Factor Fiorillo: ¿Por qué es la directora de teatro más buscada?
La exitosa realizadora estrenará nada menos que ocho obras este año; entre las puestas se destaca La ira de Narciso, que ya está en cartel; es la única mujer ganadora de un Premio ACE de Oro y marca tendencia
En poco tiempo "Fiorillo" se volvió un sello. Situación nada frecuente tratándose de una directora mujer. Podrían buscarse las razones en cierta cosa femenina de su forma de trabajo: correrse al costado, entender que para que la obra brille tiene que saber conducirla, escuchar, darle a cada uno el lugar en el que se siente fuerte. Guiar. Algo así como una madre enseñando a caminar a su hijo. De protagonismos, nada. Y tal vez por ahí venga el secreto. Insiste en que su maternidad y su signo en Cáncer son los que la impulsan a armar una familia en cada elenco. "En el arte el ego sobra. La obra va a ser contada igual, por mí o por otro. Creo en las obras. Y sé que solo soy un medio, un puente para que el que tiene que cruzar lo haga. El arte mío consiste en ser una buena mediadora, abrir el alma o la sensorialidad de un actor, abrir su confianza".
Por primera vez en nuestro teatro, una directora es capaz de pasar del circuito off al oficial y al comercial y mantener intactos sus valores y su modo de trabajo. Con su sala propia, El Ópalo, que abrió hace unos años junto a sus socios -"humilde pero de corazón grande", la define-, y con ocho proyectos teatrales para este año, Fiorillo se afirma y se consolida como la directora del momento. Hace dos años ganó el ACE de Oro, el galardón más importante para el teatro, y se convirtió en la primera mujer directora en obtenerlo.
Su camino es largo y prolífico. Transitó autores nacionales como Roberto Perinelli, con la inolvidable Miembro de jurado; a Silvina Changue, en la emotiva Kalvkött, carne de ternera; al catalán Josep Maria Miró, con El principio de Arquímedes y Nerium Park; a Pirandello; a Molière, el año pasado, cuando en el Regio montó su versión de El avaro. Y a tantos otros. El año pasado además estrenó Tebas Land, de Sergio Blanco, en un género en el que no había incursionado antes, la autoficción, y quedó prendida. Por eso, este año repite. La ira de Narciso, una autoficción también de Blanco, de un solo personaje que lo tiene a Gerardo Otero en escena, que estrenó el jueves pasado en Timbre 4. Para lograrlo, y porque la sala se encontraba en medio de un festival, Fiorillo, Otero y equipo ensayaron todos los días a la madrugada. "Es difícil encontrar la creatividad a las tres de la mañana, fue una gran prueba que pasamos y el resultado me tiene muy satisfecha", asegura. "Defiendo la obra hasta de su propio autor", dice Fiorillo, una leona madraza que no teme y avanza desafío tras desafío.
"Me fascina que en la dirección, como en la escultura, se modela sobre la base de la arcilla y la creatividad que te da otro. Hay que meterse en ese universo. Dirigir es descubrir el mundo de la obra que no está en las palabras y que va apareciendo a medida que se avanza en el trabajo. Creo en eso mágico que está dentro de las obras. Tengo dos hijos y estoy convencida de que cuando nacieron ya tenían su espíritu, de que hay cosas que vienen de tu educación, pero otras no. Y con las obras pasa lo mismo: tienen un universo propio".
Ese poder correrse, salir del centro de la escena, saber que lo importante es el cuento que se tiene que contar es una de sus fortalezas. Ella sabe bien que son pocas las mujeres que dirigen y más aún en la escena oficial y comercial. "Estoy segura de que es cuestión de tiempo; a medida que los productores vayan descubriéndonos, esto va a cambiar. Somos capaces de organizar y hacer muchas más tareas que solamente dirigir: podemos dar la comida mientras miramos tele, planchamos y programamos el trabajo del día siguiente. Es una gran virtud para cualquier productor", sentencia.
Su agenda está llena y sus trabajos son de lo más variados. Pero todos con una premisa: tener un equipo con el que se sienta a gusto. Por eso es común que repita equipos, casas, actores. Nombra cada vez que puede a María Oteyza, su asistente de dirección, porque entiende que las cosas se hacen con otros. "Mi lugar más creativo lo encuentro cuando la paso bien, cuando el ensayo puede ser parecido a jugar a las cartas con amigos. Lo más difícil de aprender es que nuestra misión en la vida es disfrutar. No es sencillo ese aprendizaje, pero trato de formularme ese precepto y seguirlo", dice.
