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Palookaville
Fiestero viejo
A los 40 años, Norman Cook vuelve con un disco cancionero lleno de verborragia nocturna y ecos de pérdida.
Asi todo el mundo aprecia a un tipo como Norman Cook, alguien con el don de transformar una convención en bacanal. ¿A quién no le resulta simpático este flacucho politóxico que habita una casa en Brighton, Inglaterra, acechada por caracoles y paparazzi? Pasa discos, se mama, sonríe, graba canciones que parecen despojadas de toda pretensión de posteridad y, sin embargo, años después de su alumbramiento, siguen sonando con una prepotencia admirable. Cada vez que alguien pone en duda el efecto creativo del uso y abuso del sampler en la música pop, debería repasar las sensaciones que generó Fatboy Slim reordenando fragmentos de piezas preexistentes y ajenas.
Su cuarto disco de autor, titulado Palookaville (como un barrio del condado californiano de Santa Cruz), comienza con un sampleo de "Signs", hit iconoclasta de comienzos de los 70 de los canadienses Five Man Electric Band. Esa frase de arcaico folk rebelde ("y el cartel dice: la gente freaky pelilarga no necesita aplicar") es un clásico versículo inicial y difuso de este abad de las pistas. Un piano tipo "Praise You" y una sucesión dislocada de golpes de ritmo preceden la aparición de "Slash Dot Dash", a esta altura una especie de redundancia (el infaltable tema del que deriva un excelente video con coreografía epiléptica).
Sucesor lógico del cancionero Halfway Between the Gutter and the Stars (2001), Palookaville se mece entre la verborragia nocturna de un tipo que se resiste a levantar el pie del acelerador y la angustia diurna de un trance de ruptura (la gestación del álbum coincidió con la separación temporaria de Norman y su mujer, la estrella de televisión Zöe Ball). La voz de Lateef (Blackalicious), los latigazos eléctricos de Johnny Quality y la conjura de perillas con el colega Justin Robertson parecen responder a la idea de funk malicioso y trasnoche. La colaboración con el experto en divorcios Damon "Blur" Albarn ("Put It Back Together", hermosa canción) late como el corazón de un disco que –como toda borrachera– dosifica melancolía y exaltación. Al cabo, lo que queda es la voz interior de un hombre que tiene el don de la alegría y sabe cómo socializarlo.
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