Fábricas que producen arte
Crece el número de establecimientos industriales que se reciclan como escenario para diversos tipos de espectáculos
¿Si las fábricas no fabrican lo que fabricaban es que ya no queda nada más por fabricar? Cuando la industria nacional en todas sus áreas de producción ha sido prácticamente reducida a su mínima expresión en los últimos años, este interrogante se cierne sobre cientos de fábricas argentinas que siguen de pie como recuerdos de otra época. Según el censo nacional de 2001, los establecimientos industriales registraron, entre 1974 y 1994, una caída en su producción del 20 por ciento. De allí al 2000 la situación empeoró: se cerraron 30.600 pequeñas y medianas empresas industriales, según una encuesta realizada por la Unión Industrial Argentina.
Pero dentro de esta crisis antiguos lugares de producción comenzaron a levantar sus persianas -con más voluntad que recursos- y fueron recuperados como espacios culturales. "¿Será tan difícil volver a fabricar la fábrica, volver a reinventarlo todo? ¿Será tan difícil construir sobre las ruinas en vez de ser un mercader de escombros?", se plantearon los fotógrafos Gabriela Rojas y Ezequiel Pontoriero, a la hora de fundar el Fideo Club, emprendimiento que surgió de los escombros de una antigua fábrica de pastas de Morón cerrada, y que en los últimos meses devino una sala de cine independiente, espacio teatral y musical, fotogalería y lugar de encuentro.
Como el Fideo Club (situado en la fábrica de pastas Ferrero, en Morón), también surgieron El Mosaico (en la fábrica de mosaicos de José M. Cortés, en el barrio de Boedo) y La Usina de Proyectos (que ocupa el área de mantenimiento de las máquinas textiles de Amat, en Llavallol). Además de otros proyectos culturales en Quilmes y Pompeya, impulsados por cooperativas de trabajo donde funcionarán una galería de arte y talleres culturales. Y también está pendiente la recuperación de espacios fabriles en Avellaneda a cargo de la municipalidad.
Pero en realidad, el primer signo de "fábrica cultural" tomó forma hace tres años en el barrio porteño de Caballito, en el IMPA, una metalúrgica que se fundó como empresa alemana en 1910, se nacionalizó en 1945, se transformó en cooperativa en 1961, cerró sus puertas en 1998 tras un proceso de vaciamiento y actualmente sigue en funcionamiento con 140 operarios. Esta cooperativa que fabrica bandejas, envases, utensilios de aluminio, decidió hace tres años convocar a gente de la cultura con la idea de concientizar sobre el estado crítico del establecimiento -como el de tantos otros- y a su vez conseguir que esa actividad cultural proporcionara a la fábrica una alternativa económica para sostener su andamiaje. "Ante la difícil situación del país, la posibilidad de intercambio con los trabajadores de la cultura nos sacó del aislamiento. Tratamos de encontrar códigos en común entre obreros metalúrgicos y gente de la cultura. Al principio se sintió una invasión, pero luego entendimos que era un trabajo complementario y que enriquecía al lugar. Hoy ya es una sola cosa", cuenta Guillermo Robledo, gerente comercial de la cooperativa y enlace con la parte cultural de la fábrica que se transformó en un modelo por seguir.
Reconstrucción
La mayoría de las "fábricas culturales" que están surgiendo buscan hacer de los espacios improductivos generadores de otro tipo de producción. Reconstruir en esos lugares fabriles la historia y el espíritu de ese sueño de un país industrial, prácticamente sepultado después de la era menemista y que se acentuó con la crisis posterior. "Pero no hay que perder de vista que ese país industrial se perdió y que no se recuperará aun generando centros culturales en fábricas abandonadas. En todo caso, la movida cultural puede servir para tomar conciencia sobre ese pasado", opina Hugo Estévez, encargado de la programación artística del IMPA.
Esperanzados en desarrollar un espacio para la escena alternativa, los impulsores del Fideo Club sostienen: "Nosotros pretendemos, de algún modo, seguir fabricando, experimentando eso de volver a fabricar futuro, algo que se ve tan incierto en estos días". La fotógrafa Gabriela Rojas junto a Pontoriero, pusieron en marcha esta idea después de un viaje por Europa donde descubrieron centros culturales erigidos sobre instalaciones en ruinas. "En San Petersburgo, por ejemplo, encontramos en un edificio abandonado un centro de música experimental conformado por apenas dos computadoras y un atari de los 80. La idea es que este lugar también sea de experimentación. Por eso en cada área tenemos alguien que determina una línea de trabajo como al director Raúl Perrone en cine o a Eduardo Gil en fotografía".
Al atravesar los grandes portones del Fideo Club, en Morón, Ezequiel Pontoriero se ve obligado a dibujar en el vacío. Ya no quedan casi rastros de lo que fue la fábrica: "Por aquí salían los camiones con mercadería que llegaba hasta Luján -señala-. Ahí estaba el montacargas, allá abajo embalaban la mercadería y ahí estaba la oficina de mi abuelo. La fábrica trabajó como fideera hasta los años setenta. Hacía diez años que estaba abandonada". Pero en la fotogalería del lugar, las imágenes de la familia Ferraro intentan completar la historia perdida de aquella fábrica.
