Festival Nuestro, para rockear con un mate en la mano
El rock argentino recuperó la costumbre de contar con un festival para mostrar todas sus expresiones; en Tecnópolis tocaron La Beriso, Eruca Sativa, Ratones Paranoicos y muchos otros
Si algo caracteriza al Festival Nuestro es su esencia ecléctica. Aunque con un núcleo central que todo lo unifica: la identidad. El nosotros, lo que nos pertenece y, a la vez, lo que somos. Por eso la grilla estuvo integrada solo por artistas locales. De menor a mayor, y viceversa.
Está claro que la gran convocante fue La Beriso. No solo porque la marea de público (más de 15 mil personas) se trasladó íntegra al escenario donde tocarían los de Avellaneda, sino porque, antes, se vio a sus fans adornados de remeras, bolsas y distintivos varios de la banda, pululando, alentando o mirando otros shows.
Debido al barro y las lluvias, todo el cronograma se corrió casi una hora (con alguna suspensión o trueque horario). Entonces, en lugar de empezar a las 21.05, La Beriso comenzó una hora más tarde.
Se trata de un grupo constituido en la senda del germen ricotero y de las bifurcaciones más masivas, como Callejeros. Pero eso no los valida ni más, ni menos. Simplemente señala un recorrido de influencias o afinidades electivas. El rock barrial se alinea, en este aquí y ahora de Buenos Aires, una vez más como parte de nuestro ser nacional. Y el equipo comandado por Rolando Sartorio se explaya con más de veinte de sus temas, coreados y cantados por la gran mayoría del público del festival. "Esta es...", dice el cantante y espera la respuesta (inmediata) del público: "Mi banda de rock". Y se repite tres veces la estrategia de presentación del tercer tema de su show que se llama, claro, "Mi banda de rock".
Así transcurre La Beriso, proyectada la imagen de su frontman a los laterales del Escenario Rock y, también, sobre el mismo. Vendrán más hits, covers con solo de piano y la visita de Néstor Ramljak, de Nonpalidece, para "Madrugada". Y, antes, los caballos escenificados en videos para "Legui" y el inicio de este concierto con "Mañana".
Hasta ese momento, había pasado mucho en la tarde-noche de Tecnópolis. Antes de La Beriso, el precalentamiento ocurrió en el Escenario Churro, de la mano de Onda Vaga. Con algunos momentos altos, como cuando el grupo tocó "Mambeado". Y se le rindió homenaje a la luna y al sol, y quizá también a la Pachamama. Tan en la senda de lo propio (como la banda Doris, de los mismísimos músicos Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco) como en el camino de las voces extranjeras (y extranjerizadas, como la resonancia de Goran Bregovic), los músicos sintetizan su trayectoria en la delgada línea que separa la nostalgia de lo festivo. Y funciona.
Un poquito más temprano se presentaron los Ratones Paranoicos, en el que pudo haber sido su nuevo último show. Fiel a su estética anclada en el rock and roll, la banda de Juanse repasó grandes éxitos. Y lo hizo de una manera efectiva y certera. Con celebrados recuerdos de su carrera, comenzada en 1983 e interrumpida entre 2011 y 2017: de "Juana de Arco" y "Sucia estrella" a "Rock del pedazo", "Rock del gato" y "Sigue girando". Discreto en su discurso, Juanse y Cía brillaron con su formación histórica y el acompañamiento del trío de coros conformado por Las Boconas y el carismático Gori (Fantasmagoria). Y esto sucedió después del turno de El Kuelgue, con el público tirando pasitos al son de la banda y su fusión de estilos, y de El Bordo, donde las mismas banderas del final de la noche ya se estaban desplegando.
Si se aplican para la música los parámetros de la gastronomía, los platos principales no son los que se sirven al final, sino al promediar una cena. Eruca Sativa fue uno de los principales de Festival Nuestro y el plato se sirvió bien temprano. La banda nacida y criada en Córdoba le puso calidad artística a una tarde amenazada por lluvias. Los milagros meteorológicos no existen, pero con temas como "Japón", "Armas gemelas" y "Queloquepasa", entre otros, Eruca Sativa empujó a más de una nube e hizo que el agua tuviera que esperar, al menos por unas horas. Y no faltaron en su show invitadas como Sol Pereyra, para temas como "Dale" y "El balcón".
Juegos, termos y percusión
¿Qué es más "nuestro", Woodstock o el mate? La pregunta viene a cuento porque pasado el mediodía había dejado de llover y el cielo permitió que en el predio de Tecnópolis se pudieran ver las primeras bandas de una grilla muy nutrida, esparcida en cuatro escenarios. Es cierto que a muchos les fascina la idea de una tarde de lluvia y barro, para imitar un Woodstock que nunca vivieron ni vivirán, por cuestiones extemporáneas. El siglo XXI nació más práctico, por eso es posible disfrutar de un festival que es a prueba de lluvias en un estacionamiento de asfalto rodeado de dos grandes escenarios y un patio cervecero. A las 13.50, en el escenario rockero ya estaba sonando Luceros, la primera banda de la programación, que hasta tuvo fans importados desde su Bahía Blanca natal. Y un rato después, la ascendente Sol Pereyra trepaba al escenario Churro, uno de los más eclécticos, en cuanto a programación, de este festival.
A 100 metros de ahí había puestos de serigrafía, tattoo temporales, peluquería, despachos de termos y mates, talleres de percusión y una kermés con metegoles, tejos y pruebas de habilidad (quienes lograran pasar una pelota por dos aros se ganarían un bono para adquirir productos del festival).
El vértigo (y lo vertiginoso) suele tener su encanto en una jornada con tantos artistas. Con el último acorde de Sol Pereyra en el escenario Churro comenzaba a sonar, casi como una música enganchada, "Arco Iris", en la voz de Rocco Posca, en el escenario Rock. Y cuando la frondosa melena del pichón de Favio todavía estaba en movimiento al ritmo de una primitiva "Hey Jude", se ponía en marcha la maquinaria fiestera de La Maruja y otras Hierbas.
En el espacio alternativo, Fátima Pecci le ponía música a Alfonsina Storni. Y un par de horas después, Hana, la mentora de este original espacio, llevaba sus canciones.
Eso que une al ukelele con el downtempo se llama Escenario Urbano, y eso que une imaginariamente Nordelta o Devoto con Catán se llama trap. Dakillah fue, con toda su juventud, la encargada de abrir ese espacio. Y aunque a veces quedó desenfocada en la imitación gestual y vocal de astros centroamericanos (esos que cambian la erre por la ele), cuando se buscó a sí misma supo ganarse al público, como lo viene haciendo a pasos agigantados. Y pasado un rato quiso seguir rapeando, pero desde la consola de sonido le avisaron sin sutileza que también había otros artistas ese día.
Las redes sociales tienden a igualar hacia abajo las propuestas artísticas. Se llega muy rápido a escenarios importantes, por eso cuando llegan bandas con más experiencia y solidez aparecen los contrastes en la grilla de un festival. La performance de Eruca Sativa marcó la diferencia por su calidad. Del mismo modo se puede hablar de grupos como Bicicletas, que también pasaron por el primer tramo del Nuestro, o de Perota Chingó, que se animó con toda su sutileza en medio de las estridencias de otros escenarios. "Chuva", "La media vuelta" y "Ríe chinito" fueron algunos de los mejores momentos.
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