Hijo del recordado actor Claudio Levrino y de la actriz Cristina del Valle, es uno de los nombres históricos de Telefe y uno de los productores más reconocidos del medio
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Nació en la televisión. O al menos algo así. Su vida siempre estuvo ligada al medio artístico, universo que, ya siendo joven, él también eligió por motu proprio. “Lo primero que hice fue formar parte de la producción de Ciudad prohibida, una ficción escrita por Claudio María Domínguez que salía por Canal 9″, recuerda Federico Levrino, actual director Artístico de Contenidos de Telefe, uno de los profesionales más destacados de la televisión actual y un productor imprescindible de Susana Giménez.
“Trabajo para el equipo que lidera Guillermo Pendino, con quien que me toca llevar adelante el día a día, en lo que se refiere a los contenidos de la programación y la producción de toda la marca. Es un placer trabajar con él”, explica Levrino, quien celebra la labor cotidiana junto a Pendino, actual vicepresidente de Contenidos y Programación de Telefe y Chilevisión. Tampoco ahorra elogios para Darío Turovelzky, vicepresidente Senior de Broadcast y Estudios de Contenidos Originales en Español y Portugués para América Latina y General Manager de Telefe y Chilevisión: “Fue mi jefe en la producción de Susana Giménez, tengo mis eternas charlas con él sobre rating y contenidos, es una persona que tiene la misma pasión que cuando arrancó y te la transmite”.
Federico es hijo de los actores Cristina del Valle y Claudio Levrino y el parecido con el recordado intérprete es realmente sorprendente.
Años después del fallecimiento de su papá, otro actor, Rubén Green, fue un segundo padre cuando su mamá se puso en pareja con él. Podía haber tomado otro camino, pero eligió seguir el derrotero familiar.
Los maestros del comienzo
“A mis 17 años, terminado el secundario, había algo del detrás de cámara que me gustaba. Nora Cárpena, muy amiga de mi mamá, le dijo que había un puesto de meritorio de producción y empecé”. En aquella miniserie de Claudio María Domínguez, Levrino hizo de todo, incluso oficiar de remisero de los actores y de encargado de servir el café. Así se empieza. Y se aprende. “Iba con el auto a buscar a Thelma Biral, Zulma Faiad, Raúl Rizzo”. También se encargaba de repartir los libretos de aquella ficción en derroteros que lo llevaban de Belgrano a Martínez y de Recoleta a Parque Patricios, donde vivían los actores.
-Existe un imaginario en torno al rol de la producción, ¿qué es ser productor y qué es lo que más te interesa del oficio?
-Hay tres claves que son esenciales: prever, organizar y tener pasión.
-¿Qué significan cada uno de estos tópicos?
-Uno se la juega con lo que puede llegar a pasar y qué ve mejor con respecto al trabajo. Ser precavido es un puntal de esta actividad. La organización es una especie de identidad que uno lleva. Lo aplico hasta cuando planeo un cumpleaños y me dicen “que alma de productor que tenés”. Y la pasión es la característica que más destaco. Para ser un productor de ley tenés que tener pasión. En mi caso, soy pasional para todo lo que hago en mi vida.
El tridente conformado por la previsión, la organización y la pasión a Levrino le dio sus frutos y le permitió construir una carrera privilegiada. Podría decirse que hay una devoción al trabajo que es indisoluble a su vida personal: “Siempre digo que si te matás muchas horas por día trabajando, tenés más posibilidades de crecer que si lo hacés poco tiempo”.
Su hacer comienza muy temprano y finaliza tarde. “El primer mensaje llega a las siete y media de la mañana y el último a las doce de la noche”.
-¿Quiénes fueron tus maestros?
-Tuve a los mejores. Arranqué con Diana Álvarez, una gran directora, quien, además, fue la directora de Un mundo de veinte asientos.
