Forever young
La divertidísima y sencilla historia de viejitos rockeros, dirigida por Daniel Casablanca
Autor: Eric Gedeon / Versión: Paco Mir, Joan Gracia, Carles Sans, Pablo Kompel, Sebastián Blutrach y Daniel Casablanca / Intérpretes: Omar Calicchio, Melania Lenoir, Gimena Riestra, Ivanna Rossi, Martín Ruiz, Germán Tripel, Andrea Lovera y Walter Canella / Pianista, arreglos y direccion musical: Gaby Goldman / Coreografía: Elizabeth de chapeaurouge / Adaptación escenográfica: María Oswald / Luces: Marcelo Cuervo / Supervisión de vestuario: Hector Ferreira / Stage manager: Andrés Sahade y Guadalupe Bervih / Producción: P. Kompel y S. Blutrach / Dirección general: Daniel Casablanca / Sala: El Picadero, Pje. E. S. Discépolo 1857 / Duración: 90 minutos
Nuestra opinión: muy buena
Son seis artistas que, ya viejitos, ven transcurrir la alborada de su vida en un geriátrico para actores. Allí, cuando la enfermera que los cuida se va, ellos se expresan con la música que los acompañó durante su juventud. Pero no se trata de valses y foxtrots sino de puro rock, pop y algunas canciones melódicas. Es que la acción transcurre en el año 2050, época en la que se espera que la expectativa de vida sea mucho mayor que ahora.
Pero esa historia simple del suizo Eric Gedeon (realizada originalmente para llenar un bache de programación) fue enriquecida y aggiornada en una versión desopilante entre sus adaptadores catalanes, el grupo El Tricicle, los productores y el director Daniel Casablanca. Prácticamente imposible no reír desde que empieza hasta que concluye, Forever Young no es una comedia musical típica. Se podrá ver como algo muy simple, lo es... ¿pero tan simple es reflejar que seremos de viejos de acuerdo a cómo hemos vivido nuestra vida? Estos seis ancianos adorables –más o menos gruñones– despiertan su sensibilidad y creatividad cuando quedan solos en esa sala de estar repleta de afiches teatrales y musicales. Así fueron, así son, sólo que con un envase más gastado y frágil. A su vez, la obra hace una directa crítica a algunos hogares geriátricos donde tratan a los mayores como si fueran niños pupilos.
Para acentuar estos aspectos fue una acertadísima elección convocar al "macoco" Daniel Casablanca. Su mano es vital en este montaje. Consiguió una combinación permanente de gags y un ritmo de puesta que no tiene pausa. Por fortuna, en el musical algo está cambiando porque en este y en otros montajes como Casi normales o Por amor a Sandro el acento está puesto en la actuación. Y ese detalle hace una gran diferencia. Ya se sabe que estos artistas cantan y se mueven en su medio natural, pero bajo esta premisa pueden demostrar que también son muy buenos actores. Casablanca acentuó el trabajo físico de los actores y aplicó una técnica que conoce en forma maestra: el clown. Así puso en su máxima potencia la comicidad natural de Germán Tripel o el talento integral y la seguridad con la que se mueve en escena Omar Calicchio. Consigue una mezcla de sobriedad, gracia y soltura en Martín Ruiz y extrae el enorme caudal histriónico de Ivanna Rossi. Por su parte, Melania Lenoir demuestra la notable evolución que sigue teniendo como intérprete. Minuciosa, detallista, deambula por el trazo grueso pero en la medida justa. Son todos inmensos, aunque un párrafo aparte merece la enfermera que encarna Gimena Riestra. Logra meterse en el género –y en un escenario comercial– con el peso que siempre tuvo en el teatro alternativo y en el varieté. De espléndida voz, la ex actriz de Toc-Toc expande un personaje que en su origen es menor al de los demás. Cada aparición suya genera aplausos espontáneos y por momentos es bastonera de la acción. Walter Canella y Andrea Lovera son los actores que alternan en algunas funciones.
Casablanca, reconocido melómano, se habrá sentido en su salsa y pudo nutrirse, a su vez, de un experto en fusionar y arreglar temas de todo tipo: Gaby Goldman, quien además se animó a actuar y muy bien. Los mejores momentos musicales: el mix de rock nacional, el "Forever Young" de Melania, el potente "Deny" (de Nirvana) que canta Ivanna Rossi; "Tonada de un viejo amor" (de Juan C. Baglietto), por Gimena Riestra; y el coro de "I Love Rock’n Roll" (de Joan Jett) que comparte el elenco.
Tal vez el único lunar a remarcar es que en unos pocos momentos el libro es algo forzado y la dramaturgia sólo se estira para transitar momentos no musicales (eso ocurre en la anécdota del árbol, por ejemplo), pero ni siquiera eso empaña el divertido momento que se puede pasar durante una hora y media con estos viejitos desopilantes.
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