Shakira
La diva colombiana, en el punto justo de madurez artística
Shakira empieza su nuevo disco susurrando en francés con "En tus pupilas", una canción elegante y apacible; la mayor estrella pop de América latina (y una de las mayores del mundo) dice que se inspiró en Françoise Hardy. Así se presenta, con su impecable ojo para captar cuáles son las citas de rigor. Y no falla. Continúa con "La pared", una joya acabada, con un estribillo pegadizo y desesperado; la base es casi idéntica a la de "Clocks" de Coldplay, pero Shakira hace algo distinto, menos solemne y más sencillo (la versión acústica al piano que se incluye como bonus es incluso mejor). El arranque es notable, pero las sorpresas continúan. "Obtener un sí" es una bossa nova años 60 con arreglos de cuerdas de juguetona belleza. "Día especial", la primera de las dos canciones coescritas con Gustavo Cerati, no sorprende; pero la otra, la balada acústica "No", será un clásico: arreglos perfectos, una Shakira que suena dolorida y creíble y esa letra llena de sincero desgarro: "Pesa más la rabia que el cemento". "Día de enero" también alcanza este altísimo nivel: es una breve canción de amor con una melodía efectiva y dulce, pero lamentablemente está dedicada a Antonito.
El resto está lejos de ser relleno: "Lo imprescindible" cita a Depeche Mode con impecable gusto; "La tortura", el ubicuo dúo con Alejandro Sanz es una canción objetivamente floja pero tan infecciosa que sólo queda tararearla (el remix, incluido como bonus final, es muy superior). Y "Escondite inglés" es una rareza rockera inclasificable. Aquellos a quienes irrita la particular voz de Shakira –que, cierto, es un gusto adquirido– pueden relajarse: ahora suena mucho menos tirolesa y dúctil, mérito quizá de la respetuosa producción de Rick Rubin, que por lo demás la dejó hacer. ¿Y cómo no? La diva colombiana está más madura e inteligente que nunca, y a esta altura es puro prejuicio y falta de inteligencia esnobearla.