El Mosaico, en el barrio de Boedo, funciona en lo que era el salón de ventas de una de las primeras fábricas de cerámica que importó cemento al país, y que cerró sus puertas hace quince años. Ya no hay ruido de máquinas. Sólo subsisten unos paneles con mosaicos del 1900 y la placa de bronce original de la entrada. El área donde estaban las máquinas se transformó en un garaje -reconstruye verbalmente Ricardo Harbek-. Lo único que quedó intacto fue este salón de ventas (en el primer piso). Cuando vine hace seis años sólo había polvo y este mostrador original, que ahora funciona como barra de bar". Con este emprendimiento cultural se proponen "seguir el ejemplo del IMPA, donde se mezcla la cultura con el trabajo", dice Harbek, programador de este espacio convertido en escenario de conciertos, ciclos de poesía y milongas.
Escenografía particular
Pero si bien estas fábricas recicladas toman como modelo al IMPA, todos los espacios tienen una historia y una realidad diferentes. "En nuestro caso -cuenta Robledo- las características de las máquinas de producción que parecen del siglo XIX ofrecen una escenografía particular -que es nuestro fuerte- y le sirve a la gente del teatro. Por eso creo que otras fábricas culturales que nos tienen como modelo tienen que encontrar su identidad. No es reproducible lo mismo en cada fábrica. Se debe tener en cuenta la cuestión edilicia, la idiosincrasia de la zona donde está ubicada la fábrica y la conformación sociológica de los obreros. Además de hacer participar a la gente del barrio en el proceso cultural".
Uno de los atractivos del IMPA como espacio no convencional es el cruce entre el trabajo y las diversas manifestaciones artísticas. Muchas veces, casi sin quererlo, artistas de diferentes disciplinas llegan a compartir "la escena" con obreros trabajando; también se utilizan las máquinas o los hornos como parte de los elementos de una obra. Aún así, cada uno "hace su trabajo". Los operarios del IMPA no suelen ser muy asiduos espectadores de las funciones teatrales o de los talleres. Pero sus hijos suelen interesarse más en los cursos que se dictan en la planta. Francisco Bustamante, que trabaja hace veinte años en laminación, turno noche, se ríe y dice: "¡Cuántas cosas quisiera hacer uno, pero no hay tiempo! Yo espío lo que hacen "los chicos" (se refiere a los "artistas") porque ellos son ahora una familia más. Como afuera no tienen lugar, acá los ayudamos con lo que podemos".
En los setenta y también en los noventa, en dos períodos muy diferentes del funcionamiento de la fábrica textil AMAT, en Llavallol, sus operarios pudieron gozar de un espacio para la capacitación y el arte a través de un departamento de Extensión cultural. "En los setenta, por ejemplo, el escritor Miguel Briante participaba activamente de estos emprendimientos. Después se crearon cursos de computación para los hijos de los obreros", cuenta Jorge Pistocchi, responsable de La usina de proyectos, que hoy funciona en uno de los galpones de la ex fábrica textil que llegó a ser tercera en el país, y donde hoy funciona un hipermercado.
Lo importante es que esta idea donde se conjuga el trabajo con el arte se siga reproduciendo en todo el país a pesar de las graves dificultades que estos emprendimientos deben sortear para seguir adelante, ya que en la mayoría de los casos la ganancia económica es nula y no cuentan con apoyo estatal ni privado. "La idea es empezar a sentir que la materia prima serán los recursos humanos. El Fideo Club es una asociación civil sin fines de lucro conformada por veinte personas. Y por ahora, para sostener el lugar cobramos un bono simbólico de un peso con cincuenta", apunta Gabriela Rojas.
En Buenos Aires se están estableciendo lazos entre varias cooperativas de trabajo que volvieron a poner en marcha las máquinas para reproducir el modelo IMPA, considerado único en el mundo por prestigiosos críticos extranjeros. La cooperativa Chilavert, en Pompeya, va por ese camino. Sus operarios gráficos están pensando en destinar una zona de la fábrica para montar una galería para los nuevos artistas plásticos, ya que anteriormente uno de sus principales clientes era el Museo Bellas Artes. Y en Quilmes, la cooperativa Polimec, de autopartes, comenzará a ceder espacios libres de la fábrica para que se hagan talleres y muestras culturales.
"Tenemos un principio ideológico básico para que esta no sea una experiencia solamente nostálgica en fábricas que no funcionan más -aclara Guillermo Robledo, del IMPA. La idea es que se sigan produciendo bienes y se haga cultura, en una convivencia entre los obreros y los trabajadores culturales. Porque lo que no hay que perder es el eje: ante todo, estas fábricas deben seguir produciendo."
Dónde y qué
- IMPA: Querandíes 4290, Caballito, 4981-3930. La fábrica alterna su funcionamiento con espectáculos .
- Fideo Club: Alem 977, Morón ( fideoclub@hotmail.com ) Ex fábrica de fideos, ahora centro cultural.
- El Mosaico: Colombres 767, Boedo. Acontecimientos culturales en la ex fábrica de mosaicos.
- La Usina de Proyectos (Amat): Túpac Amaru 7, Llavallol (jpistocchi@expresoimaginario.com). Ex fábrica textil donde se hacen recitales y muestras.
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