Malvinas: una película y una obra de teatro unen a excombatientes argentinos e ingleses
Unos dirán que en la mañana del 2 de abril de 1982 se recuperaron las Malvinas. Otros dirán que ese 2 de abril, las Falkland fueran invadidas. Una perturbadora propuesta artística hace posible superar esa verdadera grieta.
De un lado hay tres exsoldados argentinos de la Guerra de las Malvinas. Del otro lado, tres ingleses de la Royal Marine. En verdad, son dos soldados de esa fuerza de elite y un gurka nepalés cuya lengua madre no es el castellano ni el inglés. Fueron enemigos hace 36 años. Debían matar para vivir (y no hay metáfora en esta afirmación). Y ahora están, todos, de un mismo lado, rockeando esos recuerdos.
Luego de un intenso casting en Inglaterra y en la Argentina buscando el registro más presente de aquel pasado traumático, fue la multifacética artista Lola Arias quien decidió juntar a tres soldados de las fuerzas inglesas (Lou Armour, David Jackson y Skurim Rai) con tres argentinos (Rubén Otero, Gabriel Sagastume y Marcelo Vallejo). El resultado de este radical ensayo sobre la memoria de una guerra en los cuerpos de ellos seis tiene varias capas que fueron desplegando sus formas bajo el formato de un libro, de una videoinstalación, de una obra de teatro y de un documental que se viene presentando en diversas ciudades del mundo. Esta semana, dos de esas formas, absolutamente perturbadoras, entrarán en un diálogo en lo que promete ser uno de los puntos más altos de la temporada. Desde mañana, en el Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, se proyectará Teatro de guerra , la película documental; desde el sábado, también en el San Martín, se repondrá Campo minado, la experiencia performática.
Hace unos días, antes de partir a Europa para una de las tantas presentaciones de Campo minado allí, Lola Arias reflexionaba sobre el díptico: "El teatro es aquí y ahora. Lo impresionante de Campo minado es verlos a ellos ahí, en vivo, en escena; la convivencia entre argentinos e ingleses es algo muy emocional. El cine es diferente. Me permitió trabajar el tiempo y la imagen de otra manera, encapsular instantes muy distintos y registrar los distintos momentos de la producción desde sus inicios".
La película, que alterna la realidad con ficción, le permitió a esta gran creadora trabajar un plano que no pudo plasmar en la obra que en Buenos Aires se estrenó hace dos temporadas. "Cuando uno los escucha hablar de la guerra los ve como son ahora, a más de 30 años de aquello y con casi 60 años de edad. Pero no fueron estos los que fueron a las islas, fueron otros. Eran pibes de 18 a 20 años que en pleno proceso de despertar hacia la vida adulta se toparon con lo monstruoso de la guerra. Para llegar a ese instancia es que la película termina con una escena actuada por dobles, por actores jóvenes, para ayudar a entender aquella realidad", cuenta.
¿Malvinas otra vez? ¿Qué se puede decir de nuevo frente a todo lo escrito, leído, visto? ¿Malvinas a 36 años de la guerra? Frente a esas preguntas, Lola se topó infinidad de veces. Acá, en la Argentina. Allá, en Inglaterra. "El tiempo que pasó fue necesario –reconoce esta gran creadora–. Ahora ellos están en la final de un ciclo que permite ver lo que hizo la guerra en ellos, las consecuencias de ese hecho que marcó sus vidas. Desde esa perspectiva creo que la película es muy sobre ese tiempo y sobre el tiempo de este proceso artístico", señala quien desde el kilómetro cero, cuando estaba en pleno proceso de casting, ya tuvo siempre una cámara encendida para dar cuenta de ese tránsito.
Tanto la película como la obra de teatro dan cuenta de la convivencia entre esos exenemigos, sobre ese proceso en el que se miraban con recelo, la desconfianza inicial en medio de un spanghish imposible siendo siempre observados por una mujer (y una mujer argentina). Claro que con el paso del tiempo, con la convivencia y con los viajes, los seis se volvieron un compacto grupo de tarea.
"Lo más complejo de sostener la obra de teatro en el tiempo no tiene que ver con la relación entre ellos, que ahora lograron una especie de comunidad –confiesa Lola Arias, una de las pocas artistas escénicas de verdadera inserción internacional–. Lo difícil es trabajar con personas que no vienen del mundo del arte, que tuvieron que aprender cómo es estar en un escenario y que, de repente, se saben irreemplazables, fundamentales para el proyecto. En medio de una temporada, un actor puede ser cambiado por otro, pero un performer de un proyecto documental, no. Eso genera un empoderamiento que me parece genial para ellos, porque claramente son muy buenos en lo que hacen, aunque, al mismo tiempo, esa situación genera tironeos con la producción porque saben que sin ellos no hay obra".
Eso es algo que esta poeta, curadora, actriz, cantante y directora (la enumeración debería ser más extensa) ya había transitado en un proyecto como Mi vida después. Claro que aquella vez todos eran actores profesionales. Acá no. Es más: viven en tres continentes distintos, hablan tres idiomas y los procesos de reinserción todavía siguen siendo un campo minado. Todos esos planos alimentan al cuerpo de estas dos premiadas propuestas, que están atravesadas por cierto humor latente.
Uno de los tantos niveles que transita este díptico es confrontar estas historias con la oficial. "La película es muy subjetiva, radicalmente subjetiva –se sincera–. Intenta cambiar la narrativa épica de la guerra. Cuenta qué recuerdan seis personas que vivieron esa situación. No tiene pretensiones universales, todo el tiempo le quita solemnidad al relato. Hay momentos casi absurdos. Tanto la película como la obra también trabajan la linea de ficción dentro del formato documental. De ellos, actores que no son actores, actuando de ellos mismos".
En perspectiva, la potente maquinaria Campo minado / Teatro de guerra seguramente deje la mente del espectador como un verdadero campo en el que estallan asociaciones, los propios recuerdos colectivos. La película tiene un final definido por un corte un tanto melancólico. Culmina con una secuencia dominada por el silencio en la que actores jóvenes hacen de esos exenemigos cuando eran pibes y estaban en esas islas lejanas. Campo minado es su opuesto. Ahí, Lou Amour es el frontman de una banda de punk desatada, furiosa, inquisidora. Lou se pregunta "¿Alguna vez fuiste a la guerra? / ¿Alguna vez mataste a una persona? / ¿Alguna vez viste un hombre prendido fuego? / ¿Alguna vez viste a un hombre ahogarse en un mar helado? / ¿Alguna vez visitaste la tumba de un amigo con su madre?". Y todo, o las partes de este potente todo, estalla. Es el campo minado pensando en todos sus detalles por esta gran comandante de la ficción en su cruce con lo real que es Lola Arias.
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