que lo acompañaron en su agonía respaldaron estos dichos: Freddie pidió no tomar más la batería de medicinas que lo mantenían en pie porque su calidad de vida era casi nula. Se definía como "un tipo aburrido", pero nadie avaló jamás ese comentario. Todos coinciden en su timidez e introversión en algunos ámbitos, pero aburrido, jamás. "Se escuchaban siempre sus risas estridentes desde los vestuarios y era un gran anfitrión en las fiestas que organizaba. Era tan divertido", contó la presidenta de su Club de Fans oficial, asidua asistente a las giras y siempre presente tras bambalinas en sus shows. "Era un chico humilde, de barrio, pero en el escenario se transformaba", definió May en una ocasión, respaldado por Roger Taylor, el baterista de la banda, siempre testigo, desde la retaguardia, de todo lo que ocurría en el proscenio: "Era increíble ver cómo interactuaba con el público. Sabías que si estaba él, el público se entretenía. Era un espectáculo verlo moverse".
Célebres fueron sus fiestas de cumpleaños y "de blanco y negro". Con diferentes consignas, invitaba a una cantidad inusitada de gente adonde sea que estuviera o quisiera celebrar: Munich, Barcelona, París, Londres. Cuando el tópico de la fiesta era disfrazarse de "tu persona favorita", él se vestía de Freddie Mercury. Desconcertar era la premisa.
Unánimemente sus allegados eligen recordarlo con una amplia sonrisa, esa que ocultaba en escena porque le acomplejaban sobremanera sus dientes prominentes. Tal vez por eso se dejó crecer el bigote, para tapar la desprolija distribución de sus incisivos. Pero como cada ocurrencia suya se convertía en éxito, el bigote se instaló como moda y como sello distintivo de su imagen para la posteridad. Otros rasgos distintivos fueron sus glamorosos y barrocos vestuarios y el look andrógino que daba que hablar a los que se desesperaban por una definición sexual. "En el escenario soy el macho", solía bromear y era cierto: confundía al público con su ambigüedad sexual constantemente. Para su satisfacción, lograba evadir todo intento de dar una definición sobre su vida sentimental.
Admirador de John Lennon, de Andy Warhol y de Liza Minnelli, se autollamaba "prostituta musical". Acuñó la idea de apelar a un fin teatral en sus espectáculos: quería enloquecer al público, quería que no pudieran dejar de mirarlo. Provocar. Conmover. "We will rock you" habla de esa filosofía y el despliegue escénico de cada uno de sus shows la completa.De ascendencia persa, había nacido en Zanzíbar el 5 de septiembre de 1946, en el seno de una familia parsi, tribu de origen hindú practicante del zoroastrismo. Sin embargo, "nadie es profeta en su tierra", reza el dicho. Ni siquiera Freddie Mercury. La religión preponderante en Zanzíbar condena la homosexualidad, y no habría excepción alguna con el mega líder de Queen. En su ciudad natal poco se habla de su hijo más famoso.Lejos de la isla africana que lo vio nacer, supo conservar en Occidente ese acento tan particular que se podía percibir cuando hablaba, como resabio de su infancia oriental, y la esencia de la sabiduría de sus ancestros: para la cultura parsi "la vida es una celebración".
Por su sangre corría un don innato: dibujaba como un verdadero artista plástico. Tanto que Kashmira, su "hermanita", le pedía que ilustrara sus trabajos del colegio para obtener buenas notas.
Luego de un breve éxito musical de la mano de The Hectics, banda que formó en el colegio St. Peter's al que asistió en la India, se dedicó a estudiar diseño gráfico en Londres.
Al igual que otros genios como Salvador Dalí, su creatividad lo llevó a diseñar ropa y objetos. La cosmopolita capital inglesa dio rienda suelta a su ansia de excentricidades: allí podía vestir como quisiera y usar el pelo largo sin ser cuestionado. "Se comportaba como una estrella. Se vestía con ropa exótica y llamaba la atención, y uno decía '¿quién es este tipo?' Estaba siempre como en un personaje", explica con una sonrisa nostálgica May, evocando sus primeros encuentros con el extravagante Freddie.
