Festival Nuestro: una cuestión de identidad
Y sigue en Tecnópolis la variedad. Si algo caracteriza al Festival Nuestro es su esencia ecléctica. Aunque con un núcleo central que todo lo unifica: la identidad. El ¨nosotros¨, lo que nos pertenece y, a la vez, lo que somos. Por eso, el line-up de artistas locales. De menor a mayor, y viceversa.
Está claro que la gran convocante es La Beriso . No sólo porque la marea de público (más de 15 mil personas) se traslada al escenario donde tocan los de Avellaneda cuando les toca el turno. Si no porque, antes, se ve a sus fans adornados de remeras, bolsas y distintivos varios de la banda, pululando o alentando o mirando otros shows.
Se sabe: debido al barro y las lluvias, todo el cronograma se corre casi una hora (con alguna suspensión o trueque horario). Entonces, en lugar de empezar a las 21.05, La Beriso se pasa de las 22 y arranca con el agite. Se trata de un grupo constituido en la senda del germen ricotero y de las bifurcaciones más masivas, como Callejeros. Pero eso no los valida ni más, ni menos. Simplemente señala un recorrido de influencias o afinidades electivas. El rock barrial se alinea, en este aquí y ahora de Buenos Aires, una vez más como parte de nuestro (¨nuestro¨) ser nacional. Y el equipo comandado por Rolando Sartorio se explaya con más de veinte de sus temas, coreados y cantados por la gran mayoría del público del festival. ¨Ésta es…¨, dice el cantante y espera la respuesta (inmediata) del público: ¨Mi banda de rock¨. Y se repite tres veces la estrategia de presentación del tercer tema de su show que se llama, claro, ¨Mi banda de rock¨.
Así transcurre La Beriso, proyectada la imagen de su frontman a los laterales del Escenario Rock y, también, sobre el mismo. Vendrán más hits, covers con solo de piano y la visita de Néstor Ramljak de Nonpalidece para la versión de ¨Madrugada¨. Y, antes, los caballos escenificados en videos para ¨Legui¨ y el inicio de este concierto con ¨Mañana¨.
Hasta ese momento, había pasado mucho en la tarde/noche de las orillas bonaerenses de Vicente López. Antes de La Beriso, el precalentamiento ocurrió en el Escenario Churro, de la mano de Onda Vaga. Con algunos momentos altos, como pasada la mitad del show, cuando el grupo de origen local, pero de historia más bien rioplatense, tocó ¨Mambeado¨. Y se le rindió homenaje a la luna y al sol, y quizás también a la pachamama. ¿Es eso nuestro? ¿Esa tierra? Tan en la senda de lo propio (como la banda Doris, de los mismísimos músicos Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco) como en el camino de las voces extranjeras (y extranjerizadas, como la resonancia de Goran Bregovic), los músicos sintetizan su trayectoria en la delgada línea que separa la nostalgia de lo festivo. Y funciona.
Había habido más, un poquito más temprano. Como la presentación de Ratones Paranoicos. Fieles a su estética anclada en el rock and roll (y rocknrollnnnn), la banda de Juanse repasó grandes éxitos. Y lo hizo de una manera efectiva y certera. Con celebrados recuerdos de su carrera, comenzada en 1983 e interrumpida entre 2011 y 2017: de ¨Juana de Arco¨ y ¨Sucia estrella¨ a ¨Rock del pedazo¨, ¨Rock del gato¨ y ¨Sigue girando¨. Discreto en su discurso, Juanse y cía brillaron con su formación histórica y el acompañamiento del trío de coros conformado por Las Boconas y el carismático Gori (Fantasmagoria). Y esto sucedió después del turno de El Kuelgue, con el público tirando pasitos al son de la banda y su fusión de estilos, y de El Bordo, donde las mismas banderas del final de la noche ya se estaban desplegando.
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