Fito Páez, entusiasmado y agradecido, debutó en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín
COSQUIN (Córdoba). Algunas de sus canciones eran asiduas visitantes de la Plaza Próspero Molina, pero anoche Fito Páez subió por primera vez al escenario del Festival Nacional de Folklore de Cosquín . La vez anterior que lo pisó fue en el otro Cosquín, en el de rock, invitado por Charly García . De saco y pantalón celestes pastel, remera estampada y lentes espejados, ingresó con Fabiana Cantilo (a quien llamó "hada cósmica") y dijo que era un "honor" y un "placer" estar en la edición número 60.
El presentador lo anunció con un "Cosquín siempre estuvo cerca" y él arrancó con "Me voy quedando" del "amadísimo" Cuchi Leguizamón . Antes contó que recordaba cuando de niño, con sus padres, escuchaba por radio el festival mientras veraneaba en una casa en La Falda .
Para el segundo tema dejó el piano y fue –sin lentes- con "Yo vengo a ofrecer mi corazón" en medio de un escenario convertido en un gran plato colorado. La canción fue el himno de la edición pasada de Cosquín cuando no sólo la interpretó la trova rosarina que abrió el festival sino que en la misma noche se repitió durante el homenaje a Mercedes Sosa .
Con azul de fondo, arremetió con la baguala "D.L.G" parte de su segundo disco, Giros, que también integró "Yo vengo a ofrecer mi corazón". El espectáculo empezó a tomar más dinámica y la gente a participar más con "El amor después del amor", que tuvo a la potente voz de la cordobesa Flor Villagra como invitada.
"Qué lindo cantar todos ahora" fue la invitación de Páez al público cuando llegó el turno de "11 y 6", terminó con un "salud Cosquín, salud Argentina" y, sin tomar aliento, presentó la siguiente, una canción que –dijo- "todavía puedo cantar con la frente alta". Sonó "Al lado del camino".
El rosarino estuvo de buen humor, con ganas; entusiasmado interactuó con el público. Su banda sonó potente y la iluminación aportó el ambiente ideal en cada tema. Un espectáculo de una hora para disfrutar: mezcló canciones de sus diferentes épocas y logró un resultado compacto.
"Circo Beat" lo encontró con la guitarra en el medio del escenario. Para seguir pidió que se encendieran los teléfonos; así con la plaza a oscuras sólo iluminada por los móviles cantó "Recuerdos que no voy a olvidar". La despedida fue con "Ciudad de pobres corazones" y "A rodar mi vida", con pañuelos "revoleando en el estribillo".
"Buenas noches, Cosquín; gracias por esta primera luna. Salud, dinero y amor para todo el mundo, pero para todo el mundo", dijo entre los últimos acordes y, a pedido del público, regresó con "Mariposa Tecknicolor".
Páez reiteró que era "terriblemente emocionante" y marcó como "evidencia" de un "país que evoluciona" que el festival se abra "a tantas expresiones diferentes, que al final, somos los mismos". Se fue coreado por la plaza.
Esta vez tampoco faltaron, como siempre que se incluyen músicos ajenos al folclore tradicional, los cuestionamientos a su invitación al festival. Aunque hubo críticas no alcanzaron el nivel de cuando Charly subió a acompañar a la Negra Sosa en 1997. Los tiempos, al fin y al cabo, cambiaron.
Con todo, la plaza no se llenó, lució claros en la platea y en las tubulares. La de Cosquín será la única presentación de Páez en los festivales de verano del país.
El Colón en Cosquín
A la cuarta luna la completaron luego, entre otros, Los Tipitos (también debutaron en el Cosquín folclórico), Omar Mollo, Franco Luciani, Luis Salinas y Walter Castro, uno de los ganadores del Pre Cosquín, además de una delegación de Japón. Una nota novedosa la dio la artista de vanguardia La Charo (Charo Bogarín), quien enlaza el pasado con el presente a través de sonidos, poemas y voces con un concepto visual innovador.
La Charo reeditó en el escenario coscoíno Sumaj Pachamama ("bella tierra"), un espectáculo que incluye cantos en lengua quechua, con un inicio de ritual y de homenaje a Mercedes Sosa y con un cierre recordando a la chilena Violeta Parra. Tuvo invitados de lujo: la Compañía de Danzas Pucará, de Alexis Mirenda y bailarines de la compañía del Teatro Colón. La dirección y la idea estuvo a cargo del coreógrafo entrerriano Matías Santos.
Santos participó de los Talleres Coreográficos para integrantes del Ballet Estable del Colón. Sumaj Pachamama es parte del trabajo de laboratorio realizado con Gustavo Lesgart como tutor. "Vengo del folclore, allí fueron mis comienzos –describió Santos–. Es bueno esta integración, donde todos aportamos algo. Es maravilloso poder unirnos en la diversidad".
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