Aquel culebrón fue el suceso de la temporada 1978 y uno de los grandes éxitos de su padre, junto a la recordada actriz Gabriela Gili. Además de Diana Álvarez, Federico Levrino también recuerda a Enrique Estevanez, quien lo sumó a su productora para trabajar en las ficciones Mamita, Mi ex, PH, Los médicos de hoy y un reality donde los participantes eran figuras conocidas.
A finales de la década del noventa, cuando Canal 9 llevaba por nombre Azul TV y ya no pertenecía a Alejandro Romay, Levrino comenzó a trabajar con el productor Luis Cella, quien le marcaría el rumbo definitivo de su carrera: “Fue la persona con la que me crié dentro de todo este mundo”.
Así como Cella fue un referente, no duda en mencionar a otro de los popes de la televisión y el teatro: “Tuve la suerte de trabajar mucho con Gustavo Yankelevich en Telefe, una persona que me marcó mucho”.
-¿Qué significó Gustavo Yankelevich en tu carrera?
-Fue un gran maestro con quien también tengo una muy buena amistad. Es un tipo muy importante no sólo en mi carrera, sino en mi vida.
-Por el nivel de adrenalina y exigencia, el trabajo de productor no es para cualquiera, ¿coincidís?
-Totalmente, el nivel de exigencia que a mí me han inculcado y me gusta, y que hoy necesita la industria y esta compañía, es de un nivel de estrés alto, de charlas interminables, pero, además, de mucha alegría. Hay que tener espalda, a veces se atraviesan momentos límites y todos los que tenemos este oficio sabemos que te lleva puesto hasta en cosas personales, familiares. Hasta en terapia hablo de mi trabajo que tiene mística, pero también es muy absorbente. No fueron pocas las veces que tenía que buscar a mi hijo a las seis y eran las seis y media y estaba en el canal. Con los años, vas aprendiendo cómo ordenar el rompecabezas.
Levrino está en pareja con Victoria, mamá de Salvador, su único hijo. “Trato de compartir tiempo con ellos, pero esta profesión es compleja”.
-Te percibo un profesional que le exige a sus equipos.
-Cuando he sido líder de equipos de producción, he marcado la cancha. Si me ves laburando a mí veinticuatro horas, el resto va por el mismo camino, sino es imposible.
-¿Mirás la programación de los otros canales?
-Sí, estoy obligado.
-¿Qué te interesa de la competencia?
-Me gusta Guido (Kaczka), éramos muy chiquitos cuando nos conocimos, él estaba haciendo Clave de sol , donde también trabajaba Rubén (Green), así que, durante las temporadas de teatro, me pasaba horas en el camarín con él. Cada vez que nos vemos hablamos sobre aquellos tiempos. Lo que hace hoy en la tele es espectacular.
Susana Giménez
Ingresó a trabajar en la producción de Susana Giménez cuando el equipo estaba liderado por Gerardo González. En el 2003, Luis Cella regresó al ciclo de la diva y Levrino pasó a ocupar el rol de productor periodístico. “Cuando el programa de Susana era diario, me podía pasar catorce o quince horas trabajando en la calle buscando las notas. Fueron años maravillosos”.
En aquellos tiempos de rating récord, Luis Cella organizaba a su tropa con rigurosidad: “Nos reunía y nos pedía que, al día siguiente, trajéramos tres ideas de nota. Era llegar a casa y ponerme a pensar algo interesante”.
Las anécdotas se suceden una tras otra y Levrino las recuerda con emoción y alegría. “Una vez, buscando notas que sean atractivas y novedosas, encontré a un mono que pintaba. Lo llevamos al estudio e hicimos una prueba de la que, incluso, participó Susana. El mono arrancó a pintar de manera extraordinaria, la prueba había salido sensacional. Cuando vamos al aire, Susana presenta a la chica que traía al mono y el animal en lugar de pintar, se comió todas las témperas, se generó un sketch y el rating explotó”.
