Excepcional intérprete a la medida de una obra maestra
Onieguin, ballet en tres actos / Coreografía: John Cranko / Reposición: Agneta y Victor Valcu. música: Chaikovski - Stolze / Escenografía: Pier Luigi Samaritani / Vestuario: Roberta Guidi Di Bagno / Ballet del Teatro Colón; Dir.: Maximiliano Guerra / Orquesta filarmónica de Buenos Aires; Dirección: Javier Logioia Orbe / Teatro Colón / Funciones diarias a las 20, hasta el viernes 16 / Nuestra opinión: excelente
Desde San Petersburgo, el mundano y arrogante Eugene Onieguin llega a la campiña y enamora a la núbil Tatiana. No es cínico como el Don Juan clásico pero sí un escéptico que seduce, no se involucra sentimentalmente y destruye ilusiones. El arquetipo lo creó Pushkin entre 1821 y 1831 en una novela en verso que, después de haberse transformado en ópera (Chaikovski), fue adaptada a la danza por el enorme John Cranko, quien lo estrenó con su Ballet de Stuttgart en 1965.
El Ballet del Colón incorporó Onieguin a su repertorio en 1994; entre quienes encarnaron a los protagónicos junto al cuerpo estable recordamos a la pareja Maximiliano Guerra-Alessandra Ferri. Ahora, con Guerra como director, la compañía oficial lo repone con un eficiente Alejandro Parente, en el rol epónimo, y el privilegio de una invitada de la talla de Marianela Núñez, como Tatiana.
Este papel exige ser confiado a una étoile de primer nivel, porque se trata de una pieza con sujeto doble: mientras el disipado señorito va y viene, el interés recae en la joven y, en rigor, es ella quien sufre; de hecho, el personaje fue modelado por Cranko sobre la personalidad de Marcia Haydée (nadie que la haya visto en Buenos Aires en la visita del Stuttgart de 1979 olvidará su desgarramiento, literal, en la escena final).
Con su gestualidad despojada, contenida y a la vez expresiva, tan del Royal Ballet londinense, el admirable desempeño de Marianela Núñez en esta versión, ya desde el solo de Tatiana en el cumpleaños, responde a las exigencias de un personaje que emocionalmente evoluciona desde la ingenuidad inicial a la madurez, hasta rozar el patetismo en el final. Es que un ballet "dramático" como éste (Cranko siguió la estructura de escenas de la ópera, aunque apelando a otras partituras de Chaikovski) descansa en el accionar de personajes en situaciones teatralmente reconocibles, pero en el que los intérpretes se enfrentan, además, con arduos desafíos técnicos propios del ballet neoclásico-romántico.
En esta nueva reposición, guiada por la implacable pareja de los Valcu, el cuerpo de baile se luce en la construcción espacial -ágil, brillante- de un par de fiestas de salón (concebidas en función dramática, como en Romeo y Julieta) y, sobre todo, en enfrentamientos particularizados, como el duelo en el que el apasionado Lensky (el amigo que ha invitado a Onieguin a la campiña) exige reparación del flirteo del playboy de San Petersburgo con su novia Olga (Natalia Pelayo, versátil e inquieta), la hermana de Tatiana. Si el "Aria de Lensky" es el momento más sublime de la ópera, la escena del duelo de Lensky y Onieguin en el bosque es uno de los pasajes intensos del ballet de Cranko; allí, Federico Fernández, con su expresividad de líneas impecables, alcanza su ápice interpretativo.
El otro enfrentamiento, tenso y definitivo, lo genera el regreso tardío de Onieguin a la residencia que la ya madura Tatiana comparte con el esposo que le ha dado contención en su desconsuelo, el Príncipe Gremin (de nuevo encarnado con autoridad por Vagram Ambartsoumián), a pesar de que el desasosiego por el viejo amor la tironea, aún, en su alma.
La agónica confrontación depara todo un catálogo gestual romántico: ruptura de una carta, abrazos y rechazos, lo que desencadena, en el plano técnico, un despliegue apasionado de la pareja de Parente-Núñez con desplazamientos y portés que van mucho más allá de un mero pas de deux, dignos de grandes bailarines: es la redención del seductor arrepentido (pero rechazado, al fin), frente a la fortalecida enamorada que ya no cederá. Y la afirmación, rotunda, del talento interpretativo de Marianela Núñez.
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