Falleció ayer Juan Castro
Con su prematura muerte, ocurrida a los 33 años y rodeada de ese halo enigmático que envuelve a tantas otras figuras de alta exposición pública que dejan de existir en circunstancias trágicas, Juan Castro perdió definitivamente esa batalla interior que decía librar cada día para hacer frente a sus propios demonios.
Después de algo más de 50 horas de agonía, el conocido conductor de TV falleció a las 2.30 de ayer en el hospital Fernández, de esta capital, a raíz de un paro cardíaco provocado por una falla orgánica múltiple. Había sido internado allí por las graves lesiones cerebrales que había sufrido en la noche del martes, al caer desde un balcón, hecho que se encuentra bajo investigación judicial.
Castro solía repetir que la creatividad era el mejor remedio para enfrentar situaciones adversas y quienes lo veían trabajar últimamente como director creativo de Endemol (cargo que había asumido el año pasado) y en la producción de "Kaos en la ciudad", cuyo regreso a Canal 13 era inminente tras dos exitosas temporadas, comprobaban que seguía alumbrando proyectos con el vértigo y la ansiedad que siempre lo caracterizaron.
Pero a la vez admitía que las personas creativas -y él se enorgullecía de esa condición- tienden a ser muy inseguras "y a creerse mucho y muy poco a la vez". Dueño de un carácter ciclotímico, Castro había logrado fama y popularidad gracias a la TV, pero no pudo alcanzar otro objetivo más ambicioso: llevar adelante una vida sin altibajos anímicos tan pronunciados entre lo que definía como su cielo y su infierno.
Ante las cámaras de "Kaos" eligió cruzar más de una vez la delgada línea que separa la vida pública y la privada en una celebridad. Primero amplió allí el reconocimiento de su homosexualidad y, más tarde, luego de varios días de hermetismo por una internación, reconoció su propensión a algunos excesos y su adicción a la cocaína.
Esta conducta, explotada en los últimos días hasta el cansancio por el amarillismo chimentero que se regodeó en detalles morbosos y jugó con un desenlace fatal mucho antes de que se produjera, no hizo otra cosa que reflejar la tensiones interiores de alguien que un día se comprometía con entusiasmo en causas dignas y poco después se prestaba ante las cámaras a jugar con su identidad sexual con actitudes distantes del recato y la discreción.
Es que había visibles contrastes en la personalidad de este hombre apuesto, de ojos clarísimos, gesto cordial y gran sensibilidad que fue a la vez productor de radio, modelo publicitario, estudiante de periodismo en la UBA, traductor de inglés y locutor. En la mente de Castro siempre coexistió la voluntad de observar al unísono la realidad con un prisma liviano y otro alternativo, con la más cruda mirada testimonial y la fascinación por la frivolidad mejor entendida.
En la radio, donde se había iniciado a los 16 años primero como oyente y más tarde como productor de los ciclos de Mario Pergolini por la Rock & Pop, supo ir del modelo periodístico convencional de "El mañanero" a la música electrónica del reciente "Metrodance".
En la TV, desde la cual hizo conocer con alto perfil los mejores proyectos surgidos de su indiscutible talento creativo y una gran contracción al trabajo, apareció por primera vez con ropas informales y cabello muy largo en "Crema americana", programa juvenil que en 1991 produjo Claudio Villarruel para América, junto a Ari Paluch y Pato Galván.
En los años posteriores fue presentador de desfiles de modas e integrante de los equipos informativos de Telefé, y terminó utilizando esta experiencia de cronista urbano como plataforma de "Zoo", en el que junto a Dolores Cahen D´Anvers proponía asomarse a la realidad desde una mirada juvenil, informal y comprometida, que a veces también quedaba condicionada por la superficialidad de un toque "fashion" que jamás pudo dejar.
En la búsqueda por alcanzar ese particular equilibrio, Castro encaró tanto la conducción de "Unidos o dominados", fallido intento periodístico por acercarse al modelo de su admirado Jorge Lanata, como la del procaz reality show "Confianza ciega", sobre parejas incitadas a la infidelidad.
Hasta que llegó "Kaos en la ciudad", proyecto en el que Castro aspiraba a resolver ese doble abordaje de la realidad con el sencillo trámite de la convivencia entre ambas miradas. Allí, el conductor podía en un momento explicar por qué fue detenido en Medio Oriente cuando se aprestaba a cruzar la frontera entre Jordania e Irak y pasar de inmediato a presentar informes sobre extravagantes prácticas sexuales.
Estimulado por un clima de época en el que la Argentina parecía asemejarse al título del programa, Castro estaba siempre decidido a ser testigo, desde el lugar de los hechos, de cualquier instancia que desde su mirada tuviera que ver con la marginación social o individual, seguramente porque se sentía parte de ese mundo. Aunque en "Kaos", como ocurría en "Zoo", esa búsqueda franca, entusiasta y por momentos innovadora de realismo periodístico quedaba a menudo tamizada por el ineludible toque fashion que les daba más curiosidad que rigor a los temas tratados.
Juan Castro transmitía la impresión de estar siempre en movimiento, obsesivamente a la búsqueda del detalle que perfeccionara alguno de los múltiples proyectos que daban vuelta por su cabeza cuando se desató la tragedia. Fue el momento final, todavía envuelto en una nebulosa, de un hombre al que el éxito profesional no le sirvió de ayuda para resolver algunas de las contradicciones que signaron su vida.
Inhumación
- Ayer por la tarde, tras el rezo de un responso, los restos de Juan Castro fueron inhumados en el Cementerio de la Chacarita. Allí se difundió un duro comunicado con la firma del padre y el hermano del conductor desaparecido, en el que se indica que habrá acciones judiciales contra los medios que violaron la intimidad de Castro y difundieron su correspondencia privada.