Por entonces Brian y Roger formaban parte de otra banda: Smile, cuyo vocalista era Tim Staffle. Mercury iba a verlos y elogiaba su trabajo pero también les daba ideas: que necesitaban interactuar más con el público, que tenían que provocar más. Incómodo con el cariz de rock teatral que estaban tomando las performances de Smile, Staffle decidió separarse. "Lo bien que hice", dirá muchos años después, consciente de que, sin su alejamiento, Queen nunca hubiera nacido. "Creo que el mundo hubiera sido muy distinto sin Queen", admitirá el músico.
Formalmente la banda nació en 1971. Editó 13 discos durante los 20 años que transcurrieron entre aquellos primeros encuentros y la prematura muerte de Freddie Mercury. Un 14° disco póstumo revivió la nostalgia e hizo trascender la muerte al ídolo: Made in Heaven se lanzó en el 95. Por estas horas se habla de la inminente aparición de un nuevo disco con el material que Freddie grabó sin descanso hasta que la enfermedad lo dejó sin fuerzas para cantar, dos semanas antes de morir. ¿Resurrección? Que así sea. Y que Dios salve a la reina.
Mary Austin, el amor de su vida
"Solíamos reunirnos por el barrio de Kensington, famoso, entre otras cosas, porque siempre había chicas lindas. Una de ellas fue Mary Austin", contó en un documental sobre la vida de Mercury Brian May. "La conocí en un recital y como era muy tímido no me animaba a acercarme a ella. Salimos un par de veces, pero ella también era tímida así que nos despedíamos con un beso en la mejilla y nada más. Freddie me dijo que le gustaba así que decidí presentarlos. Creo que lo de ellos fue amor verdadero", concluye el guitarrista. Parecían el uno para el otro. Ambos eran tímidos, y en esa introversión encontraron una conexión única. Cinco meses después de conocerse se mudaron juntos y convivieron durante seis años.
"En los últimos tiempos notaba que algo le pasaba. No era el Freddie que yo conocí. Se sentía incómodo y evitaba verme", relató la propia Mary Austin, quien vive en la actualidad en la mansión georgiana que Freddie tanto amó, Garden Lodge. Tras reconocer su homosexualidad ante Austin, se sintió liberado. En palabras de ella, "volvió a ser el Freddie de antes". Dejaron de convivir pero permanecieron juntos por siempre. El fue el padrino de su hijo mayor, Jamie, a quien le dedicó toda su atención. Ella lo acompañó hasta sus últimos días, incondicionalmente. Hoy, Mary duerme en la enorme habitación amarilla que otrora veía despertar todos los días a una de las leyendas del rock más grandes de todos los tiempos. Aunque nunca se casaron, implícitamente cumplieron los votos matrimoniales: estuvieron juntos en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separó. Ella recibió la mayor parte de su fortuna y hoy dirige la fundación Mercury Phoenix Trust de lucha contra el SIDA.
Jim Hutton, su última pareja
Jim no sabía nada de música ni de músicos. Era un barbero irlandés y trabajaba en el hotel Savoy de Londres. Allí solía cruzarse con estrellas internacionales a las que no reconocía. No andaba en esos temas. Un día, tomaba unas cervezas con su novio de ese entonces cuando un hombre, aprovechando que su partenaire se había levantado para ir al baño, se le acercó y le invitó un trago. Jim lo echó sin miramientos y le contó a su pareja lo ocurrido. "Es Freddie Mercury", le contestó su novio, orgulloso de que semejante personalidad se hubiera fijado en su chico. El tiempo pasó y quiso la vida que se volvieran a encontrar en el mismo bar. Hutton estaba solo en esa ocasión y decidió aceptar el coqueteo de Freddie. Pasaron esa noche juntos. Y otra. Y otra... La casualidad, Cupido y su flechazo, el destino, cualquiera sea el responsable de ese encuentro datado en 1983, fue más que atinado. Jim Hutton acompañó a Freddie hasta el fin de su vida. Recibió el diagnóstico de que era portador del VIH luego de que Mercury conociera el suyo. Sin embargo, nunca lo desarrolló. Falleció en 2010, víctima de cáncer.
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