Fernando Salem y el largo viaje hacia su película
Premiado en el Festival de Mar del Plata, el director habla de su film Cómo funcionan casi todas las cosas
Mar del Plata, Festival de Cine, edición 2006. Fernando Salem presentaba Trillizas Propaganda!, su corto que luego tuvo un largo recorrido internacional. Ahí no ganó nada. Pero una tarde, en la rambla, agarró un libro de actas y empezó a dar forma a una idea. Pasaron los años y hoy tiene alrededor de 20 libros de actas con fotos, apuntes, programas de mano, más fotos, más apuntes. "Fue la manera de que no se me piantara nada", dice en un bar de Villa Crespo.
Mar del Plata, Festival de Cine, edición 2015. Aquellos cuadernos de actas se convirtieron en una película que llamó Cómo funcionan casi todas las cosas. Obtuvo el premio como mejor director y el Premio Argentores al mejor guión. Tiene un elenco de esos que desbordan talentos varios: Verónica Gerez, Pilar Gamboa, Marilú Marini, Miriam Odorico, Rafael Spregelburd, Esteban Bigliardi y Sergio Pángaro. Se acaba de estrenar y él, Fernando Salem, intenta explicar cómo se siente. "Pasan nueve años y te encontrás en el mismo lugar, presentando la película que nació ahí. No sé..., es todo muy loco", dice.
En el viaje de esta película de viaje, siempre supo que si el guión estaba bien, los fondos para hacerla iban a aparecer. Sintió que la coyuntura política lo ayudaba. Ganó un crédito del Incaa destinado a operas primas y el viaje tomó otra marcha. Con Esteban Garelli fueron escribiendo y fueron sumando gente, productores, tendiendo redes. En la charla, salta a otro momento de su hoja de ruta. Cuenta que en los días previos al estreno, Juan Pablo Miller, uno de los tantos productores, le dijo que ponía 25.000 pesos para el lanzamiento. "¿Estas seguro? -le preguntó-. Mirá que esto no vuelve". No importaba, se mandaron y hay afiches y esas cosas. "Yo no puedo creer que estos tipos que no tienen plata se la jueguen", comenta.
También se la jugaron los actores. Antes de convocarlos, se dijo: "En vez de gastar en un director de casting, me voy a ver teatro. Me gasto esa plata en entradas y de ahí voy a sacar gente". Así fue. Y, a juzgar por el elenco de la película, vio muy buen teatro. A los que les había echado el ojo se les acercaba tímidamente y les dejaba un cuadernito de buena presentación que pagó 100 pesos cada uno, en donde estaba el guión. Resultó. Pasó el tiempo y, filmando en el desierto sanjuanino, se encontró dirgiéndolos. "Tenía miedo de no estar a la altura de ellos. Fue un ejercicio mostrarse frágil y apoyarme en un equipo que confiaba en la historia", cuenta la misma noche en la que Cómo funcionan casi todas las cosas se estrenó en las salas comerciales.
Esta película que desborda sensibilidad se filmó en San Juan porque ahí él cerraba otro círculo. Hace años Fernando tenía una novia mendocina. Su padre vendía libros por los pueblos. Una vez lo acompañó y se topó con el desierto sanjuanino. Con el tiempo pensó que era el lugar exacto para la historia. Los dos personajes centrales venden libros frente al desierto, al viento Zonda, al calor, al peligro de un terremoto. El libro (de autoayuda) se llama, claro, Cómo funcionan casi todas las cosas. El lugar inhóspito representa la adultez, piensa él. El tránsito mismo en el que están los personajes de Verónica Gerez y Pilar Gamboa, dos seres opuestos que terminan compartiendo un viaje por el desierto.
La crudeza del lugar se coló durante las cuatro semanas de filmación. A los tres días de rodaje en tierras de la Difunta Correa, el equipo técnico entró en procesión permanente al baño. Se intoxicaron. Hubo internados. Hubo suero. Hubo gasto excesivo en ítems que no hace falta detallar, pero no pararon el plan de rodaje porque no podían, porque no tenían plata para darse ese lujo. Por suerte el elenco zafó.
Los que no zafan de sus vínculos con sus padres son los dos personajes centrales. Ahí, en medio de esta historia de viaje que es un viaje retrospectivo en sí mismo, Fernando Salem traza una posible hipótesis: "Para ser adultos hay que saber perdonar a los padres. No podés vivir condenando a tus viejos por esto o aquello. Son tipos que tienen que pagar las expensas, mandarte al colegio, cuidarte..., ¿qué más les vas a pedir? La película habla un poco del perdón".
Y también del agradecimiento. En varios sentidos, hay algo del tono de la película que da cuenta de su creador. Por eso, dice: "Para un pibe de clase media criado en un balcón de Parque Chacabuco e hijo de un marroquinero y un ama de casa, que una actriz como Marilú Marini haya creído en lo que le proponía, que se haya tomado un avión para estar en el desierto a tu disposición, es muy fuerte", reconoce con los ojos cargados de agradecimiento.
Desde que llegó de Mar del Plata, en donde nació esta historia hace 9 años, y mientras ya piensa en una próxima película basada en Agosto, hermosa novela de Romina Paula, está investigando esto de ser el agente de prensa de sí mismo o de esta maravillosa historia de lo sensible. "Esta película es lo que siempre quise hacer. Ahora estoy como sin freno de mano. Hace 9 años que venía dándome la cabeza contra la pared y, de repente, sentís que estás llegando al otro lado. O sea, no te la creés. Me junté con un montón de gente a la que no sé cómo agradecer y, de repente, salió esta película. Hay tipos que quieren tener un quincho en la terraza y lo logran. Bien, yo tengo mi película. Es mi desierto, el desierto que quería cruzar, mi quincho".
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