Flaming Lips llenó de colores psicodélicos el festival BUE
La banda liderada por Wayne Coyne, volvió a sorprender con su puesta escénica, su humor y su rock espacial
Flaming Lips abrió el concierto en el Festival BUE con "Race for the prize", un tema que los viene acompañando hace varios años en sus giras y que funciona como el golpe de efecto perfecto para introducir a la gente en su mundo psicódelico y de colores, lleno de fantasía, pero también de existencialismo y reflexión sobre nuestro paso fugaz por la tierra. No hay tiempo que perder y Flaming Lips, celebra y festeja como si fuera su último parpadeo de vida sobre el planeta. Y lleva en ese viaje consciente al público, para que disfrute, baile, salte, juegue y vibre con ese instante musical, que no se repetirá.
Sobre el escenario principal del festival, Wayne Coyne, el delirante performer del grupo, aparece vestido con un canguro de peluche rosado, una pantalones plateados y dirige una orquesta imaginaria psicódelica. Una cortina plateada cae sobre la banda. Coyne, alza los brazos como sosteniendo la nota sintetizada que dispara el tecladista. Amaga varias veces hasta que con un salto la nave despega y el capitán Tom (encarnado ahora en Coyne, como en su momento lo estuvo en Bowie) lleva de viaje al público por una experiencia sensorial integral por las canciones de discos emblemáticos como The Soft Bulletin (1999), una de sus obras maestras, el ambicioso Yoshimi Battles the Pink Robots (2002) y At War with the Mystics (2006).
La búsqueda creativa de Flaming Lips en escena no es solo la sorpresa, sino la posibilidad de sacar al espectador de su mundo ordinario. Es como un viaje de colores sobre la base del space rock, donde caben los efectos sonoros, las secuencias de teclados, los coros doblados, la excentricidad de las orquestaciones musicales de melodías sencillas, la psicodelia y las atmósferas más espaciales, que se complementan con una puesta, donde puede aparecer un Papá Noel gigante, un sapo o un pescado, bailando al son de las melodías del grupo. Las visuales de las pantallas que explotan de colores, como si fueran disparadas por un VJ hippie de los setenta, o los inflables que conforman la escenografía efímera de una canción como cuando se despliega un Arco Iris frente a Coyne en un solo de guitarra, alteran los estados y provocan una sensación fuera del tiempo.
Lo escénico, sin embargo, no desplaza lo musical. Al contrario, se complementen a la perfección en canciones como "Yoshimi Battles the Pink Robots, Pt. 1", "The Gold In the Mountain of Our" (donde Coyne aparece con una capa con leds que se iluminan en la oscuridad), "What Is the Light?" (donde da vueltas con una lámpara sobre el escenario, como si fuera un viejo sabio), o uno de los momentos más altos y emotivos del concierto cuando toca el cover "Space Oddity" de David Bowie y el cantante se mete dentro de una burbuja gigante para caminar sobre el público. La canción "Do You Realize??", evoca, dentro de esa fiesta, que por momentos se parece al cumpleaños de un niño o un happening de los setenta, el nudo existencialista y el motor creativo de Flaming Lips. Hay un espíritu inocente y lúdico, casi infantil, en sus conciertos. Para algunos los muchachos de Oklahoma pecaran de inocentes, como cuando Coyne se queda varios minutos repitiendo una frase mientras parpadea en la pantalla la palabra amor. Pero le hace falta más inocencia al mundo. Su estética y sus canciones son necesarias para hacer un mundo mejor, o lograr que un festival de música sea un momento fuera del mundo ordinario.
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