A pesar de la cantidad de obras y autores que recorrió, Fiorillo tiene asignaturas pendientes. Una es la escritura. Escribe desde niña poesía, pero nunca dio el salto a la dramaturgia. "El del autor es un lugar sagrado para mí. Amerita parar todo y dedicarme a eso por un tiempo", se promete. Por otro lado, no ve tan lejana la posibilidad de un musical, o una ópera, para poder aunar sus dos pasiones: la música y el teatro. "Vengo de la música clásica. Creo que es lugar de conexión del ser humano por excelencia. Mi padre está con Alzheimer, ha olvidado casi todo, menos tocar su piano. Le cuesta levantar un vaso, pero no tocar el piano. La música llega, como dice Barenboim, a un lugar al que no llega nada".
Ocho proyectos este año
Cuando la directora enumera los proyectos para este año abruma por su cantidad, parecen demasiados para una sola mujer. Tres estrenos en los próximos meses en esta ciudad (uno en el off, La ira de Narciso; otro en el comercial, El vestidor, en el Paseo La Plaza; otro en el oficial, Jazmín de invierno, en el Cultural San Martín); una nueva puesta de Nerium Park, en el Teatro Nacional de Colombia; la reposición de Seis personajes en busca de un autor, de su admirado Pirandello, en Córdoba, y los reestrenos de Nerium Park y de Tebas Land en Buenos Aires. Además, para agosto, proyecta Juicio a una zorra, obra del español Miguel del Arco. En total: ocho proyectos exigentes e interesantes.
Fiorillo se animará entonces al teatro comercial y no será con una comedia liviana. Prepara para mediados de año El vestidor, con Arturo Puig y Jorge Marrale. "Los productores hoy buscan comedias y yo insisto en que no es el género lo que hace que algo sea exitoso o no, sino cuánto logra de empatía o de interés en quien lo está mirando. Como las películas". El vestidor es el vínculo entre un actor (Marrale), su vestidor (Puig) y tres mujeres que rodean su vida. Son una compañía que representa cada día una obra de Shakespeare. "Es un día determinado donde a él se le cruzan un montón de cosas. Tiene mucho que ver con el sentido del arte, con el amor, con los vínculos, qué nos une al otro".
Para estrenar en mayo, Fiorillo ensaya además Jazmín de invierno, de Carla Moure. "Se trata de la relación de una niña con sus apropiadores. Y está contado desde un vínculo de amor. Tomamos ese desafío: tratar de meternos en la cabeza de alguien que sacaba a un bebé pensando que le hacía bien. Es difícil, pero lo estamos llevando desde lo poético, desde lo musical. No está contado desde un lugar realista porque justamente lo que queremos dar es una impresión sensorial del hecho. Y que uno vislumbre lo más patético y tremendo de este tipo de situaciones para ver cuál es el daño en una criatura". En cuanto al momento que vive el teatro en Buenos Aires Aires, sostiene: "Más allá del contexto político, hay gestores que tomaron el enorme desafío que implica estar ahí en este momento. Me refiero a Marcelo Allasino, Alejandro Ullúa, Jorge Telerman, Federico Irazábal, Alejandro Tantanian, Eva Halac, una de las pocas mujeres gestoras, hoy a cargo del Regio, que conocí el año pasado y valoro mucho. Es importante que apoyemos estas gestiones para seguir remándola, son lugares que no perdimos porque alguien resistió".
La ira de narciso, una puesta imperdible
La ira de Narciso, protagonizada por Gerardo Otero, probablemente sorprenda. Como lo hizo Tebas Land el año pasado. Cuando los espectadores empezaban a entender por dónde iba la trama, la pieza giraba y se transformaba. Y ese es uno de los rasgos más sobresalientes del género de autoficción, que maneja con destreza el dramaturgo francouruguayo Sergio Blanco. "Pese a que yo muestro el artilugio y digo que es una obra de teatro, el espectador está creyendo, porque existe una necesidad de creer. Creo que esa es la función del arte: transcender un poco el miedo que tenemos todos de que nada tenga sentido, de que nada sea cierto", cuenta Fiorillo. Así como en Tebas Land aparecía el mito de Edipo y se trabajaba con la figura del parricida y con la pregunta sobre si es verdaderamente un parricida un hijo que mata a su padre sin saberlo, aquí en cambio se investigan en profundidad el mito de Narciso, la mirada, el ego. Pero adelantar cualquier cosa de la trama puede ser un error.
LA IRA DE NARCISO
Días, jueves y viernes
Teatro, Timbre 4 (México 3554)
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