Levrino también rememora aquella vez en la que se llevó a cabo una competencia de loros habladores. Buscando ganar el premio, el dueño de uno de los animales era ventrílocuo y simuló el sonido del loro: “Susana se dio cuenta al aire y se lo recriminó al participante, fue sensacional”.
Al productor Luis Cella lo apasionaba tener a los protagonistas del tema del momento en el living de la diva: “Una vez me dijo: ‘hasta que no traigas a Zulemita Menem, no vuelvas al canal’. Era imposible, no quería hablar por algo personal que le había sucedido, así que, literalmente, dormí una noche en la puerta de su edificio. Cuando salió le expliqué la situación, le dije que no podía volver al trabajo si ella no aceptaba la entrevista”. A modo de trueque, la hija del expresidente le pidió a Levrino entradas para el concierto de Eros Ramazzotti. “La llevé y luego la convencí para que visitara a Susana. Fue una charla impresionante. Como se acababa de separar de un novio, se largó a llorar en el aire y el programa midió más de treinta puntos de rating. Después del aire, Cella me dijo: ‘¿Viste que sirve el esfuerzo?’. Tenía razón, como siempre”.
Tiene calle y se le nota. Y como comenzó su labor en una “televisión integral”, como él la define, y pasó por todo el escalafón con esfuerzo y mucho trabajo, algunas mañas de las nuevas generaciones le molestan: “No me gusta que me digan ‘ya mandé un WhatsApp hace dos horas, todavía no me respondieron’. Cuando empecé se lo iba a buscar al entrevistado, se lo llamaba o se le tocaba el timbre. Quizás uno deba acompañar los cambios de la sociedad”.
La charla con Levrino podría durar horas. Sus anécdotas junto a Susana Giménez son incontables. Sobrino del médico Alfredo Cahe, profesional que atendió a Diego Armando Maradona durante años, recuerda aquella vez en la que se encontró con el astro en la quinta del empresario lácteo Pascual Mastellone. “Como mi tío le tenía que llevar algo a Diego, me preguntó si lo quería acompañar hasta Parque Leloir, donde quedaba el predio donde se estaba quedando, luego de un episodio de salud muy feo en el que casi se muere. Me acuerdo que lo primero que hice fue alcanzarle las pelotitas de golf. En un momento, me comentó que lo estaban convocando de la televisión, entonces lo primero que me surgió decirle es que si iba a salir a hablar que lo hiciera con Susana”. Estar y generar, las consignas de Levrino.
Levrino convenció a Maradona a pocas horas de su alta médica: “Sucedió lo que era imposible que sucediera”. Si la presencia de Maradona en el programa de por sí era una bomba periodística, aún fue más llamativa la experiencia dado que fue la propia Susana quien se acercó hasta la quinta para entrevistar al astro. “Llevamos un camión de exteriores y en esa charla Susana le dijo la famosa frase: ‘que flaquito que estás’”.
Los méritos de Federico Levrino lo llevaron a convertirse en el productor general del programa de la diva. De aquel chico que servía café o repartía libretos en Canal 9 a ser la mano derecha de la máxima estrella de nuestro país. “Trabajar con ella se hace bastante sencillo. Susana es una mujer muy racional, que entiende todo y posee un olfato increíble. Ve todo antes que el resto”.
-¿Cuántas veces se enojó Susana con vos?
-Te lo digo con una mano en el corazón, enojada fuerte no la he visto nunca. Por supuesto, me he comido mis puteadas, pero con razón.
-¿Por ejemplo?
-Una vez estuvo invitado un grupo de música mexicano, pero, erróneamente, le dije a Susana que era de Venezuela. Al aire los presenta como venezolanos y los pibes la corrigen, cuando llegó el corte preguntó: “¿Quién fue el hdp que me dijo que eran de Venezuela?”. Me hice el bol…, pero Luis Cella me escrachó en una de las perlitas que mostraban lo que pasaba atrás de cámara. A veces, también se enojaba un poco cuando la hacíamos grabar tres sketches seguidos y luego tenía que hacer el vivo, pero no pasaba de un reto.
