Federico Jeanmaire
“Ser hijo es mucho más fácil”
Debe ser raro sentarse frente a un total desconocido que la noche anterior leyó cada detalle sobre la relación de uno con su padre. Hay que soportar su mirada. Pero, en fin, eso es precisamente lo que se puede esperar cuando se publica una novela autobiográfica como Papá, de Federico Jeanmaire (Baradero, 1957).
En el libro, el escritor (que tiene un hijo de 9 años) retrata a su padre, militar de carrera, dos veces intendente de su ciudad natal durante gobiernos de facto, con el que parece reencontrarse afectivamente después de una vida de desencuentros desde sentimentales hasta políticos, sólo cuando una enfermedad terminal marca sus últimos días.
–Cuando lo escribías, ¿ya sabías que Papá sería un libro?
–Fue muy raro. El día en que supe que mi viejo se iba a morir, llegué a casa, abrí un archivo en la computadora y le puse Papá. Quizá porque es mi forma de expresión, mi manera de ser en el mundo, empecé a escribir. Y cuando se juntaron quince o veinte páginas me di cuenta de que era un libro por dos razones. Porque su nacimiento no era distinto del de los anteriores: tenía ganas de escribir sobre algo y lo hice. Y porque la relación con mi padre estuvo muy ligada a la política; por eso sentí que esta historia no decía algo sólo para mí, sino que también podía decirle cosas a otros.
–El título es claro y universal...
–Ya había firmado el contrato, pero cuando se publicó el libro Mamá, de Jorge Fernández Díaz, quise cambiarlo, para que no se viera tan emparentado, y la editorial decidió que quedara así. Eso me molestó, pero ahora estoy feliz porque sin duda ése era el título.
–¿Esta vez las entrevistas son más complicadas?
–Es bastante difícil. Aunque tengo ocho novelas previas, nunca había trabajado cuestiones autobiográficas. Pero lo que creía un problema, abrirme tanto en mi propia experiencia, desnudarme, que vos sepas tantas cosas mías y yo nada tuyo, resulta que genera una devolución muy linda. Sólo ahora me doy cuenta de que el libro es desgarrador, en el sentido de que abre al otro. Entonces me encuentro con gente que me habla de su relación con el padre, que necesita contarme su experiencia.
–¿Tenías prejuicios contra una literatura que genere estas cosas?
–Sí, sí... Escribo desde que me acuerdo y siempre pensé que los sentimientos estaban ligados a lo peor de la literatura. Sin embargo, uno cambia. No sé, estaré viejo o algo, pero la verdad es que estoy muy contento con este libro. Incluso desde lo formal, por lo que significa para mí como escritor, como quiebre en mi estética. Cuando escribís durante muchos años empezás a tener miedo de repetirte, y esto es como empezar de nuevo, es lo más lindo que te puede pasar.
–¿Dudaste de publicarlo?
–Lo más complicado fue pensar si tenía derecho a contar todo esto. Y decidí que no me lo podía perder. Puede ser una respuesta terriblemente egoísta, pero pienso que el arte está lleno de egoísmo. Y fue egoísta decidir escribir en medio del dolor, durante todo el desenlace de lo de mi padre, expresarme artísticamente y no hacer un duelo personal. Quizá sea difícil de entender, pero me hizo muy bien.
–¿Y que se supieran ciertas cosas tuyas era algo que antes evitabas?
–En mi pueblo, el hecho de que mi padre hubiera sido intendente de los militares era inocultable. Pero pronto aprendí que si me iba a quince kilómetros, ahí la gente no lo sabía. Y cuando me vine a Buenos Aires, menos. A tal punto que una vez, hace unos diez años, me entrevistaba Canela en una radio, y un oyente, que evidentemente sabía, llamó y preguntó al aire cómo yo podía hablar de determinada cosa si mi padre había sido tal otra. Canela leyó el mensaje y me preguntó si era verdad. Y lo reconocí, aunque en el momento la cuestión me complicó. Obviamente mis amigos lo sabían, pero, por ejemplo, otros colegas escritores con los que sólo tengo una buena relación, no. Hoy, con 45 años, ya no se me complica nada y estoy muy orgulloso de haber podido construir una relacion con mi padre.
–En la familia, ¿cómo se recibió el libro?
–La respuesta de mi madre fue hermosa. La debe haber leído seis o siete veces y, en cada una, encontró cosas nuevas. Está muy contenta con el libro; creo que lo entendió, aunque también me marcó errores de datos, que yo preferí no corregir, para ser fiel a mi recuerdo. Igual, el recuerdo nunca es la verdad, sino una construcción del yo, así que eso me pareció más sincero... De otros familiares todavía no tengo respuesta, pero sí me pasó algo en febrero, durante un acto en Baradero, donde me pidieron que leyera algo mío. Mi hijo estaba andando en bicicleta por ahí. Y justo empecé a leer un capítulo de Papá en el que hablo de él cuando apareció con todos sus amigos y se pusieron al lado mío, para escuchar. Cuando terminé, se acercó y me dijo: Tenías que incluirme a mí... Y, bueno, ahí está un poco lo que pienso sobre la paternidad: es complicada y resulta imposible no equivocarse.
–¿Por qué?
–La paternidad es la manera más humana de la eternidad; por eso es tan complejo ser padre y por eso ser hijo es mucho más fácil. Porque los hijos representan una posibilidad de eternidad para los padres, que de alguna manera siempre intentan diseñar su destino. Yo como padre lo sé. Pero, bueno, el hijo casi siempre se rebela al diseño que el padre tiene preparado para su propia eternidad y ahí se crea el conflicto.
–¿Y tu padre leyó algo?
–Pensé en mostrarle un par de capítulos, pero no me dio tiempo. Creo que él sospechaba algo. Un día empecé a preguntarle demasiado y él me miró y, con una sonrisa, me dijo: ¿Vos no estarás escribiendo algo sobre mí, no?
–¿Qué le contestaste?
–No, le dije que no... Bah, creo que no le dije nada; me quedé callado y sonreí también.
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