-¿Cómo fue la experiencia de sacar a Susana a la calle en el especial que grabó junto a Sebastián Yatra?
-Susana se banca todo, es crack. Cuando fuimos a la pizzería de Chacarita, uno de los maestros pizzeros contó que se había ganado un gran premio en el programa y que, gracias a eso, se había podido casar. Susana no lo podía creer.
-¿Vuelve este año al programa semanal?
-No lo sé... Puede suceder este año o el que viene, pero va a volver.
-¿Susana le hace falta a la televisión?
-Siempre está bueno que esté Susana en el aire, le hace falta a la Argentina.
A la hora de pensar en celebridades con las que no le fue grato trabajar, Levrino reconoce que no ha sido lo usual: “No tuve conflictos, no tuve un solo trago amargo”.
-Seguramente te tocó cruzarte con gente difícil...
-Laburar con Antonio Gasalla fue difícil, era complejo ponerse de acuerdo, pero no tuve quilombos. Iba a la casa y arreglaba todo.
Competencia
-Hoy las audiencias se reparten y la televisión abierta debe competir con las plataformas, las redes sociales y los contenidos por streaming.
-La televisión abierta y las plataformas conviven y lo hacen cada vez mejor. Cuando arrancó la televisión se decía que desaparecería la radio y no sucedió. Cada medio tiene su tiempo y su momento. Aparece un bombazo como Gran Hermano y se registran niveles de audiencia increíbles, la televisión está más viva que nunca.
-¿Estás en contacto con lo que opina el público?
-Sí, permanentemente me gusta hablar con gente que no es del medio. Eso es un termómetro que no cambia.
-Hiciste mucho, ¿qué anhelás?
-Mi sueño es tener una noche estelar de boxeo en Las Vegas, que la pelea de cierre sea con un argentino. Estar a cargo de ese evento me volvería loco.
-¿Te gusta el boxeo?
-Me encanta, sería el sueño del pibe producir eso.
Si el boxeo es una asignatura pendiente, llevar adelante la compleja logística de producción de un mundial de fútbol fue un desafío que cumplió con creces y en varias oportunidades.
-¿Otro sueño?
-Le agradezco al canal, a la vida y a Dios todo lo que me sucedió, soy un privilegiado. Me tocaron cosas hermosas, pero me esforcé mucho para que me sucediesen, nadie me regaló nada.
-¿Qué es Telefe para vos?
-Un lugar donde se trabaja en equipo y eso se ve en el aire. Acá el trabajo en equipo, con pasión y exigencia, funciona, vamos todos de la mano. Es la clave para los grandes resultados que tiene el canal.
LA NACION recorre con Levrino las hermosas instalaciones de Telefe, donde todos lo saludan con afecto. Para sus compañeros es Fede. “Me sé el nombre de cada director, pero también el de cada persona del área de limpieza. Me gusta tener buena relación con todos. Haber sido el hijo de Claudio Levrino o ser el hijo de Cristina del Valle no me hace perder la esencia de pibe de barrio. Está bueno para la tele y para la vida”.
Para finalizar la charla, aparece otra de esas anécdotas que pueblan su historial: “La única nota que no pude conseguir fue la de Roberto González Rivero”. Consiguió lo imposible, pero no pudo con el famoso locutor del rulo y la pronunciación prolongada del número ocho: “Nunca lo pude llevar a ninguno de los programas que produje, no daba notas”.
-¿Qué otra celebridad no te dio notas?
-Nelly Omar. Me cansé de llevarle cartas a la casa.
-¿Todo por el rating?
-Todo no, pero mucho, sí. Con los grandes con los que trabajé, como Gustavo (Yankelevich) o Darío (Turovelzky) aprendí que no todo es por el rating, que se puede ganar un punto menos y mucha tranquilidad.
-En terapia, ¿hablás del rating?
-El rating es mi hermano...
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